Literatura

La vida de los otros

 Invisibles es el primer libro de cuentos de Maira Rosso, una escritora que habita la periferia de la ciudad de Rosario e inscribe por medio de su letra amorosidad ante el desasosiego como naturaleza. Edita Remitentepatagonia.

19-03-2024 | 18:13 |

Invisibles es el cuento que bautiza el libro. Una ficción que nace de un hecho verídico.
Foto:Foto: Gentileza.

 La prosa de Maira Rosso se pone al servicio del lector en formato de péndulo, que ejerce sus movimientos en los extremos del crudo realismo y la magia de la poesía. Por lo general, las quince historias que componen el libro están narradas en primera persona, y aquí comienza a edificarse la visibilidad de su técnica y la profundidad de su arte.


El cuento “Sutura” es una historia bisagra en el libro. El único relato distópico aunque no imposible de la recopilación, que puede ser dividida a partir de esta historia, en dos conjuntos. Por un lado, aquellas historias que incomodan porque por funcionamiento estructural como ciudadanos no queremos ver, la trama de lo invisible y, por otro lado, las cinco historias finales.


Invisibles es el cuento que bautiza el libro. Una ficción que nace de un hecho verídico, según cuenta la autora: “La escribo a partir de unos vecinos que tuvieron sexo en el palier del Fonavi donde vivo. La fui masticando y cree esa historia que termina ahí, dándole el significado amoroso, buscando resolver ciertas cuestiones oscuras. Uno de los personajes de ese cuento, a los quince o veinte días que termine de escribirlo, lo matan en una balacera”.


“A Martín le tocaba convencer a los que juzgan la vida desde atrás de un vidrio, gente que mira sin ver y se apiada sin sentir” escribe Rosso. “¿Cuántos ciegos serán necesarios para hacer una ceguera?” se pregunta José Saramago en la novela Ensayo sobre la ceguera, una pregunta que cae bien parada en la obra de Maira; una escritora que viene de los lugares invisibilizados incluso por el arte en general, la periferia de la ciudad de Rosario.


Maira Rosso parece instalar con su pluma un interrogante que incomoda, aunque quizás sea sin intención de búsqueda narrativa: ¿por qué la periferia solo encuentra en los murales y carteles de papel lugar para la letra?


Visibilizar la invisibilización de lo común y cotidiano parece ser la función ética de los primeros relatos, “el pasillo angosto, los gritos, las corridas. La pobreza es mala suerte” escribe de forma metonímica en “Los pobres calzamos zapatos usados”, un relato tan crudo como incómodo, lo que explica el detalle técnico y bien cuidado de lo narrado. ¿Qué dados estaba utilizando el todopoderoso cuando el lector nació?, nos podríamos preguntar en oposición a la negativa de Albert Einstein (“Dios no juega a los dados con el universo”).


Volviendo a “Sutura”. Está ambientada en un hospital, en un futuro que podría no ser muy lejano, en un mundo que comenzó a desmoronarse en el año 2020 con la pandemia del COVID-19. La gerontofobia es una temática muy bien trabajado desde la distopía por Adolfo Bioy Casares en la pequeña novela Diario de la guerra del cerdo (1965), donde los jóvenes desatan una despiadada persecución y matanza hacia los ancianos. Una historia distópica que fue llevada a la pantalla grande en 1975 por el director Leopoldo Torre Nilsson. El mundo de Rosso es tan cercano como el de Bioy, pero a diferencia de este, la pandemia ya realizó el sucio trabajo de matar a los viejos y todos en el hospital “están conmocionados por ver a una anciana con vida” y el manto de la muerte dejó la epifanía de la enseñanza: “habíamos aprendido en un tiempo que amar la vida es saber contemplar el arte y la belleza de aquello que envejece”.


El cuento es bisagra en el libro, que puede ser leído como dos libros en uno, ya sea separado o de un tirón, sin importar el orden, que no altera el producto.


Los cinco cuentos finales, que comienzan con “Papá se fue” y culminan en “El rescate”, conforman el invisible entramado de los sufrimientos de una familia de clase media que parece desmoronarse cuando el padre de la casa abandona su mujer por una joven que podría ser la hija o nieta. Secretos, celos, envidias y maltratos se desnudan a partir de la cama de un pobre hospital público que aloja al vencido padre caído en la desgracia de un accidente. Las deudas afectivas no se harán esperar, en el pulso de un universo hospitalario que Maira Rosso conoce a la perfección desde el trabajo que desempeña como instrumentadora quirúrgica.


Invisible son los lazos perversos que sostienen el complejo de culpa que llevan al hombre a inventar sus pecados. Invisibles son los deseos paternos al borde de la muerte en una internación domiciliaria, los abusos intrafamiliares, la fidelidad de un animal y la pobreza estructural. Invisible es el sadismo económico y el genocidio moderno. Los cuentos de la primera parte del libro narran desde la incomodidad de lo oculto, tejen en sacos rotos, y solo por eso, son historias que valen la pena ser leídas y luego, porque no, valorarlas desde la estética y el cuidado que la autora propone como rescate de un mundo que se hace invisible para poder ser más llevadero.


Dice Maira Rosso

En diálogo con Mirador Provincial la autora cuenta que el proceso de escritura de los cuentos comienzan con la mirada de cuestiones que la convocan: “camino por la ciudad y veo una puerta que me llama la atención, pero no me quedo con que es una puerta que me llama la atención, me acerco y la comienzo a descascarar, busco en su interior, él debajo de esa puerta”.
Escribe cuando empieza el libro, “todo el mundo sabe que la gente muere; pero nadie ve morir lo ajeno”, y tiene que ver con ponerse en la piel del otro, “siempre escribo sobre las cosas que pasan en el barrio. Yo vivo en Barrio Plata o Acindar”.


La autora narra aquello que tiene a mano, “me llegan y le busco la vuelta a estos personajes. Quizás son las preguntas y repuestas que yo me planteo y las voy urbeteando. Me dejo llevar por lo que veo, siempre con la mirada en un otro que puedo ser yo y empiezo a meterme más adentro para ver que encuentro y resolverlo de una manera amorosa”, afirma.


Sobre los últimos cuentos confiesa que son personales, pero no son biográficos porque tienen mucho de ficción. Son para la autora relatos que se convirtieron en una forma de resolver cuestiones dolorosas: “Tienen más que ver con el accidente de mi viejo, y meterme en el cómo le cambia la vida a una familia ciertos hechos puntuales, y traumáticos. Cosas que no estaban previstas que pasen, y terminan pasando y descubren un montón de cosas por detrás”.


También anticipa: “Estos últimos cuentos son el comienzo de una novela, que tratan de un accidente de una persona que estaba laburando y de golpe se encuentra con que queda cuadripléjico, pero siempre trata de ahondar en que pasa con la familia”.


Maira Rosso es una escritora que “viene de abajo”, realizó mucho tiempo talleres de alfabetización y conoció historias que usa para visibilizar desde la empatía literaria: “Tratar de mirar y sentir en carne propia lo que le pasa al otro”.

Bio

Maira Rosso nació en Rosario y vive en un barrio periférico de la ciudad. Escribió su primera novela y un cuaderno de poemas en la adolescencia, al regreso de uno de los viajes que hizo como mochilera durante varios años. Completó la formación secundaria en un colegio para adultos y empezó a estudiar filosofía, carrera que abandonó para dedicarse a su familia.


En busca de liberar el caudal creativo, incursionó en varias áreas, entre ellas, la Fotografía. Después de recibirse de instrumentadora quirúrgica universitaria, mientras trabajaba en quirófanos empezó a escribir, y se abrazó a la literatura como a una balsa que ya no volvió a soltar.


En 2022 fue premiada en la convocatoria Poesía ya, del CCK, por un videopoema titulado Viaje, y ese mismo año empezaron a ser publicado sus cuentos en la contratapa de Rosario/ 12. Invisibles es su primer libro.


Datos del libro

Título: Invisibles


Género: Narrativa /cuentos


Autor: Maira Rosso


Prólogo: Lucrecia Mirad


Contratapa: María Fernanda Trebol


Corrección: Julia Chaktoura


Diseño de tapa: Pablo Lo Presti


Diseño interior: Julio C. Zani


Foto de tapas: Graciela Suárez


Sello: Remitentepatagonia


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