Literatura

Cristian Molina, el poeta del pueblo

El escritor y docente Cristian Wachi Molina se metió adentro de la maleta del último Festival Internacional de Poesía Rosario, y lo abrió hacia la ciudad para desplegar eventos sin precedentes.


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Por Pablo Bigliardi (*)
 

En el año 2010 convocan a Cristian como poeta invitado para participar del Festival Internacional de Poesía de Rosario, cuando ya circulaba activamente en ciclos de lectura y grupos de poesía. Fotos: Gentileza.

Su original gestión logró que participaran activamente tanto los barrios como el centro de la ciudad. Los transeúntes casuales que caminaran por la peatonal podían ver a un poeta recitando a viva voz en una vidriera común de las tiendas tradicionales del centro. Pero para llegar a este evento tuvo que pasar por las peripecias del estudiante de clase baja. Con una determinación obstinada y un tiempo lento de apreciación de la mirada del trabajador que espera su momento, fue logrando desde un inicio arduo, un presente con grandes proyectos a futuro.

Foto: Gentileza.



Aconsejado por un profesor de la escuela secundaria que le hizo entender que en Rosario había un movimiento cultural interesante, llegó en el año 2000, a los diecinueve años a estudiar Letras. Desde su lugar de origen, Leones, provincia de Córdoba, en donde había nacido en 1981, en su etapa de la secundaria había concursado en varios certámenes y olimpíadas nacionales de medio ambiente en las que ganó premios en dólares, que le permitieron costearse la carrera. Lo querían becar para que estudiara carreras afines al medioambiente y, si bien le interesaba la problemática ecológica, la certeza de la carrera de Letras era su norte en primera instancia, la segunda ser escritor.

"Los primeros tres años me banqué solo con el dinero de los premios. Vivía en una pensión ubicada a dos cuadras de la facultad de Humanidades. Un año después alquilamos un departamento con Priscila, una amiga de Leones. Cuando se me terminó el dinero de los premios, empecé a ir a Leones los fines de semana para dar clases en un taller literario municipal, con eso pagaba el alquiler. También me ayudaba mi vieja cocinando empanadas y pastas caseras; entonces yo daba las clases, repartía la comida hasta la medianoche del sábado en bicicleta y como no me alcanzaba para pagar el pasaje, volvía a dedo a Rosario. Ahí entré en contacto con los camioneros. Ese mundo fascinante de la ruta y de los mitos asociados retorna con cierta intensidad de pasado, porque de alguna forma pasó a mi escritura. También implicaba otra forma de relacionarse, porque antes atravesaba la ruta 9 por el medio a cada pueblo. En cambio, en la autopista va por el costado, por el campo. El camionero te llevaba hasta un pueblo, te bajabas, te parabas en el semáforo, veías los comercios, a la gente y volvías a hacer dedo para el pueblo siguiente y ese viaje llevaba tres o cuatro horas. Un día viajamos en camión destrozado por otra ruta con Priscila. Fue el único que paró en un verano muy caluroso, nosotros con la piel quemada y ampollada esperando y pasó este buen hombre. En donde estaba la palanca de cambios había un agujero en el piso por el que subía todo el vapor del asfalto caliente y a una velocidad que no superaba los 40 kilómetros por hora. Tardamos seis horas más las tres horas de hacer dedo. Llegamos con los brazos ampollados y las caras coloradas.

A Cristian le costó vincularse con el medio rosarino. El lugar en el que convivía en la semana se suspendía los viernes cuando se iba a Leones y regresaba los lunes a la madrugada:

"Mi economía no me permitía participar del mundillo literario de Rosario, leía y escribía por mi cuenta. Cuando terminé la carrera, empecé a trabajar en una librería. Una cadena cuyo local se situaba en el shopping Portal Rosario y vendiendo libros se aprende mucho, pero yo tenía ganas de publicar mis libros, de investigar, de escribir ensayos, narrativa y poesía. Empecé a ver qué posibilidades había y me salió una beca para ir a Estados Unidos a estudiar en la Universidad de Boulder, en el 2007. Desistí porque tenía que volver a exiliarme y ya estaba con mi pareja y mis afectos. Cuando me vine del pueblo extrañaba a mis amigos, mi familia y no tenía ganas de volver a vivir esa experiencia en Estados Unidos. Justo cuando desistí de la Beca, el estado argentino empieza a potenciar el CONICET. Apliqué para una beca que era de agencia, no de Conicet, al que luego entré y empecé a trabajar e investigar, a vincularme con otros escritores/as de Rosario. Después de siete años de estar viviendo en Rosario, resolvía mi cuestión económica y me iba insertando en la cultura."

En el año 2010 convocan a Cristian como poeta invitado para participar del Festival Internacional de Poesía de Rosario, cuando ya circulaba activamente en ciclos de lectura y grupos de poesía. Uno de los grupos iniciales en los que estuvo relacionado, se llamó Espiralnetico, integrado por Juan José Mendoza, Nicolás Manzi y Julia Rossi, entre otros.

"En ese proyecto iniciado en el 2003, fuimos de los primeros en pensar en esas articulaciones entre escritura y la web junto con Héctor Píccoli, que venía experimentando ya desde los 90, pero nosotros lo pensábamos más desde lo experimental. Éramos compañeros de Letras, hacíamos juegos surrealistas y publicábamos nuestros escritos. Mi primer libro salió ahí, se titulaba Polos, que eran Rosario y Leones; tenía que ver con ese trayecto, los viajes, mi experiencia de ida y vuelta por la ruta 9. Mi segundo libro fue Wachi Book, uno de los primeros que experimenta también con las redes sociales, de publicarlo en relación con ese nuevo formato. Poco después, vino Piletas de Félix Bruzzone o los Diarios de Alberto Giordano. Muchos autores al principio tenían una resistencia enorme con Facebook y me criticaron por eso, pero terminaron haciendo lo mismo. Después, todo fue salir de esa zona de confort que era la Facultad y la vinculación que tenía en relación con la literatura de Rosario era desde la Facultad, que no era poco. A veces los escritores de clase media y acomodada tienen una resistencia muy fuerte con la Universidad, pero la verdad es que para quienes venimos de la nada, la Academia puede ser la única posibilidad que tenemos para acceder a la cultura de manera gratuita (y eso es gracias a la educación pública de nuestro país que hay que defender). Hay mucha gente a la que la academia le permite cosas que no pueden habilitar otros espacios más informales, que tienen sus potencias, pero hay que tener aguante o rentas para solo vivir allí. La academia me permitió otra posibilidad, fue un trayecto largo y lento, pero no estoy disconforme con eso".


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Comenzó a trabajar en la Facultad como ayudante de Cátedra de Literatura Europea II. El trayecto hacia titular de esa cátedra lo sintió como natural, como parte del recorrido. En cambio, asegura que eso de devenir "gestor cultural" no lo entiende mucho: "¿qué sería ser gestor cultural? Porque lo hice siempre y me resulta raro ese título; es decir, organicé muchos encuentros, ciclos, encontrándonos entre artistas, escritores, o críticos. En el 2015, organizamos el festival de APOA, La juntada. Festival de Poesía Joven en Rosario, con Maia Morosano, Fede Rodríguez, Ce Ulla y Cecilia Gallino. Convocamos a muchos poetas emergentes; era un evento que se organizaba a partir del mismo festival que se realizaba en Buenos Aires y que fue teniendo su presencia en el resto del país. Nuestra organización articuló varios espacios culturales como la Facultad y centros culturales independientes y autogestivos. También organicé congresos, seminarios, talleres, cursos, ciclos de lectura. Con Alejandra Méndez creamos la Tirada de Poemas en la Casona Giró, que fue muy lindo, una experiencia intensa que duró un año. Invitábamos a cuatro poetas y después de la lectura se hacía un intercambio con todos los participantes del encuentro, de los lectores-oyentes con los poetas. Tomábamos vino y a veces se tiraban las cartas."

En el Conicet, Cristian se desempeña en el terreno de la gestión pública y científico-cultural como Vicedirector del Instituto de Estudios Críticos en Humanidades (IECH) a lo que dijo: "no me interesa quedarme sentado aportando ideas para que otros las hagan; o en la posición fácil de criticar sin tomar el riesgo. Si tengo una idea la voy a escribir, pero también trataré de llevarla adelante, no quedarme sólo en el terreno del pensamiento. El desafío es el del salto del pensamiento a la acción en lo real, la performance del pensamiento, de articularlo con las prácticas; ese peligro me entusiasma".

A partir del año 2020 forma parte de la organización general del Festival Internacional de Poesía, en la residencia, donde armó una propuesta de talleres para jóvenes poetas del Cono Sur. En el año 2021, fue curador con Alejandra Méndez, bajo el lema Poesía en las Orillas. En el año 2022, fue convocado como coordinador general del Festival, tanto de producción como de curaduría.

"Fue una experiencia intensa y riesgosa de trabajo comunitario y colectivo. Junto a los organizadores, funcionarios y trabajadores de la cultura, llevamos a los poetas a la calle, salimos de todas las formas que pudimos y con los recursos que teníamos en años de crisis económica y pandémica, pero es importante remarcar que, el Festival se sostuvo por un importante esfuerzo de articulación entre el Estado provincial y municipal, e instituciones de la ciudad (como el CCPE), desde hace tres décadas. Hay recursos que son asignados y que se deben gestionar dentro de un marco de coherencia y responsabilidad colectiva. No fue solo sacar a la calle el Festival sino intentar también que se lo apropie la comunidad y si alguien tenía una propuesta vinculada a la poesía y la acercaba, la evaluábamos en función de los recursos y de las posibilidades que teníamos para ver de qué manera se podía hacer. Al Festival se lo propone para la ciudad, no es de quien coordina ni de quien cura, sino que es de los poetas y de la provincia, porque es el evento cultural más genuino que nació y se inventó desde Rosario. Es un trabajo de generaciones que logró que fuera reconocido a nivel mundial. El esfuerzo también está en recorrer barrios, instituciones, escuelas, u otros espacios culturales. Eso le da una ingeniería compleja de articulación con muchos actores, con miles de reuniones, llamadas por teléfono, mensajes de WhatsApp, visitas. Es muy estimulante, a pesar de que siempre hay críticas que sirven y otras que no: son parte del folclore. El festival dura tres o cuatro días y todo tiene que suceder en ese tiempo, después podemos discutir y pulir lógicas porque algo va a salir mal y de eso aprendemos para el año siguiente. Mañana podrían dejar de convocarnos y ojalá que otros tomen la posta y lo hagan mucho mejor, porque el Festival no es de nadie, es de los poetas rosarinos, de Rosario y de la provincia de Santa Fe, y lo merecemos todos".

Cristian publicaría otros libros en los siguientes años como La Juanita, con la editorial Baltasara, Poesía Molotov, Le Pécore Nere; Gerarda, la mutante, cuentos para niños, Libros Silvestres, o Machos de campo, cuentos, Baldíos en la lengua, Buenos Aires. En el año 2006 fue convocado para trabajar en un programa de la Secretaría de Cultura de Córdoba que consistía en elaborar un libro sobre la historia de Leones a partir de los relatos orales de sus habitantes.

"Escribimos sobre las plazas, porque mi pueblo tiene más de siete plazas en una población de menos de diez mil habitantes. Hay dos plazas enfrentadas de un lado y del otro de las vías del tren, en la zona norte la plaza de la Madre, donde está la Municipalidad, y, en espejo, la plaza Belgrano, en la zona sur. Son las primeras que nacen en torno de las vías férreas que inauguran la Estación Leones en 1881. Pero hoy, luego de ese libro, las plazas siguen escribiendo historias. En donde estaban las cerealeras, que perjudicaron la vida de muchos habitantes, ese espacio se parquizó y se hizo una plaza que conecta con la plaza de Malvinas, conformando una especie de cadena de plazas. La gente vive en las plazas, pasás tu infancia, adolescencia y después tu vida adulta ahí. Hay toda una cuestión de la ciudad en torno a las plazas, como un modo de resistencia al trazado español-europeo desde el espacio latinoamericano. Cuando recopilaba la historia de vida de la gente a través de sus relatos, reflexionaba sobre ese modo de vida histórico que se dio allí. Cuando me hablan de gestión cultural, pienso en esto, que es lo que a mí me gusta hacer".

(*) Pablo Bigliardi montó una biblioteca en su peluquería desde donde fomenta la lectura sugiriendo escritores tanto emergentes como conocidos a cuya obra también se las reseña en redes sociales o diarios y revistas culturales.



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