Mirador en Ucrania

Ser soldado voluntario en una guerra "ajena"

En primera línea, este medio dialogó con parte de los latinoamericanos que se sumaron a los esfuerzos ucranianos para repeler los ataques rusos. Entre ellos, la palabra de dos argentinos que dejaron todo atrás para crecer como militares con experiencia bélica.


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La Legión Internacional de Defensa Territorial de Ucrania fue formada apenas comenzó la invasión militar rusa en ese país, por el propio presidente Zelensky. Se abrieron las puertas, así, a que los interesados de todo el mundo en combatir a favor de ese país puedan hacerlo bajo los alcances de la convención de Ginebra. Para ser parte, se sugiere canalizar la predisposición a través de la delegaciones diplomáticas ucranianas en el país de origen del interesado.

Como requisitos principales, se solicita experiencia real en tácticas de combate y hablar, mínimo, el idioma inglés. Los costos de viaje hasta la frontera ucraniana y todo lo que eso implica, es a cargo de cada voluntario. Los latinoamericanos consultados reclamaron que no tuvieron ayuda de las embajadas en sus países, aparentemente por presión de los gobiernos locales. Sin embargo, acudieron a distintos foros y armaron grupos de WhatsApp con quienes ya habían logrado formar parte y de esa forma logran los contactos necesarios. Así, la mayoría, llegó por su propia cuenta hasta Polonia y, en la frontera, tomaron contacto con militares ucranianos para manifestar su voluntad de ser parte.

Una vez aceptados, los costos de vida, atención médica básica y hasta una remuneración está a cargo del Estado ucraniano. De hecho, el contrato ofrecido es el mismo que para los soldados oriundos de Ucrania. La contraprestación económica supera los 3000 dólares en caso de estar destinados en primera línea y son depositados en un banco local. En el caso del grupo visitado, compraron un auto (U$D 2.000) entre todos, para moverse en la zona los días de descanso y alquilaron un par de viviendas para descansar todos juntos, a falta de un cuartel para tal fin.

El contrato puede romperse unilateralmente en cualquier momento y el dinero puede retirarse por cajero y sacarse del país (por ley marcial, no pueden transferirse fondos al exterior). Es decir, el voluntario puede elegir volverse a su país en cualquier momento, distinto a lo que ocurre con los convocados ucranianos que deben permanecer "bajo bandera" hasta que su gobierno lo disponga o, en caso de no estarlo, quedarse dentro de su país hasta que las autoridades permitan lo contrario. En caso de no acatar esas indicaciones, pueden tener varios años de cárcel como condena.

En la línea de fuego

Los voluntarios, luego de un proceso de instrucción militar básica en la retaguardia, son enviados a primera línea con distintos roles asignados. Sin embargo, siempre serán considerados dentro de las fracciones de infantería a pie. En el caso de los argentinos entrevistados en su "descanso", uno no tiene experiencia militar y el otro sí. Sirvió en la Armada Argentina y cursó algunos años en el escuadrón de Caballería del Colegio Militar de la Nación, donde se forman los oficiales del Ejército Argentino. Aseguró que en esas Fuerzas "La capacidad humana es muy grande, pero lamentablemente la corrupción lleva al estado de situación que tiene el país y las Fuerzas Armadas", lo que llevó a que sienta "no tener futuro en Argentina".

Sobre la experiencia como cadete argentino, comentó que "los institutos de formación se transformaron en universidades, con mayor cantidad de horas de tinte pedagógico y de cuestiones civiles, que de instrucción militar o para afrontar condiciones de tiro, que es lo que necesita un militar".

Preguntados si se sienten "mercenarios", indicaron que "en ningún momento vinimos acá por la plata". También sobre qué los movió a ser parte de una guerra "ajena", aseguran que "Ucrania es el primer paso de este contragolpe de la ideología y la cultura autoritaria y comunista, hoy es acá y mañana puede ser cualquier otra parte del mundo". En varias oportunidades recordaron al presidente argentino ofreciendo el país a Rusia como puerta de acceso al resto del continente, haciendo un paralelismo con lo ocurrido desde 1950 en adelante en la región de Latinoamérica.

Sobre el futuro, coinciden en que no tienen mayor interés en regresar a establecerse en sus países, a menos que un giro en la política y la forma de afrontar los desafíos de la actualidad les permita al menos establecerse como instructores o consultores en la formación de las generaciones militares próximas. Algunos, señalan que sí aceptarían combatir en otros conflictos bélicos donde las formas de ejercer un gobierno y la concepción de "libertad" estén puestas en vilo.


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