Gisela Mesa


Hugo Borras es un hombre de teatro con mayúsculas. Esta pequeña entrevista se queda corta ante el enorme caudal de experiencia y sabiduría que atesora. Me pintó por contar solo es el unipersonal de este gran autor; una comedia en la que el dramaturgo y actor repasa su vida, la de su familia, amigos, vecinos y amores.

Ambientado en un café que tranquilamente puede ser el que está en la esquina de tu casa, el protagonista hará mediante anécdotas, relatos y canciones, un recorrido por el barrio de La Tablada, sus calles, su escuela, su plaza, su iglesia y su casa.

-¿Cómo es trabajar y ensayar en medio de una pandemia?

-Al principio no fue nada fácil, tuvimos que acostumbrarnos a los protocolos, a mantener distancia, a respirar con un barbijo, y a vernos en forma remota. Pero lo complicado es "hacer teatro sin tocarnos ni sentirnos", y el teatro involucra a todos los sentidos. Aunque también, en mi caso al menos, tuve más tiempo para escribir, para ensayar, para seguir tomando clases y para prepararme: tuve que aprender a trabajar mi ansiedad proyectando que el sueño se iba a hacer realidad tarde o temprano.

-¿Los códigos del teatro cambian constantemente?

-No creo que cambien demasiado, hay una evolución constante, otros métodos, otras formas, todas son válidas, cada uno se expresa según el momento que está atravesando en su vida, el papel que le toca en suerte o el grupo que acompaña los proyectos.

-Hay algo ancestral y sagrado en el encuentro teatral. La gente sale de su casa a ver obras donde son interpelados por esa puesta en escena donde actores y actrices incomodan muchas veces al espectador, ¿Coincidís?

-Totalmente de acuerdo. Y es bueno cuando es espectador se incomoda, eso significa que el mensaje llegó; la incomodidad molesta y a la vez expande. Una cabeza incómoda sigue buscando y sigue creciendo.

-Hablanos de Me pintó por contar solo, ¿Cómo surge la obra?

-Es algo divertido porque surge de un "enojo", pasajero como todos mis enojos; llevaba diez años trabajando en grupo y me encontré cansado: escribir, dirigir, coordinar, actuar… Entonces, en diciembre del 2019, se me ocurrió escribir algo para "contar sólo" donde pudieran convivir anécdotas, canciones, poemas y vivencias. Y también surge de una necesidad de compartir lo vivido con vecinos, familiares y amigos, en mi querido barrio de La Florida; rememorar sus casas, sus calles, sus plazas, su gente… sí, es un homenaje a todos ellos, a los que están y a los que se fueron.

-¿Qué sucede con los espectadores? ¿Qué respuestas observás? ¿Se mantiene el acercamiento y el interés por el unipersonal?

-Me sorprendió gratamente, durante la hora y cuarto que dura el espectáculo ocurre un ida y vuelta maravilloso, y cuando me dicen que les recordó a su niñez o a su barrio o a su familia, es gratificante al máximo. Porque la obra habla de eso, de rescatar los momentos vividos, la simpleza de esos momentos… ese viaje maravilloso al pasado que emociona y que nos lleva a recordar que lo vivido ha sido maravilloso.

-Rosario está repleto de bares donde uno asiste para tomar el café, en jarrita, en jarra, el cortado y a veces al sentarse solo sin buscarlo repasa su vida... ¿Qué se obtiene de ese repaso de nuestras vidas?

-A veces se obtiene una lágrima, dicen que recordar es "hacer pasar de nuevo las cosas por el corazón" Y cuando uno repasa se llena de nostalgia, si nos quedamos en el repaso sólo obtendremos tristezas, pero si luego volvemos y vemos y apreciamos lo vivido, bueno, ahí puede nacer la gratitud hacia la vida.

-Bajo tu punto de vista, ¿qué beneficios tiene que escritor y director sean la misma persona?

-Que te vas imaginando todo, el escenario, los personajes, los movimientos, los desplazamientos, las luces, el sonido… todo va viajando por tu cabeza y por tu corazón, y el sueño fluye, y de eso se trata supongo, de soñar e intentar hacer realidad esos sueños.