En Ucrania

Un ingeniero rosarino es coordinador de ayuda humanitaria en Médicos Sin Fronteras

El ingeniero civil recibido en Ciencias Exactas de la UNR en 2009 fue encontrando su carrera en organizaciones internacionales de ayuda humanitaria, a través de especializaciones en diplomacia en situaciones de riesgo, y del armado de equipos técnicos para el arribo de médicos e insumos para garantizar los derechos humanos en países en riesgos, sea por catástrofes, epidemias o guerras.


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En Ucrania hay una línea de combate constante de mil kilómetros, por donde pasan los canales humanitarios desde el comienzo de la invasión rusa, porque hay poblaciones que viven en medio de los constantes ataques. Para ingresar, primero se realizan negociaciones diplomáticas con ambos frentes, y cuando se acuerdan condiciones mínimas, equipos enteros pueden ingresar para analizar el territorio, desactivar misiles que quedaron en el suelo, y conocer qué necesidades primarias se debe cubrir, instalando cisternas de agua y campamentos con víveres.

Civiles heridos o desnutridos, con sus viviendas destruidas, son la postal cotidiana desde que comenzó la invasión rusa. Ese territorio, como decenas de otros en situación de conflicto y bombardeo, así como otros donde ocurren catástrofes naturales o epidemias mortales, son los que interviene cada día la organización Médicos Sin Fronteras (MSF).

Como puede referenciar el nombre de esta ONG, los médicos son protagonistas. Y sin embargo decenas de personas de otras profesiones y oficios silenciosos son parte del complejo entramado de recursos humanos que trabajan en la financiación, en la diplomacia, o que instalan el agua, proveen víveres, construyen viviendas y hospitales.

Uno de ellos es Paulo Milanesio. Un rosarino que estudió para ingeniero civil, y que lejos de dedicarse a cálculos para construcciones de edificios, puentes o caminos, coordina equipos mundiales de emergencia humanitaria en esa organización.

En 2009 terminó su carrera en la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario y despegó hasta Barcelona, desde donde comanda las oficinas centrales de MSF. Una salida laboral muy curiosa para un ingeniero civil.

“Mi primer trabajo cuando llegué a Barcelona en 2010 fue pedir colaboraciones para la ONU, y ahí fue cuando me di cuenta que quería estar en la foto del flyer que estaba repartiendo. Quería ser alguien de los que ayudaba”, recordó Paulo en un auditorio de curiosos asistentes en el aulario de la facultad donde se recibió.

“Ahora eso hago, soy el pibe que quería ver en la foto. Estoy en los territorios del conflicto, donde es alto el riesgo de vida, pero es un trabajo necesario. No aplico la ingeniería, pero sí la metodología de trabajo que te da esta carrera técnica”, aseguró con satisfacción. La coordinación de MSF lo ha llevado a trabajar en lugares de alto conflicto como Camerún, Yemen, Mozambique, Mauritania, Senegal y Etiopía, donde es encargado de las negociaciones con gobiernos, líderes religiosos y guerrilleros -siempre desde un rol neutral-, y coordina cómo será la instalación de los equipos para llegar a los ciudadanos más vulnerados. En Ucrania por ejemplo, destacó que se encuentra a cargo de 350 personas, de las 800 de MSF que continúan desde la invasión.

Antes pasó por la experiencia de asistir para mejorar la calidad del agua en Guatemala, y pasó por organizaciones como Solidarité International y Mentor Initially. Pero fue entonces que entendió que más allá de la ingeniería, le llamaba el trabajo humanitario. Milanesio además de la ingeniería, estudió en Barcelona como Magíster en Tecnologías para el Desarrollo Humano y la Cooperación Internacional, y se formó como gestor de Seguridad y Negociación de Acceso en MSF, para intervenir en conflictos bélicos, asistir y socorrer a poblaciones que padecen epidemias en la salud o son forzados a huir de sus hogares por desastres naturales, o guerras.

“En la emergencia humanitaria se busca dar respuestas en contextos de necesidades básicas interrumpidas. Se hacen monitoreos permanentes en los territorios de conflictos armados, y las alertas surgen sea por causas naturales, epidemias o guerras. Son contextos de extrema violencia”, Aseguró el ingeniero.

Entonces dio ejemplos concretos: “Al arribar a una zona en conflicto, primero estudiamos bien cómo es el territorio para buscar lugares seguros, y se decide cuáles son los lugares con escalas de mayor gravedad. Instalamos sistemas de agua potable, traemos los víveres y luego llegan los medicos a atender a las personas. Son situaciones de salud colapsada, desorden psicológico, desplazamientos de poblaciones, violencia sexual e inseguridad”.

Paulo confirmó que no se trata de un trabajo nada tranquilo, ya que se interviene en zonas de alto riesgo, y por esto, no es garantizada la seguridad de nadie de esa organización: “Se puede vivir tiroteos, secuestros, un hospital bombardeado, a pesar de que esté señalizado”. “Cuando intervenimos les pedimos permiso a los guerrilleros para entrar en su territorio ocupado, y tenemos situaciones en que nos apuntan con una Kalashnikov. Claro que no estoy ahí para tomar una postura y dialogar sobre el conflicto que tienen. Muchos de ellos son adolescentes, y dudo que hayan nacido con esta misión de tener un arma. Pienso que el mundo injusto los llevó a eso, lo veo en sus ojos”, aseguró con empatía. Destacó además que estuvo en lugares de mucho aprendizaje como Yemen o Camerún: “Estuvimos en zonas rurales y de alta humedad con bosques frondosos, donde debíamos buscar el terreno más propicio para refugiarnos, como en Camerún que hay muchas regiones que se repartieron los grupos armados. Y cuando nos instalamos, refugiamos a los civiles y los capacitamos en herramientas básicas de salud, para cuando nosotros terminemos nuestro operativo”.

Sucede que son operativos de 48 horas en general, donde en esas pocas horas, debe instalares todo el andamiaje para mejorar las condiciones de vida de cada población, según su realidad y sus necesidades básicas que estén insatisfechas. “Negociamos desde la neutralidad con los guerrilleros, y para ingresar, todas las partes deben estar de acuerdo. En esos momentos ponemos la mente en frío y peleamos por nuestro trabajo humanitario, sin meternos en cuál es su conflicto político”, aseguró.

Por eso “el uso de la ingeniería está en ese cálculo, en sentarse con cada situación según el lugar del mapa en conflicto, conocer bien su realidad de coyuntura, buscar las posibles soluciones y negociar para aplicar todo lo que se pueda”. Aclaró que las organizaciones anteriores en las que estuvo anteriormente eran para mejorar condiciones de vida, “para el desarrollo de bienestar en cualquier sociedad que lo demande”, y así mejoraron la calidad de vida en poblaciones de Guatemala. Pero en MSF, el trabajo es para la población que esta en mayores riesgos, con necesidades extremas.

Para ello, en las negociaciones Paulo dialoga con las partes mayormente en inglés, y con un traductor nativo del lugar, y aplica también el portugués, el francés y el español según la región. “Es un trabajo difícil, pero con altas gratificaciones”, aseguró, y agregó finalmente: “Mi base está en Barcelona, donde está una de las sedes oficiales de MSF, pero si me preguntan, tengo valijas en cuatro ciudades del mundo. Vivo viajando, y se puede decir que no tengo un hogar propio porque así es este trabajo”.


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