El gusto por la naturaleza y la determinación de "producir conservando" de un ganadero del norte santafesino se "encontró" con el trabajo de un grupo de científicos, que comenzó en La Pampa hace más de 20 años, y próximamente podría desembocar en el primer programa en la Argentina de conservación del águila coronada, especie en extinción y monumento natural provincial.
Tres años atrás, Francisco Buyatti, titular del Establecimiento La Herminia, a unos 30 kilómetros de Tostado, se conectó con el investigador del CONICET José Sarasola, director del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina (CECARA), que funciona en la Universidad Nacional de La Pampa. Fue gracias a que su amigo Ricardo Batisttino, aficionado al avistaje de aves, publicó en redes sociales la imagen de un ejemplar de su campo.
Desde entonces, el norte provincial se consolidó como una de las principales zonas de estudio de esta especie, en riesgo por la combinación de una baja tasa de reproducción y las amenazas del humano: la cacería, los tendidos eléctricos y los tanques australianos para bebida de los animales.
También denominada Águila del Chaco, serían apenas unos 1.000 ejemplares adultos los que persisten en un área que comprende el sur de Brasil, Paraguay, parte de Bolivia y varias provincias argentinas. La especie pone un sólo huevo al año y la tasa de supervivencia de los juveniles, que tardan entre 4 y 5 años en alcanzar la madurez sexual, es de apenas un 30%.
En torno a esta información clave los científicos de CECARA desarrollan sus estudios, que principalmente consisten en detectar nidos e identificar los pichones y colocarles un transmisor GPS para luego realizar un seguimiento por geolocalización. Esto se complementa con la colocación de cámaras en los nidos, que permiten tener detalles más finos, como el de la dieta de los animales. También se realizan análisis genéticos, con muestras de sangre o de las plumas que recolectan debajo del nido, y se logró saber que hay parejas que crían en distintas zonas.
La otra pata del trabajo de conservación es la difusión de la especie en las comunidades rurales. Una pieza clave para evitar que el águila sea atacada, pero también para que los pobladores la aprecien y colaboren en la preservación, aportando datos para encontrar más nidos. Por eso, en los últimos años se multiplicaron las charlas informativas en Vera, Tostado y otras localidades del norte provincial.
Desde que comenzaron a visitar la zona, los integrantes de CECARA hicieron numerosas exposiciones en la región, sobre todo en escuelas rurales. "Gracias a eso, un chico, hijo de un peón de campo, dijo que en el campo donde trabaja su papá estaban las águilas y había nido", contó Buyatti. Y en ese lugar no sólo se la pudo ubicar, sino que también anillaron un juvenil.
Gracias a estos trabajos, el pasado 30 de enero, en Villa Minetti, identificaron un nuevo pichón a partir del seguimiento que realizó Maximiliano Churruarin, colaborador del proyecto en Tostado. En la tarea participaron también tres profesionales de País Vasco: Telmo Portugal y Ángela Galarza, que realizan prácticas en CECARA; y Diego Gallego García, becario del Conicet, quien desarrolla su tesis doctoral sobre la "Ecología del Movimiento" de los juveniles de águila coronada.
Difundir es la tarea
Desde que comenzaron los trabajos en Santa Fe, el campo de Buyatti se transformó en el "campamento base" del grupo de CECARA. Y desde 2023, La Herminia es -además de un establecimiento ganadero de cría- una Reserva Privada de Uso Múltiple, en el marco de la Ley Provincial 12.175. Buyatti decidió inscribir el establecimiento como reserva natural "porque se puede producir conservando, sin alterar tanto el medioambiente". Allí, además del águila coronada se encuentran -entre muchas clases de aves y mamíferos- el cardenal amarillo y el aguará guazú, dos especies que también están en peligro.
En diálogo con Mirador recordó cuando "los chicos de la Universidad de la Pampa y el Conicet vieron esas fotos del águila que publicó Ricardo, pidieron los contactos y terminaron acá en el campo; siguiendo en Santa Fe el proyecto que empezaron allá".
Al respecto, José Sarasola relató que en 2001, cuando inició el proyecto "Ecología y conservación del Águila del Chaco en el centro de Argentina", lo primero que hizo fue consultar a los productores por qué la mataban. La respuesta fue que les comía cabras u ovejas, creencia que fue descartada tras colocar cámaras en los nidos. "Mostraron que la dieta se componía principalmente de víboras, armadillos y hasta tortugas, pero nunca de hacienda". De ahí surgió, como primera acción de conservación, la divulgación.
"Íbamos a las escuelas rurales y los chicos contestaban que sabían lo que era una especie en extinción, pero cuando le pedíamos que nombren alguna decían 'oso panda' o 'tigre de bengala'; y resulta que cuando les pusimos el GPS a las águilas les pasaban por arriba o había un nido a 5km… entonces se logró casi una recuperación para el acervo cultural de la zona", contó.
Contra las amenazas
El científico, que por este trabajo obtuvo reconocimientos internacionales como el premio Whitley, conocido como "el oscar verde" que entrega la Real Sociedad Geográfica del Reino Unido, remarcó las tes principales causas de la alta mortalidad de los juveniles de águila coronada: ahogamiento en tanque australianos, electrocución en tendidos eléctricos y la amenaza del hombre, que las caza o las envenena. "En Santa Fe son menos frecuentes los ahogamientos; pero sí son habituales las electrocuciones", dijo.
Al respecto, explicó que la electrocución se produce de dos maneras: por tocar las dos fases (los adultos tienen una envergadura de alas de 1.8 metros) o por la descarga a tierra, que se genera -por ejemplo- a través del nervio de hierro que tienen los postes de cemento. "Es un problema de diseños y materiales", resumió.
El hábito del águila -dijo- es posarse en el "poste de retención" de los tendidos eléctricos, que es más robusto y tiene un cable que hace un puente entre las fases. "Es donde más se electrocutan", afirmó.
En la provincia, en base a datos de nidos y datos de electrocución, marcaron áreas donde priorizar la prevención en los tendidos. Así, además, se hicieron vínculos con la Empresa Provincial de la Energía (EPE) para analizar el tema, como con otras instituciones públicas, productores, investigadores y las fuerzas de seguridad. Estos contactos se afianzaron en una reunión conjunta en Las Gamas, el año pasado.
El director de CECARA destacó que en la provincia tuvieron gran éxito en poco tiempo, lo que permitió detectar 15 territorios reproductivos y contar con 14 águilas marcadas. "Empiezan a aparecer águilas heridas", dijo, como prueba de que los pobladores avisan al verlas porque hay conciencia del problema y la gente está atenta y se habla de la cuestión.
Así es como va tomando forma el Proyecto de Conservación, que está en etapa de revisión. Ahora, dijo, buscarán establecer una hoja de ruta con la EPE; un protocolo de asistencia para animales heridos y programar objetivos.
Un plan expansivo
Por su parte, Gallego García en su estudio sobre el movimiento de los juveniles, dijo: "hemos visto cosas super curiosas, como un individuo que se fue 500km en línea recta (aunque voló más, porque no lo hace en forma lineal) en apenas una semana". En cambio, otras se quedan más tiempo, como lo observado en Santa Fe, algo que depende de la disponibilidad de alimentos, como víboras o armadillos.
El becario de CONICET detalló que en el primer año de vida los juveniles incrementan gradualmente su movilidad, ya que con una envergadura de 1.8 metros les cuesta volar y tienen que carretear. "Todavía no controla bien sus movimientos, le cuesta muchísimo levantar vuelo y sus padres la ayudan", dijo. Luego, mencionó actitudes educativas que tienen los padres: "se ve que, cada vez más, le van poniendo las cosas más difíciles", como por ejemplo ya no le dan la comida en la boca o se la dejan (puede ser un armadillo herido) un poco más lejos.
Estos juveniles se mantienen próximos a sus padres por unos 10 meses. Luego, en el período de dispersión, "sus movimientos son muy inciertos" y hay una gran variabilidad interindividual.
Una vez que maduran sexualmente y se establecen, se estipula la "dispersión natal", que es la distancia en línea recta entre el lugar donde nació y donde funda su propio nido para reproducirse. Y que frecuentemente puede involucrar otros distritos o provincias, por lo que es importante que las acciones de protección sean lo más amplias posibles. Porque "el águila no entiende de fronteras", dijo, es que "si quieres crear un proyecto de conservación como el que se quiere hacer en Santa Fe, luego hay que hacer otro (por ejemplo) en Santiago del Estero, porque está a sólo 30 km de Tostado".
Francisco Buyatti, se permite "volar" más allá. Tras recibir en su establecimiento a aficionados de Paraguay, se entusiasma con la posibilidad de un programa regional. "La idea es que sea trinacional: Argentina, Brasil y Paraguay; es un sueño pero bueno, quien te dice que no".