Foto:Gentileza
El pasado viernes 3 de junio en Colonia Yatay, localidad ubicada a 30 kilómetros de San Javier, en el departamento homónimo, la tranquilidad se alteró con un crimen. Maximiliano Oliva, de 31 años, un muchacho oriundo de Coronda pero que vivía en ese pueblo desde hacía un tiempo, murió a causa de un disparo de escopeta en la cabeza y el único imputado hasta el momento es Víctor Hugo S., de 39 años, vecino del lugar y conocido de Oliva.
Tres días después, el juez Dr. Leandro Lazzarini dictaminó la prisión preventiva del detenido por considerar que había ya "suficientes elementos para sostener la autoría del crimen" y calificó el suceso con la carátula de homicidio calificado por el uso de arma de fuego.
Desde entonces, la madre de Oliva, Andrea Cheseaux, empleada municipal en Coronda, intenta comunicarse para tener novedades de cómo sigue la causa, qué pasará con el único responsabilizado y por sobre todas las cosas, llegar a la verdad en un duelo que no parece tener fin.
HABLÓ POR PRIMERA VEZ
"Hasta el momento lo que sé es que la persona que lo mató está detenida y con prisión preventiva. Me llama la atención porque he intentado comunicarme y no me ha atendido nadie, nunca. Nadie se comunicó conmigo, me dieron números, llamé, nadie me atiende, nadie me responde. Alguien de allá me dijo que había un abogado que ayudaba al acusado, y me aseguraron que tengo que ir a San Javier si quiero saber algo más, porque por teléfono nadie me va a atender", expresó la madre de Oliva.
Luego continuó diciendo que "a mí me dijeron que Maxi era compañero, muy bueno, enseguida se hacía de amigos, no tenía problemas, era muy confianzudo, una persona de allá me dijo que lo usaba... Eran unos sinvergüenzas porque él les compraba los cigarrillos, la bebida, la comida, pensaba que eran amigos y en realidad lo usaban", y agregó que "hay un testigo que declaró, no quiso hablar conmigo nunca. Intenté que me diga las cosas a mí, de lo que pasó esa noche y dijo que declaró y no tiene que hablar nada conmigo".
La vecina corondina pide justicia y que el proceso llegue a su fin. "Que pague la persona que a mi hijo lo mató. Él no se merecía esa muerte. No era un chico malo. Era muy bueno. Y no se merecía que le quitaran la vida de la manera en la que se la quitaron".
LA HIPÓTESIS OFICIAL
La teoría fiscal indica que el jueves 2 de junio, la víctima y su supuesto victimario habían estado bebiendo en un kiosco-despensa de Colonia Yatay donde compraron unas patamuslos que la víctima cocinó en su casa. A la cena asistieron además, dos hermanos, uno de los cuales abandonó el lugar antes de la medianoche, después de comer.
Es decir que al momento del desenlace fatal, situado a las 3 de la madrugada del viernes 3 de junio, sólo quedaban sentados a la mesa la víctima, el asesino y un testigo.
Según consta en la carpeta judicial, fue el único incriminado a esa hora y tras mantener una discusión aparentemente banal con el anfitrión, quien se apareció con una escopeta montada y sin mediar palabra le voló la cabeza de un disparo a Oliva, que no alcanzó siquiera a cubrirse el rostro con sus manos.
Estupefacto por la explosión, el testigo Raúl B. miró a su alrededor y vio al hombre que tras gatillar a su compañero intentaba cargar nuevamente el arma. Se abalanzó sobre él y los dos se trabaron en lucha sujetando el caño de la escopeta; hasta que en un momento el testigo logró alcanzar la puerta y escapó a la carrera hasta la casa de su hermano, que dista 1,3 km del lugar.
En una primera declaración consta que estaban sentados a la mesa, en el mismo sitio donde minutos más tarde el personal policial encontró el cuerpo, destrozado por el impacto de la perdigonada. El testigo dijo entonces que "en un momento los dos discutieron en una habitación contigua, llegando al patio", al parecer "por un equipo de música" y se escucharon frases sueltas como "yo te lo regalé" y "llevátelo", pero no pasó a mayores.
Luego, en una segunda declaración ante personal de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) de San Javier, el mismo testigo recordó que esa noche, mientras cocinaba el pollo, Oliva recibió un mensaje a su teléfono celular y que tuvo una reacción violenta, a punto que terminó pateando una puerta a la que se le rompieron los vidrios por el impacto. Tampoco el testigo supo explicar a qué se debió semejante arrebato de furia, pero los investigadores no descartan su relación con la pelea y finalmente la ejecución.
A raíz de ello, la oficina de prensa del Ministerio Público de la Acusación (MPA) informó que "en la audiencia se expuso que el imputado y la víctima estaban junto con otra persona que fue testigo de lo ocurrido" y que "el accionar homicida de la persona investigada se generó a partir de una discusión que habría tenido con la víctima".
Tres días después, el juez Dr. Leandro Lazzarini dictaminó la prisión preventiva del detenido por considerar que había ya "suficientes elementos para sostener la autoría del crimen" y calificó el suceso con la carátula de homicidio calificado por el uso de arma de fuego.
Desde entonces, la madre de Oliva, Andrea Cheseaux, empleada municipal en Coronda, intenta comunicarse para tener novedades de cómo sigue la causa, qué pasará con el único responsabilizado y por sobre todas las cosas, llegar a la verdad en un duelo que no parece tener fin.
HABLÓ POR PRIMERA VEZ
"Hasta el momento lo que sé es que la persona que lo mató está detenida y con prisión preventiva. Me llama la atención porque he intentado comunicarme y no me ha atendido nadie, nunca. Nadie se comunicó conmigo, me dieron números, llamé, nadie me atiende, nadie me responde. Alguien de allá me dijo que había un abogado que ayudaba al acusado, y me aseguraron que tengo que ir a San Javier si quiero saber algo más, porque por teléfono nadie me va a atender", expresó la madre de Oliva.
Luego continuó diciendo que "a mí me dijeron que Maxi era compañero, muy bueno, enseguida se hacía de amigos, no tenía problemas, era muy confianzudo, una persona de allá me dijo que lo usaba... Eran unos sinvergüenzas porque él les compraba los cigarrillos, la bebida, la comida, pensaba que eran amigos y en realidad lo usaban", y agregó que "hay un testigo que declaró, no quiso hablar conmigo nunca. Intenté que me diga las cosas a mí, de lo que pasó esa noche y dijo que declaró y no tiene que hablar nada conmigo".
La vecina corondina pide justicia y que el proceso llegue a su fin. "Que pague la persona que a mi hijo lo mató. Él no se merecía esa muerte. No era un chico malo. Era muy bueno. Y no se merecía que le quitaran la vida de la manera en la que se la quitaron".
LA HIPÓTESIS OFICIAL
La teoría fiscal indica que el jueves 2 de junio, la víctima y su supuesto victimario habían estado bebiendo en un kiosco-despensa de Colonia Yatay donde compraron unas patamuslos que la víctima cocinó en su casa. A la cena asistieron además, dos hermanos, uno de los cuales abandonó el lugar antes de la medianoche, después de comer.
Es decir que al momento del desenlace fatal, situado a las 3 de la madrugada del viernes 3 de junio, sólo quedaban sentados a la mesa la víctima, el asesino y un testigo.
Según consta en la carpeta judicial, fue el único incriminado a esa hora y tras mantener una discusión aparentemente banal con el anfitrión, quien se apareció con una escopeta montada y sin mediar palabra le voló la cabeza de un disparo a Oliva, que no alcanzó siquiera a cubrirse el rostro con sus manos.
Estupefacto por la explosión, el testigo Raúl B. miró a su alrededor y vio al hombre que tras gatillar a su compañero intentaba cargar nuevamente el arma. Se abalanzó sobre él y los dos se trabaron en lucha sujetando el caño de la escopeta; hasta que en un momento el testigo logró alcanzar la puerta y escapó a la carrera hasta la casa de su hermano, que dista 1,3 km del lugar.
En una primera declaración consta que estaban sentados a la mesa, en el mismo sitio donde minutos más tarde el personal policial encontró el cuerpo, destrozado por el impacto de la perdigonada. El testigo dijo entonces que "en un momento los dos discutieron en una habitación contigua, llegando al patio", al parecer "por un equipo de música" y se escucharon frases sueltas como "yo te lo regalé" y "llevátelo", pero no pasó a mayores.
Luego, en una segunda declaración ante personal de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) de San Javier, el mismo testigo recordó que esa noche, mientras cocinaba el pollo, Oliva recibió un mensaje a su teléfono celular y que tuvo una reacción violenta, a punto que terminó pateando una puerta a la que se le rompieron los vidrios por el impacto. Tampoco el testigo supo explicar a qué se debió semejante arrebato de furia, pero los investigadores no descartan su relación con la pelea y finalmente la ejecución.
A raíz de ello, la oficina de prensa del Ministerio Público de la Acusación (MPA) informó que "en la audiencia se expuso que el imputado y la víctima estaban junto con otra persona que fue testigo de lo ocurrido" y que "el accionar homicida de la persona investigada se generó a partir de una discusión que habría tenido con la víctima".
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