Cultura

Juano Villafañe: “Mi padre decía que el títere nació cuando el hombre vio por primera vez a su sombra proyectada en el agua”

El actual vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores cumplió 50 años de trabajo en la cultura y dialogó con Mirador Provincial.
19-07-2022 | 9:53 |

Foto:Gentileza.
Ariel Gustavo Pennisi


Cuenta la leyenda que a mediados de la década del 50 Pablo Neruda, en su casa de Isla Negra, bautizó con vino a Juan Cristóbal Villafañe, sentenciándolo de por vida: “vas a ser poeta”.

A partir de entonces, Juano tuvo una vida abocada a la poesía y a la cultura en general. Se crió rodeado de escritores como María Elena Walsh o Rafael Alberti, llegando a dirigir a lo largo de su extensa carrera una infinidad de revistas literarias y espacios culturales. Actualmente, al cumplirse 50 años de trabajos ininterrumpidos en la cultura, es vicepresidente de la Sociedad Argentina de Escritores y director artístico del Centro Cultural de la Cooperación. Mirador Provincial mantuvo un extenso y profundo diálogo con el autor.

Las raíces
-En tu infancia conociste a Pablo Neruda, ¿recordás ese primer encuentro?

-Las primeras experiencias poéticas ocurren en la infancia. En la infancia se aprende la lengua, el sentido de las palabras, se reconocen las primeras emociones, las primeras imágenes que luego se irán reconfigurando cuando uno crece. Yo tuve la suerte de conocer a Pablo Neruda cuando era un niño. Ocurre que mis padres fueron invitados al cumpleaños de Neruda en Santiago de Chile en el año 1954 y ellos le regalaron especialmente para sus cincuenta años una función de títeres. Desde ese festejo mis padres Javier Villafañe y Elba Fábregas se hicieron muy amigos del poeta chileno. Neruda nos invitó a Isla Negra y yo paseaba con él por el mar. Siempre me quedó grabada la casa de Neruda, ese mundo marino tan particular. Mis padres me contaron que el día de su cumpleaños me bautizó con vino para que fuese un poeta, una ceremonia muy bella que yo siempre grave en mi memoria. Tengo un libro en mi biblioteca, Las uvas y el viento, que está dedicado a mis padres y a mí, con esa tinta verde que siempre usaba Neruda para hacer sus manuscritos y dedicatorias. Con el tiempo se fue potenciando en mí esa historia afectiva. Mis padres siempre se asombraron de mi memoria y de cómo recordaba yo mi estadía en Isla Negra.

-También tuviste la fortuna de conocer a María Elena Walsh y el español Rafael Alberti, entre otros escritores…

-Te cuento que mi madre y María Elena Walsh eran muy amigas, estudiaron juntas Bellas Artes. Mi madre era un poco mayor que María Elena y la ayudó mucho en el trabajo artístico, a encontrarse con la poesía. De hecho mi madre le ilustró a María Elena Walsh su primer poema en la revista El Hogar publicado en el año 1945 cuando ella tenía apenas 15 años. Me acuerdo siempre de esta fecha porque en mi casa siempre se recordaba por ese hecho. Luego por esa relación tuve la oportunidad de ver muchas veces Canciones para mirar, un espectáculo maravilloso que María Elena hacía por ese entonces con Leda Valladares en el Teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires. María Elena Walsh estuvo presente en mi niñez desde muy cerca. En sus últimos años María Elena me vino a visitar al Centro Cultural de la Cooperación en Buenos Aires, habíamos pensado hacer una obra de ella en una de nuestras salas y tuve una larga charla donde recordó con mucho amor a mi madre, fue como una despedida, ya no la volvería a ver. A Rafael Alberti también lo conocí cundo era un niño en la casa de Miguel Angel Asturias, en el departamento que tenía sobre la avenida Libertador al 218, primer piso. La dirección está en mi memoria porque era la dirección postal que mis padres tenían en Buenos Aires. Rafael Alberti vivía muy cerca, en un departamento donde se cruzan Pueyrredón y Azcuénaga y se encontraban muchas veces en la casa de Asturias para almorzar, y mis padres lo visitaban también muy seguido. Es asombroso hoy para mí que mi historia en la niñez esté tan asociada a tantos hombres de la cultura. Justamente en mi libro de poemas El corte argentino dedico muchos escritos a Violeta Parra, a Neruda, a María Elena Walsh, a Leda Valladares que fueron muy amigos de mis padres. La potencia creativa de estos hombres y mujeres fueron constitutivos en la referencia de mis afectos asociados a la vida artística, asociados a la poesía, por los encuentros que tuve con ellos en la vida misma, No hay pretensión para mí de dejar un registro de personas célebres. Existen en mi memoria, fueron artistas muy humanos. Y desde ese lugar pude reconocer luego sus obras, leerlos, escucharlos, como todo el mundo.

-Como no nombrar a Horacio González a un año de su muerte…

-Horacio González fue muy importante en mi vida. Me presentó y prologó dos libros de poesía. Trabajó conmigo en Liber-Arte Bodega Cultural durante 15 años, con él, David Viñas, León Rozitchner, José Luis Mangieri y otros amigos formamos una cooperativa cultural para mantener Liber-Arte/Bodega Cultural. Horacio presentó muchas veces la revista Unidos y organizamos juntos muchos debates y mesas redondas. Fue un hombre y un intelectual integro. Supo vincular los campos de la excelencia teórica, de lo erudito, con el conocimiento de la vida cotidiana. Fue un poeta del pensamiento. Además un gran gestor como lo demostró en la Biblioteca Nacional. Siempre presente en los conflictos políticos.

Defendió la función crítica intelectual y la autonomía política con una gran elegancia y respeto por todos. Creía totalmente en el libre pensamiento, pero a la vez supo comprometerse siempre con las grandes causas nacionales y populares. Fue sin duda para mí uno de mis grandes referentes y el intelectual que supo reunir, convocar, cultivar la amistad y la solidaridad. Horacio González está en la memoria viva de la cultura argentina.

La poesía
-¿En qué momento llega la poesía a tu vida?

-Mi padre decía que el títere nació cuando el hombre vio por primera vez a su sombra proyectada en el agua. Siempre hay una primera vez. Yo sentí la dimensión de lo poético cuando un pájaro cayó sobre mis pies mientras caminaba por el campo a los 14 años, fue mi primera duda sobre el vuelo y la permanencia del pájaro en el aire. Con esa experiencia poética escribí mi primer poema. Esa experiencia se unirá a otra algo más extraña, pero que también me hizo reflexionar en su momento. En mi casa había grandes bibliotecas, un día, también siendo un adolescente-niño se me ocurre sacar de la biblioteca un libro del ensayista italiano Giovanni Papini que se titula El Diablo, por cierto no comprendía demasiado ese ensayo y mi vínculo con el Diablo estaba asociada a los títeres que manejaba mi padre. Lo que me asombro fue descubrir la importancia de Dios y la generosidad de Dios. Pero no podía comprender a que se debía que mis padres cuando hacían sus funciones de títeres manejaran el Diablo y nunca manejaran a Dios, que también era un personaje muy importante o más importante que el Diablo. Esa casualidad en la casa de un titiritero que manejaba para mí casi todos los personajes del mundo me generaron la otra gran duda. Por qué no podíamos integra la figura de Dios de la misma forma. Esos dos hechos son los primeros recuerdos poéticos que tuve, uno, dentro de la propia naturaleza, el otro más existencial, más difícil de resolver hasta el día de hoy.

-Javier Villafañe, tu padre, fue uno de los fundadores del arte titiritero en Argentina. Elba Fábregas, tu madre, una gran poeta y dibujante muy vinculada al teatro también. ¿Se puede rastrear una síntesis de este oasis artístico que conforma tu novela familiar en tu prosa?

-Justamente siempre que abordo este tema digo que nací y viví dentro de un teatro. Mi padre andaba con una carreta de títeres tirada por caballos por distintos caminos de la provincia de Buenos aires. La casa de infancia era un gran teatro donde había grandes bibliotecas, títeres, escenografías. La propia casa de infancia tenía un teatro, escritorios, un taller de artes plásticas. Tuve una educación renacentista. Estudié música durante 10 años, historia del arte, dibujo y pintura, hice títeres, escribía poesía y muchas lecturas diversas. Mis padres me estimularon mucho con las actividades artísticas. Particularmente mi madre que era también una gran hacedora. Las casas familiares siempre tuvieron un teatro dentro de la casa. Esa historia andariega de mis padres, esa historia poética y de realizaciones artísticas ha dejado en mí un gran legado. Mi vida en la infancia, en la juventud fue como una gran novela rodeada de personajes y de artistas. Venían a mi casa Alejandra Boero, Ariel Bufano, Enrique Molina, Antonio Berni, Hamlet Lima Quintana, se armaban grandes tertulias que duraban muchas horas. El mundo novelesco se asociaba a la casa y al enorme parque por donde pasaban los arroyos. Un teatro dentro de un bosque, en el medio de la naturaleza convivíamos con los libros, las escenografías, los títeres, las obras plásticas. Mi último libro El corte argentino es de alguna forma una novela familiar donde transitan todos estos grandes artistas y escritores. Yo escribo la poesía como si fuera una conversación infinita e invito a los otros para que conversen conmigo, converso poéticamente con los personajes que venían a visitar a mis padres, dialogo con ese mundo mágico desde siempre.

-Dirigiste revistas literarias y espacios culturales. Actualmente sos el director artístico del Centro Cultural de la Cooperación ¿Cómo definirías esta multiplicidad de aristas artísticas que se sintetizan a lo largo de tu vida?

-Esto que me preguntas está asociado fundamentalmente a mi formación integral que tuve desde niño en relación a las artes y las letras. Uno comprendió como se construyen las imágenes, las metáforas los bienes culturales. Reconocer las diversas prácticas artísticas y literarias y a su vez tener una formación teórica sobre cada una de ellas te permite integrarte con facilidad, sobre todos en la gestión cultural y en un Centro Cultural de la Cooperación que es un centro justamente de las artes, las letras y las ciencias sociales. También cuando dirigí
Liber-Arte/ Bodega Cultural tuve una gran experiencia interdisciplinaria. Además de crear imágenes, metáforas, de gestionar una programación artística está presente siempre el impacto de las poéticas en la sociedad, la forma en que deben circular los bienes culturales, la importancia del acceso popular a la cultura. Todo está relacionado con todo. Yo te diría que el Centro Cultural de la Cooperación representa para mí de alguna forma esa síntesis interdisciplinaria para crear obras, programar obras, producir conocimiento teórico y proyectos político-culturales. Yo creo que las formaciones artísticas te van dando un destino ineludible, reproducir justamente esa diversidad como sistema orgánico constante. La función artística, la función critico-intelectual, la función teórica, la función política-cultura están siempre en estado asociado. Yo viví desde siempre ese estado asociado de diversidades artísticas que se multiplican y a la vez se sintetizan con la vida.

El exilio
-Durante los años de la última dictadura cívico-militar viviste en el exilio, principalmente en Ecuador. ¿Qué recordás de ese exilio, la vida en el exterior?

-Yo creo que la dictadura cívico-militar fue la experiencia más terrible que le tocó vivir a los argentinos y particularmente a nuestra generación que había nacido en los años cincuenta. Ser joven en la Argentina en los años setenta era un gran riesgo. Como yo había nacido en Quito, Ecuador, en una de las giras de mis padres en el año 1952, luego de viajar por América Latina en los años setenta me radiqué en ese país y regresé en 1982. Si bien yo era ecuatoriano, me había formado desde niño en Argentina, así que Ecuador era mi patria y a la vez un lugar desconocido para mí. Pero me integré muy bien. Realicé una actividad literaria intensa y un recorrido importante por mi trabajo técnico. Ecuador es un país hermoso donde la montaña, la selva, el monte y el mar están muy cerca, tiene una gran diversidad de nacionalidades indígenas y Quito es una de las ciudades coloniales más hermosas de Nuestra América. Mi fuga en todo caso fue integrarme al país, a su vida social y cultural.

-¿Al regresar al país, qué recordás de la vida artística de aquellos años 80?

-La apertura democrática en los años ochenta tuvo una dinámica cultural enorme. Desde el debate intelectual entre los que se quedaron en el país y los que tuvieron que irse, hasta los juicios contra los genocidas. La vida cultural era intensa, compleja, contradictoria. La discusión sobre la democracia posible y las necesarias grandes transformaciones fueron los ejes de un debate que se fue diluyendo sin suerte de resolución política y el neoliberalismo comenzó a desarrollarse como alternativa en los años 90. Dentro de ese amplio abanico el sector artístico en particular emergía desde los bordes, desde las periferias. Fue muy importante todo el movimiento under que se había generado fundamentalmente desde el teatro. Yo en esos años fui uno de los fundadores de la Revista de Literatura Mascaró y de Liber-Arte/Bodega Cultural. Este centro cultural, en plena avenida Corrientes, fue muy importante porque permitió relacionar a todas las artes, a la industria del libro y al cine. Liber-Arte tuvo la mejor videoteca de Latinoamérica, donde estaban todas las películas de arte del cine internacional. Además logramos unificar en el terreno cultural a las generaciones de los años sesenta, de los años setenta, ochenta y de los noventa. Por Liber-Arte pasaron David Viñas, Horacio González, León Gieco, Alferedo Zitarrosa, León Ferrari, Luis Salinas, Lorenzo Quinteros, Javier Martínez. Por Liber-Arte paso todo el under de los años 80. Realizaron sus primeras actuaciones Diego Capussoto, José María Muscari, Valeria Bertuccelli, Campi. Realizamos los primeros Encuentros Latinoamericanos de Poesía. La apertura democrática impulsó un gran cambio cultural en todo el país con altos niveles de autogestión dentro de los sectores independientes. Las nuevas generaciones impulsaron nuevas formas artísticas, las poéticas se multiplicaron, los sistemas de producción cultural se diversificaron. Pero los primeros años de la post-dictadura, como te decía, fueron contradictorios. En los años 80 y 90 se fue incubando una crisis que se expresó con brutalidad en el año 2001. Personalmente tuve la suerte de dirigir un espacio como el de Liber-Arte/Bodega-Cultural que se transformó en un espacio de resistencia. Pero como te decía, todo fue muy paradojal, conquistábamos con alegría la democracia y a la vez debíamos enfrentar a los pocos años al neoliberalismo, que fue de alguna forma la continuidad de un modelo socioeconómico que había impuesto la dictadura.

Las sociedades actuales y el arte
-Luego de una vida dedicada al arte, ¿cómo definirías al arte en sí?

-Tu pregunta me permite decir que el arte está asociado a una línea histórica del tiempo, lo que implica hablar del arte clásico y el arte contemporáneo. A su vez cada uno de nosotros como artista, de una u otra forma, atraviesa esa línea del tiempo dentro de un relato que suma teorías y producciones artísticas particulares. Por otra parte, siento que el artista en ese recorrido general del tiempo tiene su propio recorrido y su obra personal. Ese recorrido está a la vez atravesado por líneas transversales que son de alguna forma las diversas experiencias poéticas que dan lugar a las obras y a los bienes artísticos. Por lo tanto el arte se define a sí mismo por esa historia, por esas experiencias poéticas y por esos resultados transformados en obras. Yo te diría que todo artista desea ser clásico y contemporáneo a la vez, e inclusive rupturista frente al arte establecido. Entonces yo pienso que el arte se define a sí mismo desde la historia, desde la experiencia poética de cada artista y desde las estéticas que permiten organizar las formas que tendrán cada experiencia artística. O sea que el arte se define a sí mismo desde el trabajo que puede ofrecer cada artista y considerando que el hecho artístico debe resolverse desde la propia praxis y desde la propia sensibilidad que tenga cada creador. La crítica permite en todo caso terminar de definir si el trabajo artístico ha concluido con excelencia y merece llamarse arte. Es un tema complejo donde actúan diversos campos de legitimidad: el público, la crítica, los reconocimientos, el aval de los maestros. Es un tema complejo. Pero la definición del arte en sí puede correr el riesgo de ser solo una retórica sobre ciertas certezas teóricas o académicas, que por cierto hay que tener en cuenta, en la medida que el arte esté también atravesado por la vida y la experiencia poética constante.

Nicanor Parra decía “que todo es poesía menos la poesía”, Nicanor lo hacía para desacralizar el arte establecido. Pero si todo es poesía entonces qué es la poesía y si todo es teatro qué es el teatro. Pero el arte sigue siendo la conquista de la belleza en todos sus sentidos, “Es infinita esta riqueza abandonada” decía el poeta Edgar Bayley. El arte y la belleza están en la vida, la experiencia poética es siempre la primera entrega, luego hay que darle forma con el oficio artístico a esa experiencia, el producto final será una metáfora, una pieza de música, o una pintura. El arte entonces es de alguna forma un hecho en sí mismo, pero contrastado fuertemente por las circunstancias históricas, por la vida personal del artista, por el gusto estético, por la crítica y por los campos de legitimidad que producen los públicos.

-¿En las sociedades modernas, por qué es necesario seguir apostando al arte?

-En el conflicto moderno la transformación siempre ha sido fundamental. La post-modernidad fue en todo caso una expresión más del propio conflicto moderno. Desde las lógicas posmodernas se nos quiso imponer el fin de la historia, la idea que las luchas sociales no tendrían ya posibilidades de resolución. Todo entraría en permanentes estados de irresolución y en todo caso, la gran totalidad conquistada para siempre era el propio neoliberalismo. Que el neoliberalismo era de hecho la sociedad que representaba la última síntesis histórica y debíamos acostumbrarnos a que ese sería el modelo establecido para siempre. Se me ocurre hablar en estos términos porque el arte forma parte de las sociedades modernas y está asociado directa o indirectamente a las propias transformaciones de una sociedad. Para seguir con la línea, el arte forma parte del conflicto moderno. Es cierto que no hay que confundir el post-modernismo en el arte como estética, con las lógicas del fin de la historia. El arte vive una diversidad enorme de poéticas y micro-poética y de estéticas que se entrecruzan y se mezclan. El arte también hay que pensarlo desde una autonomía relativa en relación a la sociedad, lo de autonomía relativa nos permite pensar el arte desde sí mismo, pero también desde la ciencias del arte, desde la crítica del arte y por cierto desde las influencias y retroalimentaciones que vive el artista que también es un ser social. Pero el arte sigue siendo una parte constitutiva fundamental de las sociedades modernas. El arte es parte de la vida sensible, espiritual del hombre. El arte representa las emociones, las experiencias poéticas elaboradas por las formas estéticas que nos brindan justamente los propios artistas. No se puede vivir sin poesía aunque muchos ciudadanos ignoren este hecho. No se puede vivir sin amor, sin vida sensible, sin cultivarnos. Seguimos apostando al arte porque apostamos al hombre y a la vida. Seguimos apostando al arte como un sistema también de transformaciones modernas, dentro de las sociedades modernas.

-Si tuvieras que hacer un diagnóstico de la actual vida artística de nuestro país, ¿cuál cree que es el panorama y el futuro horizonte?

-La pregunta la podemos asociar a lo que nos ocurrió durante la pandemia. Vivimos una emergencia cultural muy seria. La crisis puso en tensión a todo el sector artístico. Lo que primero se puede decir es que se pudo resistir y ofrecer producciones alternativas. El sector artístico con dificultades siguió trabajando en todo el país. Las formas virtuales permitieron que la comunicación cultural se mantuviera presente con diversas iniciativas como las producciones por streaming. Lo que quedó demostrado es que la programación presencial es irremplazable, que no hay tecnología que reemplace al ritual presencial, al convivio. Y por otro, que la actividad cultural, la producción artística, está ineludiblemente vinculada a las políticas culturales públicas, a los respaldos que pueda ofrecer el Estado. Yo siento que luego de la pandemia la actividad artística tuvo como un relanzamiento muy importante y que si se siguen aplicando políticas públicas para el fomento las perspectivas son muy buenas. Estamos luchando en todo el sector cultural para que se mantengan las políticas culturales que financian la vida artística de los argentinos. Esperemos que los parlamentarios extiendan por 50 años más la ley que establece el financiamiento de la cultura por parte del Estado como corresponde.



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