Volver a nacer

Mujeres que comparten el mismo dolor: a 5 años del atentado en Nueva York que dejó sin vida a cinco rosarinos

 Vera Dargoltz y Alejandra Sosa dialogaron con Mirador Provincial y contaron detalles de cómo se enteraron de la noticia, de qué manera cómo transitaron este tiempo en soledad, con dolor e incertidumbre, y cómo las encuentra el inicio del juicio contra el terrorista uzbeko Sayfullo Habibullaevic Saipov. Piden “pena de muerte”.


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Ignacio Pellizzón


Cómo es la vida que dos mujeres que solían compartir asados, cumpleaños, aniversarios, eventos sociales, terminan hoy compartiendo solamente el mismo dolor. Tenían menos de 50 años cuando una tragedia, tan inesperada como improbable, las volvió a unir no en la alegría sino en el espanto: un atentado terrorista en Nueva York (Estados Unidos) el 31 de octubre del 2017 dejó un saldo de ocho personas asesinadas, entre ellas cinco rosarinos que habían viajado por el 30° aniversario del fin del secundario en Instituto Politécnico Superior General San Martín. Hernán Ferruchi y Alejandro Pagnucco, estaban en la lista, junto con sus amigos Hernán Mendoza, Diego Angelini y Ariel Erlij.

Después de cinco años, un 31 de octubre vuelve a unirlas, no ya por un hecho triste, sino por el inicio de una nueva esperanza: el lunes inicia el juicio contra el terrorista uzbeko Sayfullo Habibullaevic Saipov (tenía 29 años en aquel momento), que siguiendo los protocolos de ISIS atropelló con un camión a ocho personas que pedaleaban en la ciclovía del sur de Manhattan. “Pedimos la pena máxima prevista en el sistema federal de Estados Unidos, que es la pena de muerte, para el terrorista”, indicó el abogado Juan Félix Marteau, que representa a los familiares de Hernán Mendoza.

Vera Dargoltz (hoy 50 años) lleva actualmente casi 30 años casada con Hernán Ferruchi y Alejandra Sosa (hoy 53 años) lleva 21 años casada con Alejandro Pagnucco. Ambas siguen de pie y luchando mientras conviven con ser “madres y padres al mismo tiempo”. Desde aquel fatídico 31 de octubre del 2017, las dos cuentan que “volvieron a nacer”, pero con la carga de aprender a “convivir con el dolor”.

-¿Qué estabas haciendo cuando te enteraste?
-Vera Dargoltz.- Ese día había vuelto de trabajar, me había ido a la plaza con mi hija -que tenía 11 años- y la otra -de 15 años- que estaba en casa con amigas. Yo me enteré a la noche y no en el momento. Fue a la hora del noticiero si no me equivoco, tipo 8 de la noche. Me entero porque me llama mi suegro y me pregunta por Hernán. Yo le conté que había hablado a la mañana y que me había contado que se iban a bicicletear al Central Park. No había hablado con él en todo el día. Era normal. Pero a mi suegro le sentí una voz rara y le pregunté por qué me consultaba sobre mi marido y tras insistirle, finalmente me dijo que hubo un atentado en Manhatan, algo que asocié con el departamento donde ellos -su marido y los amigos- estaban parando. Corté con él y al encender el noticiero veo las bicicletas tiradas y ahí me di cuenta. Llamé al Consulado y me informaron más al respecto. Al principio no lo encontraban, hasta que horas después -con mucha desesperación- recibo la llamada de Ariel Benvenuto -uno de los amigos- que me dice: “Se nos fue el negrito”.
-Alejandra Sosa.- Yo también me enteré a la tardecita. Yo soy de ver muchos informativos, pero ese día no encendí el televisor. Fui a la farmacia a retirar unos medicamentos para mi mamá, alrededor de las 19, y me crucé una vecina que me adelantó que en Nueva York hubo un atentado. Yo pensando que no podía ser que justo fuera donde estaba él, ni lo pensé, pero me quedé mal. Entonces al llegar a la farmacia, le cuento a la chica del mostrador lo que me dijeron y que casualmente mi marido estaba allá y ella tampoco creía que podía sucederle justo a él. Automáticamente comencé a llamar a Alejandro pero no me atendía, no me atendía, no me atendía y algo me hizo ruido, entonces la llamé a Ana Evans y me atendió llorando y ahí me di cuenta. Encendí la tele de mi cuñado y no lo podía creer. Esa noticia duró un siglo.

-¿Cómo fue ese primer día?
-Vera Dargoltz.- El día después era pensar qué probabilidades hay de que te vayas a una ciudad como Nueva York y que en una ciclovía por la que andan miles y miles de personas permanentemente y que pase una cosa así. Si uno lo piensa, realmente es improbable. Además del asombro, el dolor fue inmenso. Nosotros no estamos acostumbrados sobre hechos terroristas. Si bien soy de la comunidad judía y estoy en tema, siempre los vi desde la vereda de enfrente. Ese primer día le pedí a mi papá que le avisara a la familia de Hernán, porque sinceramente yo no podía, no me salía. Luego, ellos vinieron a mi casa. Fue caótico porque se nos instalaron un montón de periodistas en la puerta, ellos no podían ir a abrazar a sus nietos y nietas, yo tuve que pedir que por favor no me molestaran más. No hacía 24 horas de la noticia. Estábamos totalmente desconsolados. Yo no viajé allá porque tenía miedo que mis hijas tuvieran miedo de que me pasara algo a mí también. Fue una decisión muy complicada y que todavía una se sigue preguntando.
-Alejandra Sosa.- Por alguna razón yo siempre le decía a Ale que se sacara las fotos que quisiera en Nueva York y listo, que tuviera cuidado, que evitara aglomeraciones de personas. Realmente lo pensaba por lo de los atentados. Le pedía que estuviera atento. Y sinceramente, no podía caer al otro día. Teníamos una frase que era: “contigo pan y cebolla, en las buenas y en las malas”, y me acordé de esa frase, entonces al hablar en la Embajada dije que iba a viajar y que me lo iba a traer yo y que no me lo iban a mandar como una valija. Sentí ese compromiso. No pensé en dónde se iban a quedar mis hijas, me olvidé de todo, tenía que estar ahí. Era la forma de saber todo, de preguntar, no sé.

-Pasaron cinco años… ¿Qué aprendiste, cómo los transitaste?

-Vera Dargoltz.- En estos cinco años uno se va fortaleciendo, para mí fue nacer de vuelta. El sustento económico era él, pero no era la base de nuestra familia, entonces te vas rearmando en todo sentido. Nosotros éramos muy unidos, Hernán era tremendamente presente en la vida de sus hijas. Es muy difícil la ausencia porque, aunque pase el tiempo, se sigue sintiendo, lo extraño igual. Uno aprende a convivir con el dolor. No es que el dolor se va, sino que aprendes a llevarlo, a aceptar la vida de otra manera. Que al llegar nadie te pregunte cómo fue tu día, resolver cuestiones de la casa como, por ejemplo, cuando se metían murciélagos adentro. Es ser madre y padre al mismo tiempo. Hago un esfuerzo enorme. Me pongo una careta y salgo a la vida. Sigo para adelante. Hago planes muy a corto plazo, porque mis proyectos se terminaron. En las fotos, que estamos agarradas de las manos, falta una. Nada es lo mismo.
-Alejandra Sosa.- Es empezar de nuevo con un montón de cosas. Cinco años es un montón y para otras cosas es muy poco. En estos años, por ejemplo, mis nenas -que son mellizas- terminaron séptimo grado y no pudimos estar todos para entregarle la medalla; tomaron la comunión y tampoco estuvo el papá. Ahora cumplieron 15 años y no pueden bailar el vals con él, que es algo simbólico, es decir, un montón de cosas que ya no comparten más. En cierta forma cumplo rol de padre y de madre y, en otras cosas, ellas ven que hago lo imposible por darle lo que el padre les hubiera querido dar y que no se puede, y que en casa no se puede. Son adolescentes y tienen sus broncas, la edad, la falta trágica del padre. Es muy difícil criar a las chicas solas. Falta la presencia humana de Alejandro y nunca se los voy a poder dar. Es un dolor que uno carga estos años, muchos llantos a escondidas, demostrar que somos fuertes, aunque a veces no es real. Hay que salir adelante, porque es lo que la vida nos entregó.

-¿Cómo las encuentra este juicio?

-Vera Dargoltz.- Me encuentra en un buen momento, porque es algo muy ansiado y esperado. Esperábamos este juicio mucho antes. Se demoró demasiado. Es importante para sanar una de las tantas heridas. Esto creo que es fundamental para nosotras y para nuestros hijos. Pero para creer en la justicia, en que cuando alguien hace algo malo tiene sus consecuencias y que esto se tiene que cumplir. Desde ese lugar me va agarrar bien plantada. Porque la incertidumbre y el desamparo te agota y te va debilitando, por eso es el momento de decir que llegamos hasta acá y que se tiene que terminar.
-Alejandra Sosa.- Una está más firme. Yo a veces pienso que, si no hubiera pasado lo de la pandemia y esto se hubiese iniciado antes, a lo mejor no estaba tan firme como hoy. Hoy me siento más fuerte. Es como que te fortalece de alguna forma este tiempo -que fue muy largo-, pero antes no sé si estaba preparada. A veces la vida y el universo te dan las cosas un poco más claras. Ahora tengo otro panorama, pienso de otra forma, las veo a mis hijas con un poco más de edad, como que pueden entender y comprender más todo. Me va a dar más tranquilidad que esto tiene un final, con una condena justa. Me da la posibilidad de que mis hijas puedan comprender y puedan crecer en otro mundo y con otros valores, que es lo que quiero que tengan.



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