EZEQUIEL RE


-Tano, ahí te mandé las fotos.
-Qué haces Marcelo, están muy buenas, ¿dónde las compraste o son tuyas?


El chiste casi diario ya no se repetirá. Tus fotos eran muy buenas. Siempre. Pero yo te “molestaba” a ver si engranabas. Y nada. Te reías y seguías.


Te reías y seguías. Disfrutabas de la vida. Esa que te arrebató un virus. Y la verdad no tengo ganas de consolarme diciendo que en algún lugar estarás mejor. Yo, como tu familia, amigos, reporteros gráficos y tantos otros, te queríamos acá. Y no entendemos de tu partida. He llorado pérdidas, pero esta me pega tan fuerte que me deja al borde del nocaut. Haciéndome preguntas.


Marcelo era el de los mates en EL DIARIO a la mañana. Por ahí pasaba también Juanito, Patricio, Grandoli, y otros tantos. La compu prendida laburando y mirando de reojo las noticias de fútbol. Tu pasión. Al igual que tu familia que amabas profundamente.


Hablábamos de fútbol, pero entiendo que muchos pasábamos a desahogarnos si traíamos algún problema. A contarte nuestras cosas. “Calmate Tano, te enojas vos nomás, el otro no se enoja por vos”, me decías. Y me cambiabas la forma de ver las cosas.


Eso eras vos Marcelo. Un tipo que podía estar pasándola mal, pero no lo notabas. Capaz que como todos llevabas por dentro la preocupación. Pero por fuera, eras toda calma. Y la irradiabas.


Llevaste esta enfermedad con una entereza tremenda. Contestando mensajes y dándonos fuerzas a nosotros. “Ahí vamos Tano, peleándola”, escribiste la última vez. “Fuerza Loco”, te dije. Y te recé. Fui a Santa Rita. Le pedí por un favor imposible. No llegamos. Y no se qué hacer. Si recordarte desde la nostalgia de todos los momentos lindos vividos. Si llorar. Si insultar. No se.


Me quedo con el recuerdo fresco del último viaje compartido a San Francisco para cubrir para EL LITORAL de Santa Fe Ben Hur de Rafaela-Racing de Córdoba por la final del Regional Amateur. Me quedo con la última foto que me mandaste, la del triunfo de Patronato sobre Boca por la Liga Profesional. Me quedo con ese asado en una noche fría de Tandil, esperando el partido final del Argentino A entre Santamarina y Patronato. O el viaje en avión de 2010 a Cipolletti por semis del mismo torneo.


O el picado de F5 en la cancha del Club Belgrano, o en Fuchibol. Me quedo con el asado en tu casa después de un Patronato y Argentinos Juniros. Mientras terminaba una nota, le dabas a la parrilla. Me quedo con el festejo de mi cumple en 2018 donde armé una juntada de amigos y periodistas. Me quedo con aquella foto en el predio del Negro Andrade donde hicimos abrir el riego de la cancha para tener una “toma artística”. Me quedo con muchos recuerdos. Pero también me quedo con un vacío importante. Igual honraremos tu memoria querido Marcelo. En cada partido de Patronato. En cada anécdota que seguro volverá.


No me olvido de ese fotón del gol olímpico que tomaste en Tandil. Ni la imagen de los hinchas con la bandera Santa con la que ilustré el libro de Patronato Camino a la Gloria con el título Cuento de los Tiempos Felices.


Molesto con la vida por lo sucedido con el fin de tu corta vida en esta tierra me animaría a preguntarme si los cuentos felices se terminaron. O si acaso tendremos la fuerza suficiente para seguir tus consejos de pelearle a la vida e intentar ser felices para honrar a los que nos acompañan en este paso terrenal. Pero siempre te recordaré. Hasta que el ilusionado gol en el cielo nos convoque en un abrazo infinito.