Cronología histórica

La rastreadora de historias

Cine El Cairo, un emblema histórico de nuestra ciudad donde no hay rosarino que no haya pasado por esa sala. Mirador Provincial viaja en el tiempo para conocer este lugar que se convirtió el primer cine público de la provincia.
30-09-2021 | 19:15 |

El Cairo Cine Público pertenece al Ministerio de Cultura de Santa Fe. Primer cine público de la provincia.
Foto:Archivo.
Gisela Mesa [email protected]


Son las nueve de la mañana y el café de la máquina está horrible, observo detenidamente a Carlos, clásico compañero de trabajo chupamedias del jefe, mi mirada debe ser muy penetrante, ya que en eso observo como se acerca el jefe con cara de pocos buenos amigos.

Agarro mi celular para que parezca que hago algo… observo el calendario y me doy cuenta que aún no le mandé la nota, el editor entre y con una mirada fulminante más el gesto del reloj, me pide urgente que rastree una historia que anime a los lectores a leer nuestra sección matutina. A este paso observarán que ya llevo más de 20 años trabajando y le he perdido ganas al trabajo, capaz por lo cotidiano, lo ordinario de los días que transcurren sin esperar nada asombroso y un café horrible que lo sigo tomando.

Sin crear más malestar, me adentro de lleno en la internet galáctica y empiezo a buscar qué noticias puedo rastrear, en eso aparece Carlos con esa sonrisa que no tolero, me comenta que Netflix avanzó con nuevas ideas y que él recordaba aquel cine público, El Cairo. Entonces inmediatamente me acuerdo de un gran amigo mío, para no perder tiempo me excuso con Carlos que tengo un malestar estomacal y me adentro al baño donde se encuentra la cápsula del tiempo que usamos los periodistas junior, en ese mismo momento esta cronista viaja en el tiempo pasado, al 20 de septiembre de 2021, sabiendo que encontraré a mi amigo en el bar La buena Medida, y es correcto, en una mesa frente a la ventana, se encuentra el abogado y crítico de cine, Sergio Luis Fuster, me mira atónito, no entiende nada, le explico muy brevemente sobre la cápsula del tiempo, se ríe y me invita a un café. Le comento que estoy interesada en que me cuente sobre la recuperación del cine El Cairo, un gran emblema histórico y sentimental de la ciudad.

Él siempre tan dispuesto me dice que sí. Empezamos de esta manera el minucioso recorrido de su rescate, del libro que escribió y de dos personajes reconocidos en el ámbito. Sergio Ariel Montanari y Sergio Gioacchini.

Historia personal
-Háblanos de tu infancia y esa particular relación con el séptimo arte.

-Más allá del desafío de defender cine El Cairo, te cuento que desde muy chico he visto cine, y he compartido la maravillosa experiencia de disfrutar de exhibiciones masivas, frente a una pantalla grande. Recuerdo de muy joven, en las instalaciones del Club Nueva Era, de Barrio Belgrano, en la zona de las queridas Cuatro Plazas de Mendoza y Provincias Unidas.

Butacas de madera, en fila y con el espacio suficiente para lograr una mínima comodidad. Cerca el buffet que guardaba un respetuoso silencio durante la exhibición de la película, y con la gente, bajo las estrellas, viendo películas memorables, que en aquellas épocas privilegiaban muchísimo los mandatos de los géneros: los western, las bélicas, las comedias o las de humor, con noticieros que se alternaban entre las películas exhibidas. También tengo muy presente desde muy pequeño, las experiencias cinéfilas en relación a la familia.

Mi madre era una profunda amante del cine, desde su infancia en su Santa Fe natal, cuestión que me transmitió desde joven, yendo con ella a ver muchísimas películas al viejo cine Monumental, al Gran Rex, al Heraldo, y, por supuesto, a ese lugar de culto que era para los que vivíamos en la zona oeste de la ciudad, el cine Echesortu.

Incluso, siendo apenas muy joven, en mi entrada a la adolescencia, mi madre me permitía ir a ver películas al centro con mis amigos, para luego seguir charlando sobre ellas, en los bares de la zona y con algún rico "carlitos" humeante frente a nuestros ojos.

También disfruté muchísimo del querido cine Madre Cabrini, cuando iba a visitar a mis abuelos paternos en el viejo Panal de Avenida Pellegrini. Era toda una ceremonia los domingos por la tarde, aprovechar alguna joya del Séptimo Arte, enriquecida por comentarios de amigos del cine, como el inolvidable Héctor Paruzzo.

Y hablando del departamento de mis abuelos en avenida Pellegrini, recuerdo que con mi tío Realdo (que más que tío fue un íntimo amigo durante muchísimos años), veíamos en su cuarto varias películas, alternando a veces, alguna transmisión radial de fútbol, dónde todo era sentimiento de amor hacia nuestro Rosario Central. Tanto mi tío como mi viejo, disfrutaban muchísimo de ver películas en la tele, con continuados memorables, en donde desfilaban grandes actores y actrices de Hollywood y también de la época dorada del cine argentino. Imposible no amar al cine, en una familia como la que tuve. Imposible no amar la vida con gente tan buena, y con tan buenos valores. Valores heredados, y valores que supieron transmitir…

-¿Cómo surge la idea del libro? ¿Quiénes participaron en la gestión del mismo?
-Cuando me enteré que iban a cerrar definitivamente cine El Cairo no pude conciliar el sueño, y mirá que soy de dormir muy bien… Llamé a varias compañeras y compañeros un sábado por la noche para intentar escribir (de urgencia) un libro y ayudar a la Comisión que ya estaba actuando en el intento de rescate. Ahí estaba mi querido amigo Sergio Ariel Montanari, junto a muchos otros, haciendo todo lo posible para que El Cairo no cierre sus puertas.

Invité y participaron con todo entusiasmo y generosidad los periodistas Juan Aguzzi Leandro Arteaga, Fernando Varea, Juan de Girolami, y Mercedes Betria (quien entrevistó al icónico Roque Baidón), el profesor Emilio Bellón, el querido e inolvidable Poeta Fabricio Simeoni, la actriz Mónica Alfonso, otro inolvidable periodista desde el barrio Pichincha, Daniel Briguet, el músico Gerardo Cabral y los Poetas Andrea Ocampo, Berta L. Temporelli, Marcelo Britos y Ricardo Guiamet, junto al profesor Rodolfo Velázquez. También escribió Sergio Gioachini (el titular de la Editorial Ciudad Gótica), quien además se encargó de hacer una edición preciosa. En pocos días los trabajos fueron entregados, y a toda velocidad se editó con toda la furia y la calidad que nos tiene acostumbrados Ciudad Gótica. Pudimos presentarlo en el interior del cine El Cairo colmado de gente emocionada, en una noche inolvidable, con la actriz Mónica Alfonso recitando y abriendo el ritual de homenaje y de resistencia. Es el histórico Número 6 de la Colección Estación Cine.

-¿Por qué crees que es importante centrar esta historia en la recuperación de un patrimonio cultural y sobre todo apelar la memoria del rosarino a este hecho tan significativo?

-Antes que nada, el cine es arte. El Séptimo Arte. Si bien reconozco que también es entretenimiento, industria que mueve millones y que todos los que trabajan para hacerlo tienen derecho a vivir dignamente, como arte merece exhibirse en lugares donde se lo dignifique. Cuesta imaginarse un momento de goce durante la exhibición de una obra de Godard o Kurosawa en salas laberínticas rodeadas de luces parpadeantes y sonidos ensordecedores, con una decena de máquinas tragamonedas o juegos de ruidosas tecnologías a pocos metros de distancia.

-¿Qué simboliza el cine El Cairo para Rosario?
-En Rosario uno puede perderse peligrosamente. Confundirse entre la avenida de las Tres Vías y un par de shopping, marearse entre tantas salas de suntuosas alfombras, tanto sonido de avanzada intoxicación. No encontrar jamás al mismo expendedor de entradas, pero sí alguien que con acostumbrada cordialidad "autómata" indica con certeza cómo acceder a la sala deseada.

Un laberinto siniestro como la peor estafa para un cinéfilo deseoso de una exhibición artística y no del consumo de un producto de mercado. He visto a tantos espectadores sucumbir en segundos a un cambio de programa, tan solo porque para el título elegido no había tickets suficientes y estar superpobladas las diminutas salas, o porque su deseo cinematográfico contrastaba con la temperatura de sus "perecederos alimentos"…

-¿Lo que decís tiene algo que ver con las coyunturas políticas?
-Nunca más oportuno que el nacimiento de estos ámbitos prostibularios del arte (con el perdón a las compañeras meretrices y su noble oficio), en los años infames del liberalismo, aunados a la pérdida de un proyecto de nación o de espaldas a las necesidades del pueblo. Es cierto que se recoge una práctica del mundo (salas pequeñas para menor demanda de cine), pero no es menos cierto que nuestra gente siempre se caracterizó por su sociabilidad, por compartir espacios y actividades comunes.

No es casual, entonces, que surjan estos bastiones del individualismo en un momento histórico en el que la degradación humana y la pérdida de la dignidad obrera ubicaron a nuestros conciudadanos en el angustioso territorio de la exclusión.

-¿Quedan esperanzas para seguir viendo un cine comprometido?
-En oposición a estas prácticas "globalizadas" de exhibición surgieron respuestas de un nuevo cine de compromiso. Desde Europa o Latinoamérica nacieron voces e imágenes que denunciaban estos nuevos tiempos. Parece que este cine vinculado a las cuestiones sociales no condice con las "cadenas" de exhibición de multicines, más allá de que para los amantes del Séptimo Arte cuando rueda el proyector comienza la vida.

También se gestaron hazañas, y se siguen gestando, en el rescate de estos monumentos del arte, donde no se "despersonaliza" la cultura, ni el Séptimo Arte es tratado como mercancía. La recuperación de emblemáticos cines de barrio o aquellos históricos en pequeñas ciudades, podrían citarse como ejemplo.

Siento que El Cairo encarna un emblema de resistencia difícil de describir con palabras. Encuentro en su silueta una explosión de sentimientos sinceros y algún desenfreno, como todo lo que se gesta con pasión. El cine como memoria de los pueblos. Su rescate lo transforma en el primer cine público de la provincia.

-¿Es importante apelar a la memoria de los rosarinos?
- Creo fervientemente que el buen cine es adictivo, siento que los lugares de exhibición también lo son. Perder El Cairo hubiese implicado ceder al abismo del olvido la identidad de una ciudad, de nuestra ciudad.

El recordado Pino Solanas afirmó hace un tiempo en una entrevista: "La memoria es la principal arma de defensa y de supervivencia de los pueblos. La cultura es la memoria. Mucho más con esos grandes aparatos de desinformación que intentan bloquearla" ("Contra el saqueo de la memoria", por Sergio Ferrari, Revista Gremio Judicial)

El Cairo está arraigado en la historia de nuestra ciudad, atravesado por ella. Fue y sigue siendo un paso obligado para muchas generaciones. Las rabonas de la secundaria se "coronaban de gloria" entre sus butacas. Después, el debate naciente de los más intelectuales matizados entre discursos y los compromisos socio-políticos que se extendían por los bares de la zona; o para los más carnales, el devenir de besos furtivos bajo la mirada activa de las palmeras art decó.

No cabe duda alguna, un trozo de Rosario vive en el corazón de El Cairo, rescatándonos en la urbe de la patria financiera, el smog o la decadencia de la calle Santa Fe.

-¿Podés mencionarnos algunas películas que se relacionen con "el rescate" del cine El Cairo?
-Puedo mencionarte estas que me parecen necesarias de ver, "La crisis, la TV, el video. Ahora el cine es solo un recuerdo", le comentará con tristeza el último dueño de "Cinema Paradiso" a Toto, quien tuvo bajo sus hombros la enorme responsabilidad de reemplazar a Alfredo como proyectista del único cine del pequeño pueblo de Giancaldo.

Por otra parte las imágenes de "Splendor" de Ettore Scola, para tropezar con las barricadas de "los nuevos tiempos". Los versos del Nano Serrat en "Los fantasmas del Roxi". Resucitarán los `70 con aquellos jóvenes ávidos del debate de ideas, los que gozaban del cine de Bergman.



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