Literatura del yo con plantas y superpoderes
Un campamento es una aventura promisoria, un volver a la infancia, desprendidos del confort, pero siempre conlleva naturaleza, los amigos, y también un encuentro consigo, si se sabe aprovechar.
Un campamento es una aventura promisoria, un volver a la infancia, desprendidos del confort, pero siempre conlleva naturaleza, los amigos, y también un encuentro consigo, si se sabe aprovechar.
La escritora, docente e investigadora rosarina Irina Garbatzky se encomendó en una tarea hermosa y desafiante en un momento que debía atravesar de salud nada grato: durante siete días que permanecería encerrada por un tratamiento radioactivo, iba a escribir un diario durante ese encierro. Pero en vez de ver su circunstancia como un encierro, fue una oportunidad creativa y desafiante que la entusiasmó. La dio en llamar ‘Campamento’, y ya es un libro.
Al campamento ella se llevó un mini hogar de comida y remedios, y a escribir. Durante una semana en marzo del 2023 se encerró en la casa prestada de una amiga, en un centro de manzana, a la vuelta de su casa, entre plantas y libros.
Más de un año después de cumplir con esa meta, a fuerza de autocorrecciones y ediciones para sacar brillo a cada frase, Irina publicó su libro Campamento con Minibulk, una editorial chilena, y lo presentará el viernes 28 de junio a las 18 en la librería Oliva junto a los escritores Paula Galansky y Alberto Giordano. Fue este último -considerado el pensador de la nueva “literatura del yo” nacional- quien le propuso materializarlo en un libro.
La autora de esta autoficción en tono prosa poética dialogó con Mirador para adelantar un poco sobre esa particular experiencia en la que se embarcó: “Yo sentía que estaba acarreando muchas cosas como el kit de viaje: la comida, los remedios e instrucciones. Y me gusta del campamento la escena de lo precario. Mi percepción de la vida es eso: es incierta, no se sabe mucho por qué ni cuánto estaremos en este planeta. Entonces uno en esa precariedad va haciendo refugios en los amigos y en la supervivencia”.
A Irina le fascinan las cosas pequeñas, y en los campamentos una se lleva ollitas, anafes chiquitos, porque se traslada a un mini hogar. Pero también los sentidos se agudizan, y se aprecia el proceso de fotosíntesis de una planta. En un fragmento, Irina dedica sus páginas a una planta que adora: Se podría escribir un libro, un pequeño libro, que sea únicamente la historia de esa planta. Así como en esas sesiones de análisis lo único que contaba era lo que no conté -la fascinación por el filodendro longifolio-, podrían llenarse esas páginas con la sorpresa que me produjo escuchar el crack crack suavísimo que hacían al abrirse sus hojas.
En sintonía con esa apreciación de filosofía oriental hacia la naturaleza, -incluso hace referencia a ‘Las transformaciones silenciosas’ de Francois Jullien-, la autora en otro fragmento del libro precisaba: Alcanza con ordenar un cajón para sentir que estás de viaje.
En torno de este pensamiento, Irina aseguró: “Me gusta pensar cuál es la distancia mínima que se necesita para poder desplazarte de tu vida. Como el cuento ‘Viaje alrededor de mi habitación’ de Xavier de Maistre, o el cuento ‘Wakefield’, de Nathaniel Hawthorne”.
Haikus, extraterrestres y fantasmas en el campamento
Durante ese espacio que la escritora se dio en el tiempo que seguía transcurriendo cotidiano para todos sus afectos, no solamente apreció y tomó nota del desarrollo de una planta. También se llevó consigo los diálogos que tenía con sus afectos cada día, y tomó nota de cada uno, como antropóloga de su propia vida. Ellos le recomendaron series como Gilmore Girls, la alentaron con su visión sobre la idea del campamento, y hasta tuvo pedidos específicos de quienes entendieron que serían objeto de su escritura: “Hacéme joven y flaca”, fue el pedido de su tía. Y la autora registró: “Me propuse escribir sobre esos siete días en el tono del ‘durante’ esos días, que le da esa sensación de lo real cotidiano y también tiene lógica de un comienzo y un final. Me propuse que quienes orbitaban alrededor iban a estar mencionados en el campamento, como por ejemplo mi tía, que me exigió que la hiciera joven y flaca”.
El resto de su gente seguía la vida mientras ella observaba en pausa, y cuando alguna amiga la llamaba, ella aprovechaba a interrogarles sobre sus días, para sumar en el libro. “Cortaba la llamada y me ponía a registrar lo que me contaban. Era divertido, tenía algo de lo lúdico”.
El entusiasmo de Irina fue desbordante, al punto que ella misma expresó: “Estaba entusiasmada, me salí de mí misma un poco. Estaba viviendo el proceso del tratamiento que tenía fechas, y era estresante. Pero me metí en esta auto-propuesta, y tenía un acelere tremendo, entusiasmada por ese campamento, que sostuve hasta el final. Y fue antes del encierro, cuando les avisé a los amigos de mi plan, que Giordano me propuso publicarlo en Mini Bulk”.
Pero en el durante también dio registro de pensamientos y situaciones dignos de la ciencia ficción: volverse de color fluorescente o extraterrestre por el tratamiento radioactivo, y hasta un momento de suspense de película en que una noche sintió miedo de una presencia espectral.
Entre las referencias literarias, también está la poesía de Katherine Mansfield, y una novela de Silvya Plath, ‘La campana de cristal’, que leyó justo antes del encierro. De esta tomó una idea sobre “la línea trágica de la juventud, que apunta a que las opciones son muchas, y después ya se pierden. Me interesó su idea de que uno puede vivir de dos formas sus acontecimientos: como trágicos o como cómicos. Es como la película de Woody Allen, Melinda y Melinda. Es una misma historia en la versión tragedia y en versión comedia. Todo se vive según el punto de vista, y algo de eso yo estaba procesando”.
El libro Campamento se lee como un diario personal, pero también puede ser un cuento, o muchos, o haikus. En una prosa límpida, cada jornada que Irina narró funciona como un microrrelato. Sobre esto explicó: “Me importaba mucho cómo sonaba cada parte, más que contar tantas cosas. Amigos me decían que contará más. Pero me interesaba más el efecto que produce una pregunta, una imagen, un silencio en una página de una sola oración. ‘La novela de la poesía’ de Kamenszain está siempre dando vueltas”.
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