Solidaridad

Capacitan a mujeres que perdieron su trabajo en tiempos de pandemia

Docentes, egresados y estudiantes de una facultad crearon un grupo de Facebook y decidieron comenzar a formar a mujeres emprendedoras. Aunque el coronavirus jugó una mala pasada, encuentran en esta opción una salida a sus problemas.
07-09-2021 | 17:36 |

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“Todo se está dando de muy buena manera y estamos felices de poder ayudar a estas mujeres emprendedoras que estaban necesitando una mano”, destacó María Soledad Kerling, técnica en Gestión Gastronómica.


Belén Fedullo
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La pandemia llegó para quedarse. Lo que en principio estaba pensado como una cuarentena corta, se extendió, y eso trajo problemas. Por las medidas de aislamiento social preventivo y obligatorio, muchos emprendimientos vieron cómo se cerraban sus puertas. Pequeños comercios, restaurantes, hoteles y gimnasios fueron los más afectados. También los organizadores de fiestas y eventos vieron irse la posibilidad de tener días normales y muchos trabajadores decidieron dedicarse a otra cosa.

Los cierres resultaron un problema para muchas personas. Al terminar con su actividad algún lugar con empleados, algunos despedidos sin indemnización, el desafío fue lograr encontrar un modo de salir adelante y, esencialmente, de conseguir el sustento para poder sobrevivir.

Las redes sociales, que sirvieron como medio para unir lo que las medidas de distanciamiento separaron, fueron también el espacio para el encuentro entre personas dispuestas a ayudar y otras que necesitaban ayuda.
Así sucedió que, a través de un grupo de Facebook, docentes, egresados y estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Alimentación comenzaron a capacitar a mujeres emprendedoras que perdieron sus puestos de trabajo durante los días de pandemia.

La conexión entre profesionales y gente sin formación se dio para generar un espacio que permitiera, a quienes buscaban el modo de obtener ingresos, capacitarse para mejorar la calidad de sus productos y obtener mejores resultados.

Un círculo solidario que crece

María Soledad Kerling es Técnica en Gestión Gastronómica y es quien inició y lleva adelante el proyecto. Fue ella quien explicó cómo llegó a lo que hace: “Una vez ingresé en un grupo de Facebook que se llama ‘Mujeres emprendedoras de Concordia’, en el que, con el tema de la pandemia, detecté que había cada vez más mujeres que se quedaban sin su ingreso formal de dinero en cuanto a lo laboral y se largaban a hacer tortas fritas, bolitas, pancitos, entre otras cosas. La gente buscaba una salida laboral en la venta de comida”.

Cuando Soledad vio lo que sucedía, decidió no quedarse de brazos cruzados. “Empecé a comunicarme con algunas de ellas para brindarles mi ayuda desde la gastronomía. La idea era que mejoren sus productos, ya que son personas sin formación profesional gastronómica, que lo estaban haciendo como una entrada de dinero buscando la manera de salir adelante”, mencionó.

Desde el área de extensión de la Facultad de Ciencias de la Alimentación, proponían aprobar algún proyecto, por lo que Soledad decidió dar a conocer la idea de reunir a las mujeres emprendedoras en emergencia para capacitarlas. “La idea fue aprobada con el objetivo de ayudarlas a mejorar el producto, su calidad, la presentación, además de acercarles otro tipo de conocimientos, ayudarlas a hace pan, pan dulce, budines, tortas galesas, bizcochuelos para rellenar, tortas para eventos, tortas frutales, entre un sinfín más de todo lo que es pastelería básica”, explicó.

Una vez que tuvieron el visto bueno, lanzaron una convocatoria en el mismo grupo en donde se descubrió la necesidad y, en un día, hubo 60 anotadas. “Hicimos entrevistas con cada para explicarles de qué trataría el curso y les explicamos que verían algunas nociones de manipulación de alimentos, cómo mejorar la calidad de la inocuidad, costos, dado que por ahí no saben sacar el precio de sus productos, algo de marketing y ayudarlas con las aplicaciones para que puedan armar flyers que llamen la atención con las fotos de sus creaciones”, puntualizó Soledad.

El cupo que tenían para comenzar con la formación era de 15 personas, por eso decidieron hacer un sorteo. Quienes quedaron, están tomando clases de forma presencial, tanto como virtual. “Tenemos un grupo de WhatsApp y nos vamos manejando por ese medio. Además la facultad nos proporciona los laboratorios de cocina en donde tenemos algunas clases presenciales y, gracias al proyecto, pudimos comprar gorras y delantales para las chicas y, para finalizar el taller, también se les va a brindar utensilios de cocina para ayudarlas e incentivarlas”.
La especialista no trabaja sola. En el desafío que se planteó está acompañada por alumnos de la tecnicatura, egresadas y estudiantes de ingeniería en alimentos. Todos trabajan de manera gratuita y dan clases una vez por semana.

“Todo se está dando de muy buena manera y estamos felices de poder ayudar a estas mujeres emprendedoras que estaban necesitando una mano. La idea es seguir con esto y repetirlo con el correr de los meses, así podemos colaborar con mujeres que lo necesiten”, concluyó.

Las consultas crecen y el espacio virtual se torna cada vez más grande. El grupo, que fue un lugar de intercambio y contención, ahora es sinónimo de solidaridad, oportunidades y empatía. Allí en donde alguien que tenía conocimientos vio necesidad y puso su granito de arena, ahora hay una comunidad de gente que recibe apoyo de quienes solo se conforman con saber que pueden mejorar el producto de alguien que utiliza la cocina como medio para vivir.

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