Rosario

Parque Regional Sur: un espacio emblemático de Saladillo y de la ciudad

El parque, que se recuesta sobre la ribera del arroyo Saladillo, constituye uno de los espacios verdes más importantes del Distrito Sur de Rosario. Se realizan allí actividades abiertas a la comunidad, tanto de orden recreativo como deportivo y cultural.


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Lucía Dozo

Recostado sobre la ribera del arroyo Saladillo, el Parque Regional Sur Dr. Carlos Sylvestre Begnis (creado en el año 1973) consta de 34 hectáreas en jurisdicción de Rosario y 99 hectáreas en Villa Gobernador Gálvez, es decir, el parque está repartido entre dos localidades pertenecientes a diferentes jurisdicciones departamentales, ambas en la provincia de Santa Fe. Fue declarado “zona de reserva” y existe un proyecto para mantener y enfatizar sus cualidades de parque natural no formalizado. En el espacio se realizan actividades recreativas, deportivas y culturales, abiertas al público en general, y cada ciudad establece los proyectos a realizar en su respectivo sector. El que corresponde a Rosario se ubica en el barrio Saladillo y constituye uno de los espacios verdes más importantes del Distrito Sur.

Saladillo: un barrio con historia

Saladillo -antiguo barrio ubicado en el sudeste Rosario- posee un marcado carácter propio por su cercanía a dos cursos de agua (el río Paraná y el arroyo Saladillo, que desemboca en él) y por su historia, íntimamente ligada a inicios del siglo XX a varios frigoríficos, entre ellos el Swift, de origen inglés, que procesaban la carne para su exportación. Cuenta con espacios deportivos, entre los que se destaca el velódromo (Complejo Ciclístico Municipal), y también recreativos.

Sobre la margen izquierda del arroyo, que corresponde a la Municipalidad de Rosario (la margen derecha corresponde a Villa Gobernador Gálvez), se aprecian un pastizal pampeano y un bosque en etapa sucesional avanzada o madura con ejemplares de hasta diez metros de altura. La vegetación natural fue sustituida por un patrón reconocible de uso recreativo: un estrato bajo de césped y uno alto de árboles distribuidos de manera equidistante y regular con especies arbóreas nativas y exóticas. En cuanto a la dimensión histórica, el Parque está relacionado con acontecimientos como el paso de Charles Darwin por el arroyo Saladillo en unos de sus primeros viajes, en 1833, y el cruce de Manuel Belgrano y sus tropas en 1812.

El espacio fue parte, en el siglo XVII, de la Estancia La Concepción; en el sigo XIX fue patrimonio del vecino Manuel de Arijón hasta que a principios del siglo XX pasó a manos de la Sociedad Anónima El Saladillo. Luego perteneció a la familia Thompson y, por último, al Regimiento 11 de Infantería que lo utilizó como campo de maniobras del Ejército. Cuando el Regimiento retiró el alambrado que lo circundaba, un grupo de vecinos –reunidos en una comisión y avalados por el gobierno provincial– comenzó a limpiarlo y a sumar forestación a la ya existente. A través de la plazoleta Julio Oksanich se recuerda a este vecino en particular, descendiente de inmigrantes ucranianos que llegó en 1923 al barrio, donde falleció en 2001.

Al interés de Oksanich por recopilar las crónicas de la comunidad se le sumó su colección de fotografías sobre “el Saladillo y su gente”. De acuerdo a sus deseos, sus cenizas fueron arrojadas a las aguas del arroyo. En el espacio público se le rinde –según señala una placa– “Homenaje de sus vecinos y la ciudad a quien fuera defensor del patrimonio histórico-cultural de Rosario”.

La Escuela Musto y la fogata de junio

Presencia emblemática en la zona sur de la ciudad, la Escuela Municipal de Artes Plásticas Manuel Musto funciona en lo que fuera la casa taller del pintor rosarino. Musto, nacido en 1893 y fallecido en 1940, la donó para que en ella se abriera una escuela de artes y oficios; fue la primera escuela pública de Rosario dedicada al arte con la modalidad de taller. Cada 29 de junio desde hace casi tres décadas se realiza, a instancias de la escuela y con la participación de la Vecinal Saladillo Sud, la tradicional fogata de San Pedro y San Pablo. Es en los talleres de “la Musto” donde se construyen los muñecos que se quemarán en la hoguera y desde allí parte la caravana hacia el Parque.

La fogata es una antigua celebración que unió el tributo al fuego en sus diferentes significaciones y simbologías con la sacralidad. El 29 de junio se conmemora a San Pedro y San Pablo, quienes, según la tradición, fueron ejecutados alrededor del año 67 por orden del emperador romano Nerón. En el Hemisferio Norte, el sentido purificador atribuido al fuego se entremezcló con el rito estival asociado al martirio de los santos mencionados. El simbolismo del fuego tenía un trasfondo religioso: expiaba lo demoníaco y conmemoraba acontecimientos sagrados a través de una acción de sentido purificador que permitía comunicar el mundo profano con el mundo sagrado. Sin embargo, la costumbre de encender fogatas a fines del mes de junio se remontaría, según algunos estudios, a la prehistoria: en el Neolítico, etapa de primeros rituales, lo celebraban en el solsticio de verano del hemisferio norte con el propósito de que retorne el calor vital del sol. Esto perduró durante el cristianismo en cruce con festividades sacras como el nacimiento de San Juan Bautista (24 de junio - fogata de San Juan) y el martirio de San Pedro y San Pablo (29 de junio - fogata de San Pedro y San Pablo).

En nuestro país, forma parte de las tradiciones populares –heredadas de la inmigración– que se afianzaron a principios del siglo XX con el surgimiento del barrio como espacio de encuentro, participación e identidad. Las diferentes corrientes inmigratorias que poblaron América trajeron sus tradiciones culturales y en muchos casos las reprodujeron en sus nuevos destinos. Con la expansión urbana, que fue modificando la fisonomía de las ciudades y cambiando las costumbres y las relaciones de vecindad, la realización de las fogatas se fue espaciando y pasaron a ocupar un lugar en la memoria colectiva.

A partir del golpe de Estado de 1966, la dictadura prohibió las expresiones de cultura popular callejera, lo que contribuyó de modo decisivo a este retraimiento o suspensión. Con la recuperación de la democracia se inició también un proceso de rescate de estas tradiciones. En la actualidad, recrear estos encuentros que se apropian con espíritu festivo y lúdico del espacio público (marcando como territorio de pertenencia la vereda, la calle, el barrio, el parque público, la ciudad) es la motivación para rescatar y resignificar esta tradición cultural, a la vez que adquiere otros sentidos, ligados especialmente a la preocupación social y, en nuestra región, este fuego ritual resulta la contracara del fuego intencional causante del ecocidio.

La elección del espacio para la fogata (la plazoleta Oksanich en el Parque Sur) adquiere un particular significado por las características de la comunidad -participativa y con gran sentido de pertenencia- del barrio Saladillo y la inserción en ella de la Escuela Musto, impulsora histórica del proyecto.



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