Literatura futbolística de Roberto Herrscher y Aldo Ruffinengo

Letra redonda: crónicas de potrero

El fútbol despierta entusiasmo, pasión y, como fenómeno cultural que es, este popular deporte se entrecruza con los caminos de la literatura. En este Mundial de Qatar, Argentina salió a la cancha demostrando que el espíritu maradoniano sigue vigente y que la camiseta no se mancha.


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La provincia no solo arde del calor, sino del fervor que genera la Copa Mundial de Fútbol de 2022 en Qatar, el sentimiento del hincha, los recuerdos del potrero, una Selección Argentina que supo mantener el espíritu maradoniano. La Copa del Mundo de la FIFA llega a su última etapa.

Al ser interrogados acerca del fútbol, los escritores y periodistas Roberto Herrscher y Aldo Ruffinengo, cruzaron su camino literario por el túnel de la infancia. En este contexto, y en el mismo año en que se lleva a cabo el Mundial de Fútbol, Herrscher un hincha fanático de River y , Ruffinengo hincha de Newell's Old Boys nos abren las puertas de dos de sus grandes pasiones: el fútbol y la literatura.

-Tu interés por el fútbol es de toda la vida, ¿cierto?

Roberto Herrscher: -Cierto, pero como espectador, como disfrutador del buen juego. Me parece recordar, aunque los recuerdos de infancia siempre tienen un elemento de invención, que yo seguía jugadores y campañas, pero no era fanático. Sí era hincha del club del que soy desde siempre, porque era el de mi papá, River Plate. Pero todo era por y con él. Me gustaban los buenos goles, las jugadas bien armadas, jugara quien jugara. Tal vez esa es mi bendición y mi maldición: en todo soy más fan del arte y la excelencia, venga de donde venga.

Aldo Ruffinengo: -Sí, totalmente. Desde que la pelota apareció en escena tal vez haya jugado con otras cosas antes, pero cuando apareció la pelota empezó a cobrar sentido el juego, lo colectivo y bueno, indudablemente ese ángel especial que tiene ese juguete que es el mejor del mundo que se llama pelota de fútbol.

-¿Qué cuadro fútbol sos aficionado?

-R.H: No soy: somos. Como soy de esa extraña especie a la que le importa mucho más la gente querida que los equipos, soy de River por mi papá y soy del Barcelona por mi hijo. Me importan ellos, quiero que los equipos de sus amores ganen. Y si la persona que quiero y me importa es fanática de otro club, me paso sin problema. Así de raro soy. La felicidad de los míos me importa infinitamente más que los triunfos o derrotas de una camiseta.

-A.R.: A la par de ese recuerdo de la significancia de la pelota viene lo de la camiseta,¿no? Entonces me siento muy chiquitito con la primera camiseta de Newell's Old Boys puesta.

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-¿Qué anécdota tienes de aquella primera visita a la cancha?

-R.H.: A mi papá le regalaron entradas para un Boca-River en la Bombonera y no preguntó dónde eran las entradas. Y llegamos y estábamos en medio de la hinchada de Boca. Y me dice: "Vos quédate piola, si River mete un gol, ni lo celebres, que nos fusilan". Y yo todo el partido deseando que termine cero a cero. Y Boca mete un gol y los dos gordos a nuestros costados se abrazan gritando sobre nosotros. Quedamos como jamón del sándwich, como dos suecos turistas que no pescaban nada… pero fue un momento de mucha complicidad entre nosotros. Muy pocas veces fuimos a la cancha después, un par de veces al Monumental, una vez al Camp Nou nosotros dos y mi hijo José Pablo. Las canchas siempre me hacen acordar a mi viejo, que murió hace tres años, este mes.

-A.R.: La responsabilidad total tiene que ver con mi viejo, si bien también en eso acompañado a mi vieja y mis abuelos, pero el amor por la pelota por jugar con la pelota y por los colores del equipo es de mi viejo.

-¿Qué significa para vos un gol?

-R.H.: Una expresión de júbilo, de soltar presión, de alegría. De comunión con los míos, de abrazarse en la celebración. Me gusta que haya por lo general tan pocos. En otros deportes hay canastas todo el tiempo, tries, puntos ganados al tenis cada dos por tres. En el fútbol el gol es un momento orgásmico, la coronación de todo un partido, lo excepcional.

-¿Cuánto atragantado se suelta con una pelota en la cancha?

-R.H.: ¡Y a mi edad, se suelta, se rompe y hay que llevarlo al taller! Los partidos de viejos, que es lo que me toca ahora, son a la vez hermosos, porque uno vuelve a ser pibe, y peligrosos, porque uno se siente como un pibe, pero el cuerpo no acompaña…

A.R.: Un gol es un orgasmo completamente, hacerlo o gritarlo el de tu equipo que en mi caso en el momento que estoy como hincha abrazar a Newell's Old Boys o a la selección enormemente también o estar viendo el charrúa un gol del Trinche Carlovich.

-¿Qué ha perdido el juego al volverse industria?

-R.H.: Esta es una pregunta para historiadores, porque realmente no sé si hubo alguna vez en que no lo fuera. Sí había menos plata sobre todo antes de la televisión, cuando era sobre todo para los que iban a la cancha… pero creo que cualquier pequeña porción de poder y dinero genera una industria. Creo que el pasado romántico, en esto como en todo, es un invento fruto del desencanto con el presente. No hay pasado romántico. Los clubes, chicos y grandes, son industria, dinero y poder. Todo en el fútbol está podrido, salvo el espíritu del potrero y del hincha que pierde alegremente su tiempo, su plata y su salud tras unos colores. Si ganás algo más que eso, ya perdemos todos. Soy un amargo en esto, lo sé. Pero soy sincero.

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-¿Cuál es la identidad futbolera de Argentina?

-R.H.: Como en todo, torrencial y pasional. Y cuanto peor estamos, más ilusión ponemos en la ruleta del fútbol.

-Diego Armando Maradona dijo una vez que la pelota no se mancha, ¿Qué pensas de esta frase?

-A.R.: Pensar que el fútbol no iba a estar manchado de eso, pero nunca ha anulado la pasión como a ninguna de las otras vinculaciones, uno trata de rescatar la pasión de una relación de una amistad, de una pareja, de un vínculo laboral, bueno en el fútbol también somos muchas las personas que tratamos de rescatar eso y si bien entiendo hacia dónde va la pregunta y entiendo que eso pasa y uno de ese dice, eh? Ahí vamos a quedar en asco desde el punto de vista de lo que son los mega eventos y la organización y demás y que inciden en todo, pero siempre me gusta como curioso buscar la hendija, buscar el intersticio donde se ve el brillito de pasión aún en el futbolista.

-¿Qué tan lejos o cerca está el fútbol de la literatura?

-R.H.: Muy cerca. El teatro griego nació junto con los juegos olímpicos. El deporte es una épica, es imposible desligar un partido del relato de un partido. Y como en cualquier disciplina donde se arriesga, se gana y se pierde, y muchos cuelgan sus emociones de lo que hace un grupo pequeño de personas (hombres y cada vez más mujeres), el fútbol se juega y se cuenta. Me gusta leer a Galeano, a Caparrós, a Soriano, a Vásquez Montalbán, a Villoro cuando escriben de fútbol. Y también a los grandes escritores del fútbol, como Ramón Besa y Ezequiel Fernández Moores.

-Eduardo Galeano lanzaba esta atípica pregunta: "¿En qué se parece el fútbol a Dios?"

-R.H.: En que los dos juegan con la pobre inocencia de la gente, con los sentimientos, y mueven mucho dinero y permiten entrar en la política. Me cae mejor el fútbol, pero solo hablo por mí.

-¿Cómo transitaron este mundial?

-R.H.: Entre el asco por la horrible dictadura censuradora y machista y asesina de trabajadores de Catar y por la corrupción sin límites de los patronos de la FIFA, y el dejarme llevar por la fiebre de los partidos, sobre todo los de mi Selección Argentina.

-A.R.: Este mundial lo estoy transitando muy feliz, porque amo el Mundial amo el tipo de ceremonia que se hacen los Mundiales, soy de las personas que recuerda todos los mundiales como parte de la recta histórica de la propia vida.

-¿Qué es lo que más te gusta del fútbol?

-R.H.: Ver los partidos con gente querida, prender la tele cuando empieza y apagarla con termina y prescindir con alegría de los opinadores, casi todos deplorables.

-¿Qué partidito jugaste de pequeño en la cancha de barro, frente a ese arquerito y con una pelota amistosa?

-R.H.: Yo no estaba frente al arquero, siempre me ponían de defensor, que es el lugar reservado a los pataduras en la escuela. Me gustaba ver jugar a los buenos, a Gustavo, a Daniel, a Marcelo. Aún dentro de la cancha y jugando contra ellos, me daba cuenta de que mi placer era aprender viendo a los que jugaban con garra y arte. Siento que como escritor también me salvo del horrible vicio de la envidia: disfruto leyendo a los que escriben mejor que yo.

-¿Qué extrañás de Diego Maradona?

-R.H.: Extraño 1986. Por el Diego y sus maravillosos goles (nunca olvidaré el momento en que vi por la tele el que hizo a Bélgica en la semifinal), por mi propia juventud, por un país con menos odios, por el gesto sobrio de Alfonsín de no salir al balcón con los jugadores, por el breve momento en que con la democracia se pudo ganar un Mundial limpio. Diego Armando Maradona está en el centro de esa gesta, el genio de Fiorito en el que nos miramos al espejo y nos abrazamos entre todos.

-A.R.: ¿Qué extraño de Diego Maradona? Lo extraño a él.

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