Sabina Melchiori | [email protected]


Bajo el seudónimo "Yacaré", Sebastián González volvió a apostar al premio literario más importante de la provincia. La primera vez que lo hizo, ni siquiera llegó a participar ya que desde las oficinas del Correo Argentino en Gualeguaychú, no le permitieron enviar el material con remitente anónimo –tal como establecen las condiciones de participación- y al llegar a Paraná, lo impugnaron.


Su novela, titulada "Alambradores" fue uno de los 43 trabajos enviados desde distintos puntos de la provincia, pero la única elegida por cada integrante del jurado. Se puede afirmar entonces, que Sebastián González ganó por unanimidad.


En el acto de apertura de sobres, se encontraban presentes, además de la representante de la Escribanía Mayor de Gobierno, el subsecretario de Cultura, Germán Andrés Gómez; el director de la Editorial de Entre Ríos, Fernando Kosiak; y la nueva delegada de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) para la provincia, Marita Balla.


Como ya es costumbre, y a modo de un aporte más del gobierno provincial a las letras entrerrianas y las nuevas voces autorales, el premio consiste en la edición del libro y el obsequio de 200 ejemplares para el autor.


El ganador


Sergio Sebastián González nació en Gualeguaychú el 27 de enero de 1985. Es Maestro Mayor de Obras y estudiante del profesorado de Lengua y Literatura, en el instituto Sedes Sapientiae. También escribe en Revista Colofón. Está en pareja y no tiene hijos.


En diálogo con Mirador Entre Ríos contó que "ganar el premio Fray Mocho es una alegría muy grande. No me lo esperaba. Si bien es cierto que cuando uno participa de concursos literarios siempre tiene un poco de ilusión, finalmente recibir la noticia de un primer puesto o de una mención especial siempre resulta inesperado".


La primera vez que se preparó para participar lo hizo con un libro de cuentos. Pero como en el correo no le dejaron mandar el sobre de forma anónima, el libro fue rechazado y ni siquiera llegó a formar parte del certamen.


Alambradores


Alambradores tiene el tópico de la espera. Cuenta la historia de cinco hombres que están en el campo a la espera de que el patrón regrese a buscarlos. Conforme pasa el tiempo, empiezan a intuir que el patrón no va a regresar.


"La idea surge de una experiencia personal. Hace un par de años, yo estaba trabajando de sereno en una obra en construcción y a las seis de la tarde debía volver el sereno del turno de la noche a relevarme. La cosa es que empezaron a pasar las horas y el sereno no daba señales de vida, yo lo llamaba por teléfono y no había forma de comunicarme con él. Tampoco podía comunicarme con nadie de la empresa, porque habían parado por seis meses, de modo que yo empecé a hacerme la cabeza de que el sereno no iba a aparecer y que yo me iba a tener que quedar ahí indefinidamente. Fue una sensación un poco espantosa, de mucha incertidumbre", recuerda el autor; y para no dejarnos sin el final de esa anécdota, aclaró que finalmente, cerca de las 10 de la noche, el sereno apareció y él pudo regresar a su casa.


"Al otro día comencé a escribir un cuento con esa idea que finalmente no prosperó y el año pasado cuando empecé a escribir Alambradores, digamos, a relatar esa primera escena donde los personajes están sentados esperando, se me ocurrió que a ellos les podía ocurrir algo similar a lo que me había sucedido a mí. Sólo que en la novela esa situación de espera es más prolongada", agregó.


Al ser consultado sobre el tiempo de escritura y su modalidad, González recordó que el año pasado había escrito alrededor de treinta páginas en tres días. Después abandonó el texto y, este año, cuando lo retomó demoró tres meses hasta poder dar por finalizada la obra.


Seguidamente, empezó el proceso de corrección que, según indicó, fue "bastante largo. De ir revisando párrafo por párrafo para ir viendo como sonaban las palabras e ir ajustando el tema del ritmo, de la respiración del texto, etc. Esas cosas que a mí me parecen muy importantes en la narración".


Sebastián y las letras


Empezó a escribir a los 22 años tras haber leído el libro "Un tal Lucas", de Julio Cortázar: "Recuerdo que cuando me cayó ese libro en las manos yo venía de lecturas un poco más pesadas o más solemnes, digamos. Y encontrarme con ese librito fue como un respiro, porque es un libro muy sencillo, muy simple, nada que ver al resto de la obra de Cortázar. Y entonces mientras leía ese librito yo me di cuenta de que eso también era literatura y de que yo podía de alguna manera escribir así. Entonces me aventuré y comencé a escribir, al principio imitando un poco el estilo que Cortázar tiene en ese libro y luego ya desprendiéndome por completo y logrando un estilo propio".


Tan propio como el estilo, es también la modalidad de trabajo. En el caso de Sebastián, es fundamental la soledad: "El proceso de escritura siempre se da en soledad. Al menos en mi caso. Necesito encontrarme solo para escribir, la sola posibilidad de ser interrumpido me desconcentra bastante. También necesito estar de buen humor. Es algo raro. Pero cuando estoy malhumorado no puedo escribir ni una sola línea. Pero si bien el proceso de escritura se me da mejor en soledad, también es cierto que cuando siento que tengo algo más o menos finalizado necesito compartirlo. Entonces se lo paso a amigos para recibir una devolución. A veces la devolución se la da uno mismo al leer lo escrito en voz alta. Para mí es muy importante ese ejercicio porque uno puede escuchar cómo van sonando las palabras".


Además de "Alambradores", cuya fecha de publicación desconoce hasta el autor, Sebastián González publicó el año pasado un libro de poesías. También ha subido algunos cuentos en Revista Colofón y cada tanto comparte algunas obras en las redes sociales.


Actualmente, se encuentra corrigiendo un libro de cuentos y escribiendo "algo que a lo mejor resulta ser una novela. No lo tengo bien definido todavía. Siempre estoy escribiendo", concluyó.