Aldana Badano
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El Museo Regional de Villa Urquiza tiene una trayectoria de casi 30 años. El edificio se encuentra ubicado en un lugar privilegiado de la localidad, en una de las esquinas de la plaza 1° de Mayo. Pablo Aceñolaza, biólogo y docente universitario, es también el director del Museo Regional de Villa Urquiza y cuenta la historia del surgimiento de esta institución y su actualidad.

–¿Cuándo y cómo surge el museo emplazado en Villa Urquiza?

–Iniciamos en 1992 de manera informal luego del cierre del almacén de ramos generales que llevaban adelante mis abuelos; con aperturas esporádicas en períodos de vacaciones fuimos creciendo paulatinamente, tanto en elementos en exposición, en tipos de presentaciones como en tiempos de apertura. Recuerdo que cuando el almacén cerró en el año 1987 quedaron muchas piezas de valor histórico y regional que decidimos comenzar a mostrar utilizando las estanterías y aprovechando los momentos de mayor afluencia de turistas. En esa época visualizamos la importancia que tenía para Villa Urquiza, que es la primera colonia agrícola del país, tener un espacio que presente y valorice su historia. Desde entonces hemos crecido con esa característica propia de todo museo regional que es la diversidad; con muestras permanentes históricas y geológicas, con muestras temporales pictóricas y un sinnúmero de expresiones artísticas que hemos desarrollado desde entonces.

Esfuerzos, temores y esperanzas

–¿Cuál es la historia del lugar donde está ubicado?

–Es uno de los primeros inmuebles de material de la Villa que se encuentra en pie y en un buen estado de preservación. Construido originalmente por un inglés, al poco tiempo se lo vendió al General José Francisco Antelo que, al tiempo que ejercía la gobernación de la provincia, se lo vendió a José María Aceñolaza, quien constituyó un almacén de ramos generales que estuvo abierto por más de 100 años, entre mediados de 1880 a fines de la década de 1980; algo casi impensable hoy en día. En ese extenso período, el inmueble fue creciendo y modificándose, sin perder su estilo, y por él pasaron varias generaciones que ejercieron el comercio regional bajo diversas denominaciones. Podemos decir que su historia es un vivo ejemplo de los altibajos que tenemos como nación y de cómo el tiempo moldea nuestra realidad actual. En las fotos y los cuadros que tenemos podemos ver los rostros de los criollos y las familias de inmigrantes que con su esfuerzo, sus temores y sobre todo con sus esperanzas, forjaron nuestra provincia.

–¿Qué propuestas ofrece a la comunidad?

–El museo es ante todo un espacio de preservación, de registro de la identidad cultural regional, pero es también un espacio social y de reencuentro. Tenemos una amplia exposición permanente de elementos de la vida cotidiana de diversas épocas desde fines del siglo XIX hasta hace 30 años atrás. Muchos elementos de almacén, algunas reliquias históricas y elementos que hablan de las peculiaridades regionales; fotografías de familias inmigrantes, cuadros de personajes destacados de la Villa, elementos litúrgicos del Padre José Boxler quien fuera párroco local por más de 50 años. Libros de registro contable, actas de fundaciones y asambleas de innumerables organizaciones sociales que transitaron la historia de nuestra localidad. Herramientas de labor de productores locales, utensilios de la vida diaria de familias del centenario de la independencia, y tantas otras piezas que guardan como secreto estos lugares algo digno de visitar buscar, investigar y sorprenderse. Ese es el encanto que tienen sitios como este. Por eso seguimos trabajando en ofrecer espacios para la cultura y el arte regional.

–¿Qué instituciones apoyan al museo?

–El museo existe tanto por voluntad familiar como por el trabajo cooperativo que hemos desarrollado con diferentes instituciones a lo largo de los años. Recuerdo que iniciamos abriendo y atendiendo personalmente, con el tiempo hicimos un acuerdo con la Escuela Agrotécnica local, que seleccionaba alumnos interesados en realizar un voluntariado. Un cambio importante lo hicimos cuando logramos un acuerdo con la Municipalidad y ofrecimos parte de los espacios del inmueble para que funcione la oficina de turismo municipal a cambio de apertura y atención del Museo. Eso fue importantísimo porque implicó pasar de abrir una vez a la semana a permanecer abierto prácticamente todo el año desde hace más de 20 años. El año pasado, por primera vez recibimos un subsidio de la Provincia que nos permitió mejorar nuestros espacios expositivos. En época de cambio de gestiones, tuvimos la posibilidad de que el saliente intendente, Alberto Gastiazoro, gestionara ante el gobernador, Gustavo Bordet, un subsidio que fue ejecutado por el nuevo intendente, Manuel Tennen. Estamos como comunidad muy agradecidos de esa oportunidad.

Aminthe Geoffroy, un fotógrafo regional

En el Museo de la Villa estuvo expuesta una selección de fotografías de Aminthe Geoffroy, uno de los primeros fotógrafos de la localidad, quien fuera vecino de Villa Urquiza. Geoffroy fue un inmigrante de origen francés, panadero y representante consular de Bélgica, desarrolló su veta artística como dibujante y fotógrafo que, a inicios del siglo pasado conllevaba la necesidad de poseer una importante habilidad pictórica. Fotografió escenas de campo, urbanas y sobre todo desarrolló su actividad en estudio, retratando personas, familias, niños, grupos musicales, carnavales, todos con una delicadeza y sentido estético que muestran no sólo la calidad del trabajo que realizaba Geoffroy sino que se convierten en un retrato casi tangible del tiempo que se fue.

Pablo Aceñolaza indicó que “esta muestra se presentó gracias al trabajo que permitió la conservación y puesta en valor de los negativos de Geoffroy que forman parte del acervo del Museo Regional. Federico García, como curador de la muestra; y el director del Museo Histórico Martiniano Leguizamón, Rubén Clavenzani, hicieron posible esta actividad colaborativa”.