10 años de cambios

Rosario, la ciudad de lo bueno y lo malo

Los incendios en el delta que se sintieron en la ciudad, la ola de inseguridad y los efectos de la pandemia dejaron su huella negativa. Del lado positivo estuvo el crecimiento como urbe, su reconciliación con el río Paraná y sus múltiples atractivos.


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La ciudad de Rosario vivió diez años contradictorios. La urbe más poblada de Santa Fe, la tercera ciudad de la Argentina mantuvo un crecimiento sostenido. Como se había visto en la primera década del siglo, cuando los precios de la soja eran altos y este factor axial impulsó a un desarrollo y una revitalización de la Cuna de la Bandera tras una década del ‘90 gris, con cierre de fábricas, menor empleo y de espaldas al río.

Mirador Provincial reflejó este decenio que comenzó en 2012 que tuvo buenas y malas. Virtudes y también defectos. Por el lado de lo bueno, estuvo la cuestión de la apertura de la ciudad a su imprescindible Paraná que le provee de agua y es su propia razón de existir. Los habitantes de Rosario se lanzaron abiertamente, en términos recreativos y también edilicios, hacia su afluente. Uno de los más largos del mundo y eje de la cuenca fluvial más importante de la República Argentina.

La construcción mantuvo su ritmo y el paisaje siguió cambiando como en la década del 2000. Las grandes construcciones modificaron el paisaje. Aparecieron las bicisendas, las calles recreativas y las cloacas en los barrios más postergados. También se creció en conciencia ambiental con los contenedores naranjas y la recolección puerta a puerta. De todas formas, es sólo un comienzo porque la comodidad y la negación a los cambios de hábito persisten en gran parte de la población. El plástico, ese invento del siglo XX que vino a dar más confort a la hora de transportar todo tipo de elementos, es hoy en Rosario y en el resto del mundo un gran problema. Es la basura más común que puede encontrarse en el Paraná y en el ejido urbano rosarino.

En estos 10 años también se produjo un cambio significativo. Son más los departamentos que las casas en la ciudad del sur provincial. Un dato no menor que muestra a las claras cómo fue variando el mapa de Rosario. Entre avenida Pellegrini, bulevar Oroño y el río esto se vio de manera muy clara, pero también en otras regiones en donde los edificios no se habían levantado antes.

Estos inmuebles aparecieron en las zonas ribereñas. Un símbolo de los nuevos tiempos que vive la ciudad en estos años. Los dos grandes centros comerciales ya estaban abiertos para 2012, pero hoy cuentan con más afluencia de gente que lustros atrás.

Ola de asesinatos
No todo fue color de rosa en este decenio en la ciudad. El ascenso de los homicidios, que en 2013 llegó a un pico de 264 en todo el departamento y que en 2022 puede ser mayor, es un problema sin resolver. Las bandas que regentean el narcomenudeo resuelven sus conflictos a los tiros y eso deja en un fuego cruzado a toda la población. Los muertos se cuentan por centenas y también los heridos. Algunas personas también pagan el precio de esta violencia desmedida sin tener ninguna relación con negocios ilícitos. La foja de delitos no se cierra con los asesinatos. También han crecido los robos en la vía pública, las entraderas y las extorsiones. Estas últimas en estos últimos tres años.

Pandemia
La ciudad también vivió años muy particulares con la llegada del coronavirus. Un fenómeno mundial que llevó a distintos padecimientos a los habitantes de todo el planeta. Nadie en el mundo quedó exento de este problema. Las medidas de aislamiento que rigieron en Argentina desde el 20 de marzo de 2020 nunca se habían dado previamente. El covid-19 causó muertes directas, pero los daños más graves estuvieron en los problemas colaterales que esta epidemia trajo. Personas que murieron por causa de otras enfermedades al no recibir un tratamiento adecuado. Otras con problemas de salud mental que se vieron agravados por este panorama de incertidumbre y estrés. Niños que no pudieron ir a la escuela. Con la pérdida en el aprendizaje y en la socialización. Hombres y mujeres que se quedaron sin trabajo. La pandemia golpeó a Rosario y a la provincia después de unos años que tampoco se recordarán como los más prósperos para todos.

Quemas
El tercer flagelo que sufrió y aún persiste es la cantidad de incendios que desde enero de 2020 se repiten sistemáticamente frente a Rosario y en otras regiones del delta del Paraná. Aquel año fue un combo dañino. Al aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO) dictado por el gobierno nacional se sumaron algunos días de humo con cenizas que incluso llegaron a áreas alejadas de la costa del río.

En noviembre se cumplen 34 meses con esta problemática alimentada por condiciones favorables para la expansión del fuego. Río muy bajo, tiempo muy seco, lluvias muy escasas. Las pocas precipitaciones se deben a la influencia de la corriente de La Niña que por tercer año consecutivo determina la meteorología regional.



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