La biografía de Fito Páez

Horacio Vargas: La vida después de la vida

La tercera edición del libro “La vida después de la vida”, compilada a fines de 2022 por el escritor, productor musical y periodista Horacio Vargas, será presentada junto a Ignacio Amarillo, en la XXIX Feria del Libro de Santa Fe, el jueves 21 de septiembre.


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La vida de Rodolfo Páez tiene una modificación. El pibe que toma clases particulares de piano, va a la escuela o juega al fútbol con sus amigos, ha dejado de vivir una vida convencional y deja de ser uno más del montón en la cultural y rockera ciudad de Rosario de fines de los 70. Se entiende esto desde el certero prólogo de Martín Prieto y “eso es verdad” como diría la canción de Fito: quien ha tenido tantos giros en su vida, merece la pena contarlo por eso, Horacio Vargas, trabajó y reeditó la biografía completa. La primera edición fue hecha en 1994 cuando la figura de Fito había explotado en millones de discos y luego, con el tiempo pasado y presente de los éxitos, merecería más modificaciones, porque la inagotable historia de Fito aún se sigue escribiendo.

La nueva edición salió a la calle en noviembre de 2022 bajo el cuidado de la editorial Homo Sapiens. Su primer capítulo -como casi todos los demás-, es titulado con el nombre de una de sus canciones “Del ‘63”. Oportuno para la introducción a la infancia de Fito, a los inicios musicales o las frustradas intentonas de trabajar en algo como en la pollería del padre de un amigo. Cada vivencia es diseccionada luego de una aparente entrevista o un seguimiento de investigación en donde no se ha escapado un solo detalle. Empieza con la madre de Fito que pronto se muere y la abuela, junto a una tía, se encargarán de la crianza. Los primeros toques en el piano que hereda de su madre, su paso por la escuela secundaria en la Dante Alighieri en la etapa del golpe de estado de 1976, sería el mismo colegio en donde debutó con una de sus primeras bandas.

En el siguiente capítulo de nombre: “La vida es una moneda”, Vargas pormenoriza las bandas que formó Fito junto a un hervidero de músicos. En aquella época había un recorrido cultural rosarino, de a pie y que en la actualidad, sólo quedan ecos retumbando en algunas paredes del centro. Neolalia, Staff, Sueñosía, Graf, por ejemplo, fueron las primeras formaciones con amigos como Fabián Gallardo, “Pájaro” Gómez, Luis Fuster o Risemberg. “Neolalia nos dejó la huella de la búsqueda - reflexiona Pedro Squillaci-, de juntarse para tocar y divertirnos y a la vez por el disfrute.

Todos intuíamos que estábamos aprendiendo y creo que ninguno imaginaba que haría una carrera con la música. Hoy es un placer comprobar que muchos de los que estuvimos ahí todavía seguimos vinculados con lo artístico. Y creo que no es casualidad”.

Cabe destacar que, estos nombres como el del Toto Paniagua y de otros amigos, son los mismos que circulan en la actualidad, que caminan las calles rosarinas, continúan sus vidas y esperan las asiduas visitas de Fito, quien un día se fue de su casa con 18 años recién cumplidos. “Así durante años ensayando y tocando con todo el mundo. Me daba la impresión de que en Rosario no pasaba nada, que el circuito se había agotado. Tenía el bocho puesto fuera de Rosario. Todo lo que me interesaba a mí era lo que estaba lejos de mí. Me parecía que le había tomado el tiempo a las cosas, como saber la cantidad de cafés que podía tomar en Saudades, era prisionero de un circuito. La vuelta del perro en el bocho. La vuelta rosarina como círculo perruno, repetición forzada, jaula de horarios. Me cansé. Había que seducir a otra gente. Siempre tengo, hasta hoy, esa sensación”, escribió Fito. El lugar de destino fue el barrio de Floresta en la casa de Lalo de Los Santos; luego pasaría un tiempo en la casa de su tío Aurelio que lo echó olímpicamente por armar “líos de ensayos” con sus amigos Rubén Goldín y el Zappo Aguilera. Se muda directo a la casa de unas amigas que vivían en el mismo edificio. Entonces llega el estallido de la trova rosarina con toda la furia y el país se entera de ellos gracias a la sede porteña de Buenos Aires que los acoge. Algunas chicanas periodísticas, el interior, el folclore y luego de darle vueltas al asunto el nombre definitivo de Trova Rosarina, que un día se disuelve. Dice Fito: “Y como todos los grupos se disuelven, nosotros no íbamos a ser la excepción”.

En el mejor momento de la Trova, cuando “Actuar para vivir”, era el disco del año 1982, Fito le confiesa a Baglietto que Charly García lo había llamado para tocar en su banda a lo que Juan responde: “Si yo soy amigo tuyo y me creo amigo tuyo, no puedo pedirte que te quedes”. Y Fito se va con Charly y tocan en vivo, ensayan, se aman, se odian, tocan “Clics Modernos”, luego graban “Piano bar”, come el famoso sánguche del felipe largo y como si eso fuera poco, según la revista Pelo, “Del 63”, cuyo autor es el rosarino famoso, es considerado mejor disco del año 1984.

Más tarde llegaría la gira nacional por los 40 años de la Trova Rosarina, pero Fito no sería parte. Horacio Vargas va marcando los detalles en mezclas de entrevistas con ubicaciones de lugares y fechas que parecen escritas con el interés del perseguidor, de aquel que acompañó y siguió de cerca los movimientos de la Trova y que, con un dejo de fanatismo y con la amabilidad del cronista, llegó para contarles a todos sobre un enorme gigante de la música que fue acompañado por otros genios que desempolvaron el mueble estático rosarino hacia el mundo y que siempre estarán volviendo para agitar su ciudad.

En el capítulo “Muerte a la muerte”, Vargas recorre a modo de crónica el asesinato de la familia de Fito cuyo resultado es el disco “Ciudad de pobres corazones”, con la producción de Marcus Miller. Es una obra de arte del desgarramiento del corazón de Fito, la influencia de Prince y el ingreso de máquinas de ritmo, samplers y sintetizadores. Escribe Vargas: “Ciudad… vendió menos que Giros y eso obedeció a la complicada relación entre el mercado y la filosofía personal, cuando uno hace lo que le surge como algo inesperado: ‘La gente viene al mundo a aburguesarse, yo incluido.

Pero cuando viene alguien que basa su obra en la descomposición social o personal, parece una compulsión para cagar a alguien. Y aunque no lo seas, pasás a ser un marginal’. A fines de 1987 se publica la encuesta del suplemento Sí del diario Clarín. Fito es premiado como Mejor Solista, Mejor Disco y Mejor Tema. Finalmente, un disco hecho desde el dolor terminaba dándole una gran alegría a su corazón”. El amor después del amor le llega a Fito con todo el amor, la gloria verdadera, el reencuentro con Rosario, la reivindicación merecida en su máximo esplendor. Fernando Piedrabuena ilumina con las novedades importadas un espectáculo a todas luces: “Antes salían a tocar llenos de música, pero no había espectáculo. Ahora todo es espectáculo”, reproduce Horacio Vargas estas palabras del iluminador y escribe una buena cantidad de páginas a este título. El tremendo disco lleno de giras internacionales y connotado también en toda su interpretación, faltaba que Fito dijera: “qué me van a hablar de amor”. Pero prefiere escribir a través de la revista de cultura La Maga, respondiéndole a la periodista Roxana Kreimer por una nota que había publicado en Clarín: “Me mataron a toda mi familia, yo sé lo que es eso, por eso lo digo. Está probado ya: la historia, la gente, las vidas. Hay que mirar a los viejos, cómo viven, qué les hace falta… El amor no tiene medio y no tiene límites, estamos hablando de una abstracción y eso lo hace más poético. No se puede y no se puede vivir sin algo que no conocemos”.

Como si eso fuera poco, a mediados de este año, Netflix envió una serie en la que aquel joven da sus primeros pasos entre Rosario y Buenos Aires hasta llegar al punto exitoso de “El amor después del amor”. Entonces nuestro Fito es reivindicado y no necesariamente por desempolvarlo de ninguna quietud de mueble con adornos de vidrio, su actividad y creatividad incansable, sus shows y discos continúan produciéndose y reproduciéndose en todas las plataformas. Pero había un público joven que no conocía esta historia contada con las virtudes y defectos, porque Fito no tiene nada que ocultar. Todos sabemos casi todo de él; se expone y eso es dar lugar, espacio a la crítica, pero también al reconocimiento merecido de un pibe que con 20 años era famoso. Otros muchos no pudieron llevar ese cargo tan fácilmente y menos cuando se es rebelde por naturaleza y generoso por la misma causa. Por eso es que el amor llega siempre después del amor, y eso es verdad.

En la página 155, Horacio Vargas reflexiona una teoría sobre el ídolo, sobre la persona amada por parte de una tribu, la adoración y la expulsión de la aldea, la adoración mágica y leal: “¿Qué resortes personales saltan cuando el individuo busca ser divinizado por los demás? La respuesta: una alta dosis de reconocimiento personal, que remite indefectiblemente a carencias muy profundas. Para Jean Paul Sartre los ídolos son huérfanos, no tienen padres, o fueron abandonados por ellos, no buscan conscientemente insertarse en posiciones sociales de privilegio, lo hacen movidos por una poderosa carencia que necesitan llenar. Madonna, James Dean, el Mono Gatica, Marilyn Monroe, Gardel… Desde la comunicación social, se da una proyección imaginaria y afectiva del receptor -mayoritariamente adolescente- con el personaje, donde además desempeña un papel decisivo la ritualidad colectiva, sobre todo en los recitales de rock”. Y esto: también es verdad.

Párrafo aparte, hay que reconocer que el cabello de Fito es de los mejores en calidad estructural. Tiene la caída natural ondulante y la cantidad justa que todo argentino/a quisiera lucir y en especial los de su edad. Para colmo, en la etapa de la adolescencia, cuando esos rulos largos estaban de moda, pasó toda la década del '80 haciendo estragos de belleza con su imagen tanto en tapas de discos como entrevistas. Aún hoy, pese a las canas que bordean los laterales, sus rulos siguen manteniéndose tan impecables como su música y eso es verdad y la vida como viene y va, no habrá merienda si no contamos con el cabello ondulado de este capitán.

Horacio Vargas es autor de los libros Crónicas de Rosario, UNR Editora, 2015; Reutemann, el conductor, Homo Sapiens 1997; El Negro Fontanarrosa, la biografía oficial, Homo Sapiens, 2017; Desde el Rosario, crónica, Homo Sapiens, 2018; Mi obra maestra, biografía de Katsusaburo Miyamoto, el doctor que embalsamó a su mujer Homo Sapiens, 2021; Las cosas tienen movimiento. A 40 años de la Trova Rosarina, Ediciones Santa Fe, 2022. Dirige la revista cultural Barullo desde 2019.

* Pablo Bigliardi, montó una biblioteca en su peluquería desde donde fomenta la lectura sugiriendo escritores tanto emergentes como conocidos. El escritor y peluquero juega con el estado del cabello de los entrevistados, como excusa para reseñar sus obras en redes sociales, diarios y revistas culturales.


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