Literatura

“Pueblo Chico”, la novela de Carlos Elbert escrita en cuarentena

Eligió su ciudad natal para sobrellevar la pandemia y se dedicó a escribir intentando reflejar las situaciones que se pueden encontrar en la convivencia de comunidades pequeñas, dentro de una provincia como Entre Ríos, con sus particulares idiosincrasias y mostrando sus claroscuros en determinadas circunstancias.


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Ceferino Azambuyo
redaccion-er@miradorprovincial.com

“Pueblo Chico” es una novela que muestra con pasajes autobiográficos momentos que definen incluso un contexto en el cual se viven diversas acciones que muestran esa manera tan especial de ser y actuar de las personas en la ficticia “Nueva Felicia”. Ubicada en el norte de la provincia de Entre Ríos, su fundador es el mismo autor Carlos Elbert.

Recuerdos

“Villaguay fue decisivo en mi vida, viví solo un año, tenía 13 y cumplía14 cuando me fui, era mi etapa adolescente y todo lo que me rodeaba marcaba un contraste. Tuve un gran núcleo de amigos y amigas en el Colegio Nacional, de gran prestigio en la zona”, recordó el autor.

“A los 13 años, el balcón del pueblo era la plaza, fueron los corsos los que me impresionaron mucho, eran bien populares pero tenían una magia atrapante. Participé en una murga donde desfilamos niños y adolescentes, se llamaba “Los ángeles del infierno” y compuse la música, que era tan horrible como la rima forzosa que tenía”, agregó.

“Fue muy especial e inolvidable reencontrarme, en el año 2006, con muchas de las personas con quienes compartimos tantos momentos en la escuela en oportunidad del festejo por los 50 años de esa promoción”, remarcó.

La tapa del libro es una foto tomada en la plaza 25 de Mayo, en el centro de Villaguay, y remite a unos años atrás cuando todavía no había sido modificada y el busto en memoria del Gral. San Martín estaba ubicado en el centro de las diagonales, espacio que hoy luce totalmente diferente.

Búsqueda de un camino recorrido

“Yo lo he fundado y soy la única persona en el mundo que conoce Nueva Felicia tan profundamente como a todos sus
habitantes. En esta comunidad se sintetizan situaciones y vivencias imaginarias que acontecieron, acontecen o podrían acontecer en cualquier pueblo chico de mi tierra natal. Sin embargo, este no busca ser un libro costumbrista, folclórico de los que, en literatura, se califican como “criollistas”. Si bien no descarto que los lectores puedan hallar algo de eso en las páginas, mi humilde pretensión ha sido la de crear un relato polifónico-realista”, describe el autor.

En diálogo con MIRADOR ENTRE RÍOS, Elbert define que la línea argumental de su libro es simple y autobiográfica. “Me recibí de abogado y pensaba radicarme en Rosario, pero sucedió que en Basavilbaso me ofrecieron ingresar a la justicia de Entre Ríos y eso cambió mis planes. Luego vendría mi destino que fue Rosario del Tala y posteriormente ascendí a juez en Concordia”, lo que sirve a modo de introducción porque la situación se genera cuando un abogado recién recibido llega justo en el momento en que se funda la cabecera departamental en el norte de Entre Ríos y pasa a ser secretario de tribunales. “Como porteño no tiene arraigo, no conoce las costumbres del lugar y se enfrenta a cuestiones del pueblo y enredos sentimentales”, cuenta el autor.

Tres mujeres incidirán en la personalidad del joven abogado y en particular una de ellas, joven y campesina, quien demuestra imponer sus valores sobreponiéndose a muchos prejuicios y convenciones de la época en el contexto donde vive.

En otro pasaje, el escritor se refiere a los cambios que genera en el protagonista de la novela ir conociendo el pueblo, la vida rural, con un capítulo donde interviene en el marco de una yerra y otros tantos episodios que tienen relación con su vida tribunalicia y ponen al descubierto cosas “non sanctas” que suceden en el pueblo y donde se sacan a relucir los “trapos sucios” entre personas que conviven en una sociedad donde la mayoría se conoce.

Como lo marca la realidad de tantos relatos, por investigaciones en experiencia de tribunales, los hechos que se presentan a dirimir son entre dramáticos y ridículos. “La vida judicial en aquella época de los años 70’ al 80’ a veces mostraban casos que causaban risa porque muchos de ellos se solucionaban hablando, hoy por ejemplo se pueden solucionar conflictos poniendo en contacto a las partes para disculparse”, confirma Elbert.

El eje de la trama termina con una relación frustrada que recuerda el protagonista, reconstruyendo todo lo que ocurrió, desde el comienzo del libro.

En pocas palabras

Elbert considera que “es inevitable citar elementos típicos del habla, la mentalidad de personas en un pueblo chico porque todo eso hace a determinadas costumbres, como la llamada vuelta del perro alrededor de una plaza, el carnaval con sus corsos y los bailes del club, todo es retratado y es parte de mi niñez y adolescencia como mis experiencias deportivas sin demasiada gloria en el equipo de básquet del club Parque de Villaguay, mi simpatía por ADEV, como también mi casa que estaba ubicada a mitad de camino entre Barrio Sud y Huracán”.

“Sucede que determinadas actividades rurales o ciertos personajes, paisajes o animales son tan inevitablemente característicos de esta zona, como los bloques de hielo en una sociedad esquimal, o los tortugas gigantes en las islas Galápagos. Por cierto, quiero expresar que cualquier semejanza del contenido con nombres, acontecimientos o personas reales es mera coincidencia”, consideró.

“El objetivo del relato es diseccionar aspectos de la vida pueblerina de mi querida provincia, en verdad una isla, enclavada dentro de otra más extensa, llamada Mesopotamia, que alguna vez fue una República, expresó.

El autor

Carlos Elbert es un reconocido jurista a nivel internacional, abogado y doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. A lo largo de su trayectoria judicial ocupó diversos cargos, primero en Entre Ríos, Rosario del Tala, Villaguay y Concordia, luego viajó como becario a Alemania y con el advenimiento de la democracia regresó al país integrando la Cámara Nacional de Apelaciones en Capital Federal. Hoy, retirado hace unos años de la actividad de tribunales, volvió a su tierra natal, Basavilbaso.

Ha sido docente de lo UBA y otras universidades nacionales y del exterior, en particular en Alemania, donde residió por ocho años.

Ha destinado la última etapa de su vida a la actividad literaria, fruto de la cual ha publicado las novelas “El tratamiento”, “Laberintos y cerrojos” y la autobiografía “La vida es un relato”, además de cuentos en revistas especializadas.

“Pueblo chico” es su tercera novela, escrita íntegramente en Entre Ríos, y en la actualidad, durante el aislamiento que impone la pandemia del Covid. Está trabajando en una cuarta, escribiendo en su lugar preferido. Por las tardes recorre las calles en bicicleta, por donde transitó siendo niño.

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