El 13 de noviembre de 2017 el submarino ARA San Juan, partió desde Ushuaia, extremo Sur de la Patagonia, hacia Mar del Plata, a unos 1.500 kilómetros al Norte. Tras haber hecho una parada técnica en la que los tripulantes tocaron tierra, lo último que se supo fue que un día antes de su desaparición reportaron un desperfecto eléctrico y un principio de incendio en su sala de máquinas, que –en teoría– resultó subsanado por la tripulación. “Ingreso de agua de mar por sistema de ventilación al tanque de baterías N° 3 ocasionó cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barra de baterías. Baterías de proa fuera de servicio al momento en inmersión propulsando con circuito dividido. Sin novedades de personal. Mantendré informado”, comunicó el comandante del ARA San Juan, el capitán de fragata Pedro Martínez Fernández, a la 7.30 del 15 de noviembre de 2017. Ese fue el último contacto que tuvo el submarino con la base naval de Mar del Plata, cuando la nave se encontraba a 432 kilómetros de la costa patagónica, a la altura del Golfo San Jorge.
El día después dieron por desaparecido el sumergible y comenzaron con la búsqueda, hasta que el 30 de noviembre el Ministerio de Defensa admitió que no había posibilidades de encontrar con vida a los marinos, por lo que la búsqueda de sobrevivientes era abandonada por parte de las autoridades argentinas y la zona de rastrillaje quedaba despejada.
Un año después de la tragedia, familiares pidieron al Gobierno que licitara la contratación de un buque que realizara un rastrillaje en la zona en la cual el submarino se había perdido. Tras una reunión, el gobierno nacional decidió contratar a la empresa con sede en Estados Unidos Ocean Infinity que movilizó hasta la zona al buque Seabed Constructor, que inició la búsqueda con familiares de la tripulación del ARA San Juan a bordo. El 17 de noviembre de 2018, la Armada confirmó que el Seabed había detectado al submarino a más de 900 metros de profundidad y a 500 kilómetros de la costa patagónica, a la altura de la ciudad de Comodoro Rivadavia.
UNA TRADICIÓN CONCORDIENSE
Entre los tripulantes desaparecidos viajaba el Teniente de Navío Fernando Mendoza, nacido en Concordia. En su ciudad natal le rindieron varios homenajes desde 2017: tiene una avenida con su nombre en la costanera, murales, una plazoleta y un premio de la Escuela Técnica 1 lleva su nombre. Además de eso, este año, estudiantes decidieron recordarlo.
Este año, la escuela 16 “Profesor Gerardo Victorín” (Comercio 1) presentó “Naunet”, la historia de una ballena que está sola a 900 metros en el mar –como el submarino– y que tiene similitudes con la embarcación. Entre los personajes resaltan a “Kai” y “Nerea”, que representan en la historia a Fernando Mendoza, el tripulante concordiense fallecido en el hundimiento, y Eliana María Krawczyk, la única mujer a bordo.
Tatiana Martínez Sanz es una de las alumnas que dio inicio al proyecto y contó a Mirador Entre Ríos cómo surgió. “Un día, una de mis compañeras tuvo una charla sobre las Malvinas, el ARA San Juan, historia argentina. Me comentó a mí, porque veníamos haciendo proyecto de carroza juntas y lo tomé. No quería que resultara tan chocante contar la historia así que decidimos modificar un poco y darle algo de alegoría y fantasía a un hecho que sabemos que fue muy triste”.
“Presentamos a Naunet, que es una ballena que se encuentra a más de 900 metros de profundidad en el mar, que es justamente la profundidad en la que se encontraba el submarino ARA San Juan cuando hallaron los restos. En nuestra historia utilizamos referencias de fechas que tienen que ver con lo que sucedió justamente en 2017. Para poder tener más detalles hablamos con familiares de Fernando, su esposa, su hermano, y su madre; luego se llevó la sorpresa cuando se enteró de qué se trataba la carroza”, detalló.
Acerca de la historia que cuentan, mencionó: “Nerea y Kai van en busca de Naunet, que es una ballena. Comienzan el viaje, pero ocurren algunos problemas y terminan incomunicados. La ballena sufre mucho, está lastimada, perdió a un hijo por culpa de los barcos pesqueros. El submarino aparece y quiere demostrar que la ballena es real, pero para eso deben atraparla. Cuando llegan se dan cuenta que es hermosa, hacen una buena relación, ella los lleva a ver el fondo del mar y les muestra otras especies, entonces ellos le prometen que van a fingir que no existe. Luego de ese encuentro ella los ayuda a volver a casa. Cambiamos el relato por uno un poco más alegre, con un final feliz”, contó.
En el último desfile de los cuatro que hicieron, los jóvenes homenajearon a cada uno de los tripulantes. “Lo hicimos porque más allá de centrarnos en dos, no queremos que nadie olvide lo que ocurrió ni a quienes iban en el submarino”, dijo.
PASIÓN POR LAS CARROZAS
Raquel Colombani es la madre del tripulante concordiense. Al ver que había una carroza que contaba una historia sobre el submarino se emocionó. “Vi un video y me enteré de lo que estaban haciendo. Me sentí muy agradecida y me emocioné al ver que chicos tan jóvenes estén recordando a los tripulantes del ARA San Juan. Es una historia hermosa y a nosotros como familia nos llenó de alegría”, contó a Mirador Entre Ríos. “Estamos sobreviviendo. Una mamá, la familia, no viven igual y menos con cómo se dio todo. Este homenaje nos llena un poquito, porque, como siempre digo, los héroes mueren cuando son olvidados y ellos nunca serán olvidados”, aseguró.
Raquel no se olvida de su hijo, sus compañeros de escuela secundaria tampoco, y ella también rememora cómo era él en esa época. “Fernando era fanático de su escuela. Él iba a Técnica 1 y hacía carrozas con el colegio Mitre. Ellos ganaron en el año 1998 y él hizo mucho por su carroza, estaba todo el día trabajando por eso, hicieron una iluminación perfecta para desfilar, tenía muchísimas fotos, lo vivía con pasión”, contó.
Era tanta la pasión de Fernando que, si bien sabía que quería ir a la Armada, dejó pasar un examen. “Ese último año él estaba yendo a la Armada, se había inscripto, pero por estar con las carrozas no estudió y salió mal cuando rindió. De todos modos, estaba tan convencido que al año siguiente volvió a ir, salió bien, ingresó en febrero de 2000 y ahí quedó hasta 2017, cuando desapareció”, detalló.
“Hay muchos homenajes, de hecho, en noviembre iremos al sur. Tengo mucha tristeza, es infinita, pero también siento muchísimo orgullo de ser la mamá de un héroe y mientras siga viviendo haré todo para que no lo olviden y disfrutaré de estos reconocimientos”, concluyó.