Historieteca, con Marcelo Pulido a la cabeza, lleva más de quince años ininterrumpidos como editorial, una verdadera proeza considerando los vaivenes económicos del país. Mucho antes de consolidarse como sello, funcionó como sitio web dedicado a la difusión, experiencia que afinó el criterio y el buen gusto de Pulido al momento de seleccionar qué publicar. Prueba de ello fueron los dos primeros y ambiciosos lanzamientos de Historieteca: “La burbuja de Bertold”, distinguida internacionalmente y realizada por Diego Agrimbau y Gabriel Ippóliti, y “Boggart”, de Carlos Trillo y Horacio Domingues.
Con el tiempo llegaron las colecciones Clásica y ReLecturas, que se extienden hasta la actualidad y acercaron a nuevas generaciones obras que originalmente habían sido publicadas en distintas etapas de la revista Fierro. En formato libro, títulos como “Bolita”, “Malandra”, “Putrefacción”, “Custer”, “El Permiso” y “Tacuara”, entre otros, encontraron una nueva vida editorial.

En los últimos años, el sello también apostó por la coedición junto a otros proyectos: “Eden Hotel” junto a Triskelion, “Moonshine” con Puro Cómic, “El Bondi” en compañía de Maten al Mensajero, además de su política de rescate de obras como “Frank Momo, Detective del Caribe” de Juanungo y Pablo Zweig.
Asimismo, Historieteca afianzó una línea orientada al humor gráfico, que más allá de los cinco tomos premiados de “La Caja” -recopilatorios de humor político de Esteban Podetti-, incluye trabajos como «El pequeño Timy» de Hor Lang y «Chavo Escrotito».
A lo largo de estos años, la editorial creció sostenidamente, ampliando un catálogo que se destaca no solo por su variedad, sino también por alcanzar altos estándares de calidad, con ediciones cuidadas y precios accesibles.
Coincidiendo con la celebración de su primera década, llegó ¿Qué querés ser cuando seas grande?, el libro que hoy nos ocupa, convertido en uno de los títulos más aclamados del sello. Se trata de una conmovedora y necesaria antología compuesta por nueve historias protagonizadas por personas comunes, de a pie, a quienes les tocó vivir o presenciar el terror impuesto por la última dictadura cívico-militar argentina. Los guiones son de Marcelo Pulido, acompañado por distintos dibujantes -uno por cada historia-.

La contratapa presenta al libro con una serie de preguntas que funcionan como declaración de principios:
“¿Cómo llega un niño a convertirse en un asesino? ¿Cómo llega una sociedad a cometer un genocidio? ¿Cómo se vive con eso? ¿Cómo se convive, transcurre la vida, durante el horror? ¿Cómo es la vida después de un genocidio?
Este libro no pretende responder ninguna de estas preguntas, apenas seguir interrogando”.
¿Qué querés ser cuando seas grande? puede conseguirse en comiquerías, librerías especializadas y también en la tienda virtual de la editorial: https://historieteca.mitiendanube.com/

La obra
El libro se presenta con tapa y contratapa a color, editado en blanco y negro, de buen gramaje y en el clásico formato de 24 x 17 cm. Su extensión es breve -apenas 64 páginas-, donde Pulido y un interesante equipo de ilustradores dan forma a nueve relatos que reflexionan sobre prácticas, silencios y complicidades del terrorismo de Estado.
“Presenta personajes a los que les tocó vivir en los años del horror de la dictadura, a los que las circunstancias los llevan a enterarse, a estar involucrados, participar, de distintas formas y en distintos lugares. En forma directa o indirecta. Puede ser que supieran lo que estaba pasando, o no. Tal vez sean partícipes involuntarios, o no. Quizás se vean obligados a tomar alguna decisión. O a ser cómplices. Lo cierto es que una vez que el horror entre en sus vidas ya no podrán ser los mismos. Y al otro día la vida sigue”.
El primer gran acierto de la compilación es su sugerente título: planteado como una pregunta, remite a la niñez, a los sueños y aspiraciones, pero también a la inocencia truncada por una realidad cruel y sangrienta.
La decisión de omitir créditos y títulos en cada historia refuerza, además, la idea conceptual de que el peso está en el mensaje, no en los nombres propios.
La antología se lee con fluidez: son relatos cortos -de entre cuatro y siete páginas- con diálogos casi inexistentes, donde prima la observación y la relectura. Pulido presta especial atención a la cotidianeidad; sus historias responden al día a día, a la rutina, al horror de lo cotidiano.
Aunque gráficamente presenta un abanico de estilos, la compilación mantiene una armonía visual sostenida. Recurre a recursos compartidos -como el uso de grisados para los flashbacks o una disposición clásica de viñetas- que cohesionan la lectura.
La antología se divide en tres apartados, siendo el primero el que mejor responde al título del trabajo. Dante Ginevra es responsable no solo de dibujar la simbólica portada, sino también de la historia que abre el libro. Construida en dos tiempos, la trama se centra en los pilotos de la Armada Argentina encargados de los vuelos de la muerte.
El segundo relato aborda la apropiación de niños -hijos de detenidos desaparecidos- por familias colaboracionistas. Es un trabajo profundo, cargado de dobles lecturas gracias a la sensibilidad de Lauri Fernández en el plano gráfico: nada parece diferenciar los barrotes de una cuna de los de una cárcel.

La tercera historia remite al armado de listas negras y a la entrega de amigos y compañeros. Nuevamente se trabaja en dos temporalidades y vuelve la presencia del juego infantil. No es casual que quien ejecuta los penales en un partido de fútbol sea el mismo que, en otro tiempo, dictará condenas. El arte pertenece a Jok.
Ilustrada por Marcos Vergara, la cuarta historia expone el negacionismo y el silencio de ciertos sectores sociales, sobrevolando el “mirar para otro lado” y el miedo cotidiano. Le sigue un relato con una nueva perspectiva sobre la desaparición de personas, protagonizado por un pescador que duda continuar con su oficio. Un trabajo estéticamente impecable, fruto de los lápices de Sergio Ibáñez.
El siguiente relato se ubica entre los más logrados de la antología: en apenas unas páginas, Ian Debiase logra transmitir la soledad de las Madres de Plaza de Mayo y su incansable lucha.
El séptimo es, quizás, el más crudo. Con arte de José Massaroli, muestra la doble vida de un torturador. El contraste entre la luz de su vida familiar y la oscuridad de su rol como servidor del aparato represivo es estremecedor.
El tramo final está compuesto por dos historias ambientadas en lugares de fuerte carga simbólica. La primera retrata el trabajo diario de Juan, personal de mantenimiento en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro clandestino de detención, tortura y exterminio del país. El dibujo de Fabián Mezquita transmite con precisión la tristeza y el padecimiento del protagonista. El pedido de su capataz ante la necesidad de pintar una pared resume el espíritu de los militares en el poder y, a la vez, sirve de preludio para el relato siguiente: “Juan, empecemos. Vamos a darle una lavadita de cara a esto”.
El cierre expone la algarabía popular tras el triunfo de la selección argentina en el estadio Monumental y su consagración en el Mundial organizado por la dictadura. Un contrapunto audaz y necesario, muy bien ejecutado por Ezequiel Rosingana.
¿Qué querés ser cuando seas grande? funciona con solidez como antología: el recorte temático le sienta de maravillas y potencia un mensaje tan poderoso como emotivo. Estos relatos breves retratan momentos duros e interpelan al lector frente a uno de los períodos más oscuros de nuestra historia, un territorio donde no existen los finales felices.
A seis años de su publicación, la obra conserva intacta su vigencia y confirma el compromiso de Historieteca por sostener una línea editorial valiente, capaz de mirar el pasado sin evasiones. En tiempos inciertos, se impone como una lectura necesaria y, ante todo, como un ejercicio lúcido y sensible de memoria.
