Los estudios vigentes realizados sobre la pérdida de suelo dejan cifras alarmantes. Se estima de 25 a 55 toneladas de perdida por hectárea bajo determinados usos.
Lucía Torres
[email protected]
El ingeniero agrónomo Gabriel Guiano explicó a Mirador Entre Ríos que “para los ingenieros agrónomos el suelo es un elemento vivo, sobre el cual se realiza toda la producción de alimentos que todo el mundo consume, y como todo organismo vivo implica procesos que se deben respetar”.
Si bien se trata de una problemática a nivel global, sobre lo que ocurre en Argentina explicó que “en nuestro territorio se tiende a pensar que el país es húmedo, pero porque nosotros estamos sobre el NEA donde lo que predomina es el agua, pero el 70 por ciento del suelo argentino es árido”, dijo el ingeniero.
Al mismo tiempo detalló que en gran parte del territorio hay voladura de suelos por viento. “Todo lo que se haga en esos suelos, sea de cultivos o de animales, tiene que estar supeditado a esas condiciones. Después está el NOA y NEA, la zona húmeda o sub-húmeda donde hay erosión hídrica, que es la pérdida de suelo por arrastre por efecto del agua”.
Al ser consultado por las maneras en las que se puede minimizar el desgaste del suelo aclaró que “el uso del suelo está directamente relacionado con la pérdida de suelo, no hay un proceso donde tenga cero pérdida”.
En Entre Ríos se comenzó a trabajar en la década del 80 en la medición de la pérdida de suelo a través de la Ley de Conservación del Suelo. Esta ley, según explicó Guiano, “establecía desgravación impositiva para los productores que construían curvas de desnivel o terrazas, que buscaban disminuir la velocidad de corriente del agua, cuando se frena la velocidad del agua, frena el desprendimiento de partículas y por consiguiente la erosión”.
Esta ley sigue vigente, aunque con una desgravación bastante inferior. “Y si tenemos en cuenta que esta forma de producción le implica una inversión al productor, y no ve una respuesta por parte del gobierno, se hace difícil que se sumen más suelos con esta técnica”.
Brindando más datos para ilustrar el tema, el ingeniero explicó que “Entre Ríos tiene un tipo de suelo potencialmente erosionable en más del setenta por ciento. Es decir que de las seis millones de hectáreas que tiene aproximadamente la provincia donde se puede producir, el setenta por ciento es erosionable, porque es de permeabilidad lenta”.
Los estudios vigentes realizados sobre la pérdida de suelo dejan cifras alarmantes. Se estima de 25 a 55 toneladas de perdida por hectárea bajo determinados usos. A lo que hay que añadir que lo que se pierde es la parte más fértil, “donde están los principales nutrientes, agua y donde se afianzan las plantas, lo que quiere decir, que si no se toman medidas urgentes, puede implicar que en un campo, en un periodo de tiempo corto, de entre 5 a 10 años, pueda perder hasta el 50 por ciento de su capacidad de producción”.
Guiano aclaró que mucho se habla sobre la sostenibilidad del suelo, frente a la sustentabilidad. “La sustentabilidad está basada en cuidar los recursos, pero no en los beneficios económicos, preservar para las generaciones futuras, pero quiere decir que alguien que tiene un bien, no puede hacer uso de él, cosa que no es muy factible, al menos no en grandes superficies”.
La otra opción es la sostenibilidad, “que es un equilibrio entre los procesos productivos, el ambiente y la sociedad. Producir, conservando para las próximas generaciones”. Vale señalar que para que ese equilibrio funcione, debe ser un trabajo en equipo, “el estado, los profesionales y los productores”.
Ante la duda de si es tan malo para el ambiente el glifosato, como se cree, o si hay un mal uso del mismo, el ingeniero explicó que “tiene muy mala prensa, es un producto de los que se usan en el agro con los índices ambientales más benévolos, no es tóxico para insectos, de muy baja toxicidad para mamíferos, el problema está cuando se usa mal”.
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El ingeniero agrónomo Gabriel Guiano explicó a Mirador Entre Ríos que “para los ingenieros agrónomos el suelo es un elemento vivo, sobre el cual se realiza toda la producción de alimentos que todo el mundo consume, y como todo organismo vivo implica procesos que se deben respetar”.
Si bien se trata de una problemática a nivel global, sobre lo que ocurre en Argentina explicó que “en nuestro territorio se tiende a pensar que el país es húmedo, pero porque nosotros estamos sobre el NEA donde lo que predomina es el agua, pero el 70 por ciento del suelo argentino es árido”, dijo el ingeniero.
Al mismo tiempo detalló que en gran parte del territorio hay voladura de suelos por viento. “Todo lo que se haga en esos suelos, sea de cultivos o de animales, tiene que estar supeditado a esas condiciones. Después está el NOA y NEA, la zona húmeda o sub-húmeda donde hay erosión hídrica, que es la pérdida de suelo por arrastre por efecto del agua”.
Al ser consultado por las maneras en las que se puede minimizar el desgaste del suelo aclaró que “el uso del suelo está directamente relacionado con la pérdida de suelo, no hay un proceso donde tenga cero pérdida”.
En la provincia
En Entre Ríos se comenzó a trabajar en la década del 80 en la medición de la pérdida de suelo a través de la Ley de Conservación del Suelo. Esta ley, según explicó Guiano, “establecía desgravación impositiva para los productores que construían curvas de desnivel o terrazas, que buscaban disminuir la velocidad de corriente del agua, cuando se frena la velocidad del agua, frena el desprendimiento de partículas y por consiguiente la erosión”.
Esta ley sigue vigente, aunque con una desgravación bastante inferior. “Y si tenemos en cuenta que esta forma de producción le implica una inversión al productor, y no ve una respuesta por parte del gobierno, se hace difícil que se sumen más suelos con esta técnica”.
Brindando más datos para ilustrar el tema, el ingeniero explicó que “Entre Ríos tiene un tipo de suelo potencialmente erosionable en más del setenta por ciento. Es decir que de las seis millones de hectáreas que tiene aproximadamente la provincia donde se puede producir, el setenta por ciento es erosionable, porque es de permeabilidad lenta”.
Los estudios vigentes realizados sobre la pérdida de suelo dejan cifras alarmantes. Se estima de 25 a 55 toneladas de perdida por hectárea bajo determinados usos. A lo que hay que añadir que lo que se pierde es la parte más fértil, “donde están los principales nutrientes, agua y donde se afianzan las plantas, lo que quiere decir, que si no se toman medidas urgentes, puede implicar que en un campo, en un periodo de tiempo corto, de entre 5 a 10 años, pueda perder hasta el 50 por ciento de su capacidad de producción”.
Sustentabilidad o sostenibilidad
Guiano aclaró que mucho se habla sobre la sostenibilidad del suelo, frente a la sustentabilidad. “La sustentabilidad está basada en cuidar los recursos, pero no en los beneficios económicos, preservar para las generaciones futuras, pero quiere decir que alguien que tiene un bien, no puede hacer uso de él, cosa que no es muy factible, al menos no en grandes superficies”.
La otra opción es la sostenibilidad, “que es un equilibrio entre los procesos productivos, el ambiente y la sociedad. Producir, conservando para las próximas generaciones”. Vale señalar que para que ese equilibrio funcione, debe ser un trabajo en equipo, “el estado, los profesionales y los productores”.
Glifosato: sí o no
Ante la duda de si es tan malo para el ambiente el glifosato, como se cree, o si hay un mal uso del mismo, el ingeniero explicó que “tiene muy mala prensa, es un producto de los que se usan en el agro con los índices ambientales más benévolos, no es tóxico para insectos, de muy baja toxicidad para mamíferos, el problema está cuando se usa mal”.
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