Una madre todo terreno

Mujer al volante: una vida sobre ruedas

La hernandense Silvina Heffel tiene 41 años y desde los 13 que no se baja de la cabina del camión. La pasión por las 18 ruedas fue heredada por su papá Hugo. "Somos todos iguales. El camionero respeta y cuida a la mujer camionera. Lo mío es pasión y amor por lo que hago", reflexionó en diálogo con Mirador Entre Ríos.
22-10-2020 | 22:06 |

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La entrerriana rompió los estereotipos e imprimió su nombre en la lista de mujeres camioneras.


José Prinsich
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Con el equipo de mate listo y un pequeño bolso, en el que llevaba sus objetos personales, Silvina Heffel se subió a la cabina, se ajustó el cinturón de seguridad y de manera armoniosa se acomodó en el asiento porque era consciente de que le esperaban varias horas aferrada al volante del camión. Era la primera vez que la oriunda de Hernández realizaba un viaje sola. Córdoba era el destino y allí se quedaría por diez días. Los nervios de esta nueva experiencia estaban latentes pero la alegría y la emoción de poder concretarla ganaban por mayoría.

No fue nada fácil encarar esta travesía hacia las sierras cordobesas. Atrás había quedado la familia y el hogar que la cobijó durante años. Pero adelante estaba la carretera y el sueño que siempre quiso alcanzar de pequeña. Como muchas otras mujeres, Silvina se animó y rompió todos los estereotipos que asocian a las 18 ruedas únicamente con hombres. La camionera no bajó nunca los brazos y aceptó el desafío a pesar de las dificultades inherentes a este oficio que exige sacrificios, esfuerzo y el desarraigo de los seres queridos.

En el interior de la guantera estaban guardados todos los papeles para emprender la travesía en la ruta, mientras que en la cabeza de la conductora se conservaban intactos los consejos de su papá Hugo. La entrerriana aún recuerda, a cinco años de aquel acontecimiento que la marcó para siempre, las diarias llamadas telefónicas con su papá, que preocupado quería saber cómo estaba su hija y ansioso esperaba su regreso a casa.

"Me compró gomas para cambiarle al camión con tal de que volviera. Yo no quería volver porque era mi sueño irme en el camión y viajar. Es algo difícil de explicar con palabras, sólo puedo contar que cuando volví a mi pueblo se me llenaron los ojos de lágrimas y mis viejos junto a mi hija me estaban esperando para cenar juntos", relató la simpatizante de Chevrolet.

Mecánica a bordo

Cada vez que el camión pone los neumáticos sobre la cinta asfáltica, los riegos pueden aparecer en cualquier ocasión y la conductora de Entre Ríos no tiene inconvenientes en parar la marcha, levantar el capó del vehículo y revisar si se produjo alguna falla. Con llave en mano y arremangada hasta los codos, la transportista arregla desde una rueda pinchada hasta si hay problemas en la inyección. La señora de las cuatro décadas saca a relucir todo lo que aprendió en el camino.

"Sigo rompiendo barreras ya que el camión no es sólo manejar es engrasar, lavar, arreglar algún problemita que surja de camina o cuando llegas a destino. Lo mío es pasión, es amor por lo que hago. Mi trabajo es lo que me da de comer. Es poco común ver una mujer manejando 18 ruedas", dejó en claro en diálogo con Mirador Entre Ríos. Y agregó: "Actualmente, por problemas de salud, solo hago logística aunque sigo con Carnet Profesional vigente y me saco el vicio saliendo de viaje con mi compañero de vida. Tengo un problema en la cervical y se me dificulta viajar porque son muchas horas de sentada".

Herencia familiar

Silvina nació en el seno de una familia de camioneros, rodeados de fierros, neumáticos y sobre todo mucha pasión. Su mamá Emilse solía manejar pero fue su papá Hugo el que le transmitió los saberes a su hija, que a su vez fueron heredados de su abuelo. A los 13 años, la pequeña ya mostraba sus habilidades en un camión con acoplado.

"Él siempre me llevaba en su camión. Hacíamos carga de leche en tachos y después tuvimos un camión cisterna. Salíamos de Hernández y hacíamos doble turno (mañana y tarde) para juntar leche. Eso fue hasta el año 2002, después de ahí nos dedicamos de lleno al cereal, oleaginosas y legumbres. Mi papá siempre me decía que esto no era un trabajo para una mujer. No le gustaba mucho la idea de que fuera camionera porque no es una labor muy fácil y pasas muchos días fuera de tu casa, rutas peligrosas con el maltrato que muchos sufrimos a la hora de cargar y descargar mercadería. Pero cuando se jubiló le dije: "Bueno papi, hasta acá llegaste. Ahora me subo yo".

-¿Cómo te tratan los otros camioneros con los que te cruzas a diario?

-Gracias a Dios hay muchísimos colegas que paran en la ruta y te ayudan. Siempre están firmes para darte una mano y no por el hecho de ser mujer. Eso es lo bueno que tenemos en este trabajo. Son cosas que pasan en la ruta y por más nuevo que sea tu camión, puede tener un problema y no estás exento.

-¿Te costó adaptarte a este oficio?

-Muchos me conocían por el hecho de andar con mi papá, por ser la hija de Papucho (como le decía a él). Sabían que me gustaba el camión. Creo que le costó más a mi papá y a mi hermano adaptarse a que yo fuera camionera. A mí me encanta este oficio y no me van a bajar tan fácil del camión. Mi hermano no quería saber nada el primer tiempo. En mi familia, somos cuatro hermanos (tres mujeres y un varón). Siempre fui la más machona de mis hermanas. Era la que más andaba con los fierros. Me gusta soldar, cortar con la amoladora. No me gusta estar encerrada ocho horas en una oficina. No lo aguanto. Necesito andar. Esto no es un trabajo liviano porque tenes que estar 12 horas sentada marchando a 80 km por hora y tampoco podés parar en cualquier lugar. Al mediodía no comía porque me agarraba sueño. Únicamente comía a la noche y al horario que sea. Es un trabajo muy lindo porque conoces mucho, pero te tiene que gustar sobre todas las cosas.

-¿Sentiste alguna diferencia por ser mujer?

-Cuando trabajas en transporte conoces un montón de camioneros y tenes que amoldarte. No podés sentarte a comer solo en el camión, hacer una vida encerrado porque sos mujer. Yo me siento de igual a igual con los muchachos. Somos todos iguales. El camionero respeta y cuida a la mujer camionera. Me he bañado en duchas de hombres y el camionero, que quizás nunca lo viste pero estuvo tomando unos mates con vos o comiendo, es el que te va a cuidar la puerta del baño y te va a custodiar para que no se meta otro. No sos ni más ni menos. Tampoco creo que tenemos que andar pidiendo todas las prioridades de descarga porque somos iguales y elegimos esta profesión porque nos gusta. Si lo hacen con amor se hace más llevadera la profesión.

-¿Cómo sos como conductora?

-Creo que soy buena conductora. Las mujeres somos más cuidadosa cuando estamos arriba del camión. Andamos más despacio, cuidamos más y somos pacientes. A veces me enojo mucho con otros colegas por conductas inapropiadas. Por ahí me sacan de las casillas y si tengo que insultarte te voy a insultar porque hay cosas que no se hacen.

-¿Estuviste afuera en fechas importantes?

-Soy mamá y tengo una nena de 17 años. Me pasó de estar el Día de la Madre afuera o cumpleaños. Cuando me subo al camión, mi nena se queda con mis padres. Ella se crio con mis viejos. Me hacían llegar cosas con mi hermano o con otro camionero cuando me faltaba algo. Me mandaban mercadería y cartas con textos que decían: "Te extraño mami, volvé pronto".

-¿Se extraña el pago chico cuando se viaja?

-El camión tiene que volver cada 15 días a Hernández, tiene que estar en su casa porque vos tenes una familia y tenes que venir a verla aunque se ponga linda la época de cosecha en el norte. Si tengo un fin de semana de franco, voy a volver a casa. En mi casa siempre me están esperando y te extrañan.

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