Liga Profesional

Unión perdió 3 a 0

Hasta la expulsión de Gordillo, el partido era parejo. Belgrano aprovechó la circunstancia, metió dos golazos en el cierre del primer tiempo y luego dominó a voluntad. El panorama es preocupante para el Tate.

09-04-2023 | 7:41 |

El rojiblanco sigue 27º con 7 puntos.
Foto:Luis Cetraro.

Es cierto lo que dice el Tato Mosset, que hubo un partido hasta la expulsión de Gordillo (intempestiva reacción, atolondrada y fuera de tiempo y distancia) y otro muy distinto desde el momento en que Unión se quedó con diez. También es verdad que la expulsión de Gordillo fue en el instante en el que Unión repartía todo: trámite, tenencia de pelota y hasta daba la sensación de que empujaba más que Belgrano, aunque con pocas ideas. Pero también es cierto que los golazos de Zapelli y Matías García le pusieron punto final al partido y que Belgrano, en el segundo tiempo, justificó ampliamente esa victoria que parecía exagerada al término del primer tiempo, pero que era decisiva para la suerte de Unión y el resultado del partido.

Mosset hizo algo bastante lógico: cambió el esquema que el equipo venía teniendo con Munúa para pasar a un 4-4-2 bien definido y agregando a Roldán a la mitad de la cancha para asegurar un poco más de contención. No le salió mal en el principio, porque el partido era parejo, cortado, con muchas imprecisiones y más corrido y luchado que jugado.



Al principio, manejaron mejor la pelota los volantes de Belgrano pero el partido cambió cuando los mediocampistas de Unión se adelantaron y obligaron al retroceso de los cordobeses. Es decir, el partido arrancó con Belgrano plantado en el campo de Unión y siguió con Unión más adelantado, emparejando el partido y hasta asumiendo la iniciativa en algunos pasajes. Es cierto que con poca claridad, con algo de proyección por el costado izquierdo a partir de la sociedad Corvalán-Juárez, poca gravitación adentro del área, pero la cosa estaba pareja.

La salida totalmente a destiempo, ni siquiera con la pelota dividida, de Gordillo hizo que el VAR convocara a Acita y éste le mostrase la tarjeta roja al colombiano. Tercera expulsión consecutiva y un partido que cambió de dueño de inmediato, porque Unión no pudo aguantar ni siquiera 15 minutos con el hombre de menos. Primero fue un golazo desde afuera del área de Zapelli contra el palo derecho de Mele y luego el gol olímpico de Matías García, que le dio la exacta combinación de “comba” y potencia para que se le metiera junto al segundo palo de un sorprendido Mele, pusieron a Belgrano arriba por dos goles (en ese momento, exagerada diferencia) y a la gente enardecida, apuntando sus gritos contra los jugadores y la comisión, algo que se repitió en el final del partido.

Como se podrá apreciar, todo lo que desde el banco se podía hacer era secundario. 0-2 y uno menos, con el ánimo por el suelo y la “olla a presión” que era el estadio, a punto de estallar. Mosqueira por Aued, Gerometta por Vera y Esquivel por el Rayo González a la cancha. Unión quedó con una línea de tres centrales (el Calderón, el pibe Ludueña y Corvalán), más dos defensores por los costados pero más adelantados en la cancha (Gerometta y Esquivel), dos volantes centrales (el pibe Mosqueira y Roldán) más los dos de arriba (Pajarito Juárez y Marabel). Claramente, Unión quedó a una distancia demasiado grande entre la posición natural de la mayoría de los jugadores (defensores y volantes de contención) y el arco rival. Aún así, un remate de Roldán motivó una gran atajada de Losada, que tuvo tres o cuatro intervenciones muy buenas a lo largo del partido.

Mientras esto le pasaba a Unión, Belgrano empezaba a manejar la pelota y el partido. Es un equipo que tiene funcionamiento, con un “5” (Longo) que se “banca la parada” en el medio, más volantes de mucha movilidad. No se desespera en tirarle centros a Vegetti, sino que trata de que la pelota le llegue lo mejor jugada posible. Y la diferencia de jugar con 11 contra los 10 de Unión se notó muchísimo en el segundo tiempo. Unión fue un manojo de voluntades sin demasiado orden ni ideas, que hizo lo que pudo ante un equipo mejor armado, que hizo correr la pelota y que siguió atacando y dando la impresión, en cada contragolpe, que el tercer gol podía llegar en cualquier momento.

Ese manojo de voluntades que era Unión tuvo, además, ese natural correlato de desesperación e imprecisión. Pases mal dados ante un murmullo que de inmediato se transformó en griterío y convirtió al estadio en una caldera. Eso que bajaba desde las tribunas era consecuencia de lo poco que se veía adentro y generaba aún más desesperación e impotencia.

El final no pudo ser más negativo: se disputaba el tiempo de descuento cuando Corvalán cometió un claro penal que Vegetti convirtió en gol y terminó sellando un resultado que, por lo que Belgrano hizo en el segundo tiempo y lo que jamás pudo revertir Unión a partir de los 28 del primero, cuando echaron a Gordillo, fue la diferencia clara que se vio entre un equipo que sabía lo que quería y aprovechó con mucha inteligencia y sabiduría el jugador de más, contra otro que demostró una vez más que no sólo se ha degradado futbolísticamente, sino que además sufre por cualquier circunstancia negativa que se le presenta en los partidos.

De más está decir que Mosset es el menos responsable, que quiso darle frescura al equipo con los ingresos de Ludueña desde el arranque y de Joaquín Mosqueira en el segundo tiempo, pero evidentemente no es el momento para los chicos. A veces, la fórmula de echar mano a los de abajo puede dar resultado o sirve de red de contención para evitar reacciones negativas de parte de la gente, pero generalmente, cuando se apela a esta fórmula y no hay una base medianamente sólida que contenga a esos jugadores que llegan sin ninguna experiencia en Primera, el resultado no es el deseado.

Unión necesita que los dirigentes adopten medidas rápidas, que tengan el diagnóstico muy claro y que no fallen en la elección del hombre que debe llegar para cambiar esta historia. Duele ver a este equipo y observar el proceso de degradación que viene teniendo, sin resultados y con un juego cada vez más impotente y preocupante.

 


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Autor:

Enrique Cruz

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