Conrado Berón
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Va quedando cada vez más lejos la pandemia, que sin dudas marcó a millones de argentinos de alguna manera u otra. En el caso del protagonista de esta nota, lo hizo de manera trágica y muy dura.

Jorge Alberto Zavala, conocido en La Paz como Tito, es el segundo hijo de un matrimonio ya fallecido, sufrió la pérdida por Covid de su hermana mayor. Ella, profesora de piano, fue la impulsora de una pasión, que se le había despertado desde la infancia en su hermano. Junto al piano, él cantaba y empezaba a soñar con actuar. Estamos en presencia de uno de esos casos donde la vocación se presenta de manera tempranera y no abandona a esa persona nunca más.

Hoy, Tito quedó solo y 50 obras de teatro después, cientos de paceños que han pasado por sus talleres y obras y miles de ciudadanos que han visto el fruto de tantos días de ensayos y más ensayos; el protagonista de su propia obra de vida dialogó con MIRADOR ENTRE RÍOS. A través de sus palabras se percibe que para él, las tablas no son un lugar más. Son su lugar en el mundo.

–¿Cuándo nació tu vocación por el teatro?

–Mis comienzos en teatro fueron en el colegio secundario, donde tenía como profesora a Irma Echeverría, una gran actriz y entusiasta de la actuación. Una persona muy preparada en esto. Luego conocí a Jorge de Dios Godoy, un muchacho de Concepción del Uruguay que comenzó a trabajar en La Paz, en la radio LT 40. Con él hice mi primera obra “La barca del pescador” de Alejandro Casona. Después pasaron muchos años y muchas más obras dirigidas por Jorge con el Grupo Teatral 80.

La importancia del hoy

–¿Qué grado de dificultad tenía hacer teatro en esa época?

–Antes me parecía que el teatro era para un sector de la sociedad nada más pero después fue creciendo y hoy ocupa un lugar importantísimo, la comedia, la comedia musical o los grandes shows. No sólo en los teatros sino también en distintos lugares, el teatro callejero, por ejemplo. Fue un camino muy largo y sinuoso en mi ciudad, pero siento que todo valió la pena.

–¿Cómo te fuiste capacitando para enseñar este arte?

–Me fui capacitando despacio y de a poco. Acá en La Paz, lo hice con Irma Echeverría, luego viajé y tomé clases con profesores del Instituto Nacional del Teatro, también aprendí mucho de grandes de Argentina como Rubén Ballesteros y Gerardo Dayud, entre otros. Además, participé en la tesis de Licenciatura en Teatro que presentó Lorna Lawrie (actriz paceña, que hoy reside en Francia) en la Universidad Nacional de Córdoba.

–¿Cuál fue el momento más importante de tu carrera como director o actor?

–Es hoy. Sin dudas. Hace más de 15 años dirijo y llevo 20 años a cargo de los talleres y he actuado y dirigido más de 50 obras de teatro. Con toda esa agua que ha pasado bajo el puente, creo que el presente es el mejor momento de mi vida.

–¿En qué estás trabajando actualmente?

–Sigo con los talleres de teatro. Siempre hago muestras con mis alumnos y puestas en escena. Actualmente tengo mi elenco llamado “La silueta del arte”. Son todos chicos jóvenes. Hace un mes estrenamos cuatro obras, hicimos varias funciones. Todo con mucho entusiasmo y muchas ganas que le ponen los chicos a todo lo que hacemos. Ahora vamos por más presentaciones. Este grupo se formó en mi taller de teatro que tengo en Casa de la Cultura, dependiente de nuestro municipio.

Apertura

–¿Qué tiene que hacer el teatro para seguir creciendo en la ciudad?

–Para que el teatro siga creciendo en La Paz hay que llevarlo y acercarlo más a las escuelas, a los colegios, y en las distintas instituciones que tienen varias actividades sociales. Hay que aprovechar que, a través del tiempo, hay un interés mayor por el teatro, que se ha ido metiendo en distintos sectores de nuestra sociedad, despertando entusiasmo entre la gente especialmente en los niños y jóvenes.

–¿Sentiste que la sociedad te juzgaba de alguna manera?

–Nunca la sociedad me juzgó. Por eso siempre hice lo que sentía en libertad, por supuesto siempre intentamos que lo que hacíamos sea algo bueno. Creo que edifiqué mi carrera durante mucho tiempo y esto para mí es maravilloso. Nunca tuve prejuicios, siempre me sentí seguro y libre; te lo resumo con una frase que uso siempre para definirme: “Soy un títere con un corazón que late movido por la pasión del teatro y la actuación”.

Anécdota

Ante el requerimiento de alguna “perlita” de su extensa trayectoria, Tito Zavala recordó cuando en el debut de su primera obra de teatro “hacía de camarero en una mansión y tenía que servir bebidas alcohólicas. El director me pidió que llevara té para simular el color de la bebida y yo preparé el té caliente y enseguida lo puse en un termo. Luego, a la hora de actuar, lo pasé a una jarra. Te imaginás, cuando serví los vasos del supuesto whisky, a todos les salían humo (risas). Todavía no tenía experiencia…”