Obra La casa del lago de Constanza

En la caverna del señor Leiton

La casa del lago de Constanza es una obra profunda y alegórica, producto de la pluma de Adriana Verónica Tursi. Mailín Sylvester nos ofrece su adaptación junto a un gran elenco, los días sábados de septiembre y domingo de octubre en sala La escalera.
01-09-2022 | 11:11 |

Foto:Gentileza: Julián Marcus.
Ariel Gustavo Pennisi


El pasado sábado 27 de agosto pude apreciar la obra La casa del lago de Constanza en la función que se realizó a las 21 horas en la antigua casona devenida en teatro de Barrio Martin que los rosarinos conocemos como La escalera (9 de Julio 324).

El escenario bifrontal es acompañado por un excelente juego de luces que se suman a la atmósfera familiar de la casona para convertir en ideal el clima que desde el comienzo de la puesta en escena sumerge al espectador en una alegórica caverna al mejor estilo platónico del señor Leiton.

La multifacética historia convoca al espectador desde múltiples temas sensibles que nos atraviesan como sociedad. La violencia de género, las heridas del encierro y la cultura en general encuentran sus vehículos de expresión en una pieza donde el espectador difícilmente salga impoluto.

Ojos que no ven…

Las sombras invaden. El excelente vestuario diseñado por Soledad Yranzo y María Virginia Aparicios hacen lo suyo en perfecta combinación con el maquillaje de María Victoria Pajón para sumergir al espectador en una experiencia tan íntima como onírica, donde la demarcación entre lo real y escénico se entrecruzan en su mutua vulnerabilidad.

La obra en sí gira su trama en torno a la vida dentro de una casa en la cual sus habitantes se rigen bajo las normas de un régimen absolutamente patriarcal, donde una persona que es hombre y sufre de ceguera domina al resto. Se trata del Señor Leiton (papel encarnado por Pablo Minervino) quien para llevar adelante sus voluntades no solo utiliza sus recursos económicos, sino infinidades de manipulaciones psicológicas. Su ceguera no le impide dominar físicamente a la comunidad de habitantes mujeres mediante el miedo llevado al extremo para así cumplir sus deseos de todo tipo, creando su propia horda dionisíaca y aristocrática donde sus bajos instintos se ven refinados en un amplio universo literario que pierde sus letras en los acordes de Wilhelm Richard Wagner.

El equilibrio del régimen patriarcal de la casa es interrumpido por la llegada inesperada de un visitante, el seminarista Pablo Burman (muy bien interpretado por Javier Fernández) en clara representación del mundo exterior, sus normas morales y un régimen legal no menos patriarcal que el intruso lleva bajo sus brazos en formato Biblia, viniendo desde muy lejos para obsequiar al señor de la morada. Rápidamente, el peso de la casa fortalecerá sus fantasmas, sumergiéndolo en el olvido alegórico, torbellino de tormentos similares a los restos de las sobras que parecen darle vida a la caverna del Señor Leiton. En este punto las escenas son muy bien acompañadas por un excelente juego de luces y sombras en plena comunión con los espectadores, otorgándoles el pulso justo al drama y la comedia que parecen jugar su propia partida de ajedrez.

La caverna del Señor Leiton prontamente mostrará sus deficiencias estructurales, aquellas que cimientan la base de su opresión como lo pone en escena el teléfono en desuso imposibilitando la comunicación con el mundo exterior o la densidad en el ambiente que denotan la humedad de sus paredes.

Burman si bien abre para los habitantes de la casa la posibilidad de un afuera, queda prisionero de las manipulaciones del Señor Leiton sumergiéndose en el latente peligro de convertirse rápidamente en un fantasma más de aquellos que empobrecen día a día la vida del régimen, hasta su inevitable ocaso, en un final que me evocó desde el silencio del teatro al mejor cine del sueco Ingmar Bergman o el mismísimo Interiors (1978) del maestro Woody Allen.

Mailín Sylvester
Al finalizar la obra, su directora tuvo la gentileza de dialogar conmigo sobre el trasfondo de la puesta en escena y contó que le gusta mucho como trabaja con este grupo al cuál se sumó “a ellos que tenían un trabajo de mesa previo, en el que venían investigado bastante” y añadió “luego de haberme sumado a este proceso, convocamos a la quinta actriz que es Paula Carnovali para el papel de Elena, donde continuamos vía zoom aquellos primeros trabajos de mesa”.

Sobre el texto añadió, “nos llevó mucho trabajo, es profundamente simbólico y si bien tiene una narración muy clara, precisa, es muy poético con muchas referencias a cuestiones que fuimos investigando para darle nuestra propia lectura”. La obra viene desarrollando su temporada estreno de tres meses. El sábado 27 cumplió su primer mes escénico, al respecto Mailín sostuvo, “nos encontramos con la devolución de los espectadores de todas las cosas que piensan y nos devuelven de las cuales algunas coinciden con aquellas que surgieron en el grupo, otras son nuevas y nos sorprenden”.

Deja una sugerencia para los nuevos visitantes, “es una obra que después de verla recomendamos ir a tomar algo con la persona que la fuiste a ver, por la multiplicidad de aristas que tienen para relacionar. Es una puesta escénica que invita a quedarse con ella un rato mas después de la función”.

El proyecto nació en los meses de pandemia, y cuenta con un amplio trabajo de preparación, “estuvimos trabajándola mediante ensayos durante mas de un año. La presentamos en un concurso de fomento de industrias creativas y salimos beneficiades y con ese dinero pudimos comenzar a ensayar en salas”. Sobre el estilo agregó, “la puesta en escena y el modo de escenario que es bifrontal, surgió en la sala, estando allí y viendo las posibilidades”.

Las marcas del encierro
“No podemos negar que la obra surge durante la cuarentena y que todo el encierro dejó una marca en nuestros cuerpos y psiquis” afirma Mailín Sylvester y agrega sin desentenderse del contexto que la vio nacer, “cuando en la obra hablamos del encierro y el temor a no poder salir, nos resuena mucho la dificultad de relacionarnos con el exterior, la puesta en escena aborda mucho esta cuestión y nosotros ponemos énfasis en la violencia de género, algo que aumentó mucho en la pandemia, contemplando el flagelo de que todas las mujeres que sufrían violencia de género estaban encerradas en sus casas con sus agresores. Creo que la historia lo potencia muchísimo a pesar de que fue escrita mucho tiempo antes de que comenzara la cuarentena”.

Como espectador testifico las palabras de la directora, que si bien en la trama no se habla de la pandemia en si, inevitablemente aparecen situaciones que resuenan en el público porque algo de aquello que se muestra se padeció de forma colectiva y dejó sus marcas.

Para finalizar, la directora resaltó la importancia del lugar elegido para estrenar el montaje, “realizar la obra en una casa antigua, plagada de puertas y ventanas le da también un ambiente íntimo. Que el público se sienta dentro de la casa, dudando de lo que escucha si es real o no, nos parece un fenómeno sumamente interesante”.

Sinopsis

En La casa del lago de Constanza no vemos un lago, aunque sepamos que está allí. Algo oscuro y profundo donde perderse por años, por décadas. Donde estamos semi-ciegos y percibimos a los otros mediante sombras. En esta casa no hay espejos. Aquí los habitantes buscan lánguidamente algo o alguien donde reflejarse, perdiendo de vista que las sombras hacen que a veces no podamos ver con claridad.

Actúan

Javier Fernandez como Pablo Burman
Pablo Minervino como El Señor Leiton
Liliana Oppido Igareta como Magdalena
Paula Carnovali como Elena
María Victoria Vitta como Ana

Ficha técnica
Dramaturgia:
Adriana Verónica Tursi
Dirección: Mailín Sylvester
Diseño gráfico: Guadalupe Vilalta
Vestuario: Soledad Yranzo y María Virginia Aparicios
Diseño y asesoramiento de maquillaje: María Victoria Pajón
Asistencia técnica: Belén López Medina
Fotografía: Julián Marcus
Prensa: Maximiliano González
Tiempo: 80 minutos aproximadamente.
Redes sociales: Intagram: @lacasadellagodeconstanza. Facebook: La Casa del Lago de Constanza
Funciones: sábados de septiembre a las 21. Domingos de octubre a las 20.
Lugar: Teatro La escalera (9 de Julio 324, Rosario).

La sala cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro, el plan Fomento y el Ministerio de Cultura de La Provincia de Santa Fe. También en cartelera de Teatro La escalera: el aclamado unipersonal “El Laberinto hacia la simplicidad” (una obra sobre Milena Jesenská) de la directora Mailín Sylvester y con la actuación de María Victoria Vitta, tendrá su única función del mes el domingo 4 de septiembre a las 20.



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