Regreso desde Europa

Volver de viaje y aislarse: la experiencia de cuarentena en primera persona

Armar el plan durante meses y soñarlo. Cruzar el Atlántico, llegar a Europa y empacharse la vista con el Viejo Mundo. Hasta ahí, algo normal para cualquiera que pueda darse ese lujo. Pero hacerlo y concretarlo en medio de una pandemia, no es algo que se escuche seguido. Porque fue partir con una idea y en el medio una explosión. El regreso, una verdadera odisea.


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Pablo Rodríguez
redaccion@miradorprovincial.com


Una santafesina estudiante universitaria pudo volver y por estas horas está terminando su cuarentena en perfectas condiciones de salud. Oriunda de Elortondo, Chiara Bianchini pudo a sus 26 años retornar por tercera vez a Europa, para terminar un viejo anhelo que tuvo con una amiga, que después fue la posta para un familiar y que finalmente tuvo que encarar sola.

Sí, porque a horas de presentarse en Ezeiza para tomar el vuelo, su hermana, con la que armó las valijas, bajó de su departamento a recibir un delivery. La ojota que tenía puesta se le salió, patinó y una mala pisada la dejó con una fractura de tibia y peroné. Increíble, ¿no?

Sola, sin Netflix
Apenas llegó al país y después de desinfectar todo lo que trajo, empezó a desconectarse del planeta tierra. La constante de cada día antes de agarrar el celular como hace cualquiera de los mortales, era medirse la fiebre. De mañana, tarde o noche. La temperatura del cuerpo es uno de los factores claves para estar preparados. Pero en este caso, hasta este domingo 29 de enero a las 21 horas, siempre estuvo en los parámetros normales.

“Nunca tuve síntomas ni tengo. Me sentí bien desde que llegué a mi departamento. Busqué consejos de profesionales en la red, leí sobre como sobrellevar la cuarentena. Me enfoqué en los pasos para no bajonearme”, contó a este medio.

Es que según le explicaron los médicos, no hay que tirarse al sedentarismo, sino que se debe activar el cuerpo y la mente dentro de casa: “Lo primero, fue sacarme el pijama. Pintarme y arreglarme como si fuese que voy a cursar a la facultad o al trabajo. Todos coinciden en que no es bueno estar como si recién nos levantamos, porque termina siendo contraproducente. Así que durante estos 14 días esquivé la cama, las horas de maratones en Netflix y me enfoqué en libros, música y hasta en clases de gimnasia por internet”, aseguró.

Otra cosa que destacó y no menor, es que 24 horas después de su arribo, fuerzas policiales y del Ministerio de Salud de Santa Fe, se hicieron presentes en su domicilio. Las preguntas, fueron de todo tipo. Desde las obvias como si padecía de alguno de los síntomas característicos o bien si había estado en contacto con alguien. Además, se ofrecieron a ayudarla si es que tenía necesidades. Le explicaron que no podía salir bajo ningún punto de vista y que se manejara si o si con cadetes. Le dejaron muchos barbijos, guantes y se fueron. Pero no desaparecieron: el contacto siguió a diario por correo electrónico, Whatsapp y SMS.

“Ahora lo llevo bien al asilamiento. Pero al principio fue duro. Se que muchos están en la misma situación. Es triste no estar en mi pueblo, con mi familia, los amigos o compartir el tiempo con mi novio”.

Minuto a minuto
En el tiempo que Chiara estuvo en Europa, el paisaje urbano puede definirse de dos maneras: normal y tranquilo al principio, para fines de febrero; e intenso y cambiante para los primeros días de marzo.

Pasó por Londres, París y Ámsterdam. Pero en Barcelona se terminaron las aventuras. El final del recorrido, inevitablemente tuvo que ser de encierro: “Fue raro. Cuando llegué, no había gente con barbijos ni tomando medidas de seguridad. Todo abierto, podías ingresar a cualquier lugar sin problema. No estaba tan avanzada la pandemia. Las fronteras no estaban tan estrictas. Pero con el pasar de los días me iba dando cuenta que la cosa venía cambiando”.

Así y todo, se llevó lo indispensable y tomó sus propias medidas. Alcohol en gel, barbijos y guantes. Evitó todo tipo de contacto cercano con otras personas y si tocaba alguna superficie, enseguida se desinfectaba. En cierto modo, fue un punto para ella dentro del contexto complejo que iba tomando forma a pasos agigantados.

La prueba fue la vuelta. Según sus propias palabras, de “terror”. Primero que nada, porque le robaron dinero, documentación y el celular en el exterior. Segundo, por la cantidad de gente que se abarrotaba en el aeropuerto de Barcelona, lugar desde donde emprendió regreso. De más está aclarar que no la tuvo sencilla.

“Para subir al avión, quitaron la manga tradicional. Nos hicieron cruzar en colectivo. Pero no nos dejaron bajar hasta que desinfectaran la aerolínea. Nos tocó estar más de media hora arriba, todos amontonados. Gente gritando y llorando. No fue nada agradable”.

Al llegar al país, el 15 de marzo, el avión aterrizó sin protocolo de emergencia, teniendo en cuenta el lugar de procedencia. Les entregaron una declaración jurada donde pedían datos personales e insistían en saber si los pasajeros presentaban algún tipo de síntomas. “Ese papel se lo dimos a las azafatas, luego vino un funcionario del Ministerio de Salud y empezaron a llamar a quienes habían manifestado que presentaban síntomas. Sin controles o pedidos extras, yo bajé y me vine directamente a Rosario”, describió.

Hasta este domingo a la noche, sobrevivió gracias a las provisiones que dejaron sus familiares. Y ni hablar, con los extras que aportaron los amigos: idas al super y llenar el chango.

“Como único consejo les puedo decir que hay que quedarse en casa. Si hacemos eso, la curva baja. Nos tenemos que quedar. Podemos frenar el número de infectados y no saturar el sistema de salud que no está preparado para tanto. Es difícil, duro. Lo se y lo entiendo. Afortunadamente tenemos un gobierno que adoptó las medidas a tiempo. Otros países latinos empezaron con las medidas iguales a las nuestras, pero más tarde y los casos se dispararon. Tenemos que ser conscientes y salir todos juntos de esta”, admitió.



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