Lucía Torres
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“La gente tiene que seguir comiendo” se excusa antes de comenzar a hablar un almacenero de barrio, en Chajarí. Y es cierto, el tema es cómo comemos cuando con la misma plata se consiguen menos productos. Elegir, priorizar, y buscar ofertas se convirtió en el día a día de todos. Prestadores de servicios y profesionales son quizás quienes lo sufrieron menos, porque también aumentaron el costo de sus servicios. Pero el gran porcentaje de familias que depende de un sueldo han tenido que optar por segundas o terceras marcas y cortes de carne más económicos, o incluso dejar de comprar alimentos básicos.

En esta edición buscamos consultar a actores de la economía alimenticia chajariense para consultar el incremento que han sufrido en los últimos tres meses y cómo eso recayó en el precio de góndola para sus clientes.

De carne somos...

Daniel Benítez es carnicero desde hace varios años en la zona céntrica de la ciudad, habitualmente el panorama del local lleno e incluso cola de personas esperando para comprar, ya no se ve. En cuanto a cómo aumentó la media res de carne contó que “fue en un 50% en promedio. Lo cual es mucho, y esto en los últimos tres meses más o menos, que fue el pico, porque ya venía aumentando, siempre aumenta, pero en esos meses fue de golpe”, dijo. Y esto lógicamente repercutió en las ventas, donde se notó la merma, “en mi caso me dejaron de comprar muchos empleados, es el grupo de personas que creo que más sintió este aumento, el que vive de un sueldo, ya que no se ve reflejado el aumento de las cosas en lo que ellos reciben”.

En cuanto a la forma en que se compra dijo que en su caso no tuvo tanta modificación. “Pero sé que muchos están buscando otro tipo de carne, que yo no trabajo, de novillo”, explicó Benítez. Pero en otra carnicería consultada, ya en un barrio más alejado del centro de la ciudad, contaron otra realidad: “el cliente viene con la plata justa y si nos pasamos unos 100 gramos, que antes en general no importaba ahora nos dicen que no, que lo saquemos”. También se volvió a la compra por unidad, “ya no es tan común el ‘dame un kilo de milanesas’; ahora es ‘dame tres milanesas, cuatro si son chiquitas’, así” o el comprar por la plata que tienen, “por ejemplo 100 pesos de carne picada, que no es más que para una salsa, y depende cuánta gente coma”, contaron. A su vez el pollo cobró más popularidad que nunca, “las alitas, o incluso la picada de pollo tenemos que tener todos los días porque seguro lo piden”.

El pan nuestro ¿de cada día?

Mientras tanto, en la panadería de la familia Caravario, contaron que los precios de los insumos aumentaron bastante: “el precio del pan tratamos de mantenerlo, en octubre subimos algunos precios, pero en cuanto al pan no se puede matar la gallina de los huevos de oro, porque estamos todos iguales, uno sabe que la situación de los clientes es la misma”, dijo la encargada del local que lleva varias décadas en la ciudad.

“La idea es poder vender, además tengo muchos empleados y no nos podemos dar el lujo de aumentar y que las ventas caigan de un día para el otro”, argumentó, mientras explicaba que al subir los insumos, la ganancia disminuyó considerablemente, “entonces lo que queda es menor, y con eso hay que pagar sueldos, luz, impuestos y demás”.

En cuanto a las ventas explicó que es difícil sacar un promedio, “acá todavía se vende, es según la época, en los días de más calor se vende mucho el pan para choripán, algunos postres, cuando está más fresco las facturas, también pasamos las fiestas y en esa época la gente no mide lo que gasta, todavía acá tenemos ventas, el tema es que al mantener los precios, y tener los insumos más caros, las ganancias bajaron mucho, eso sí se nota”, aseguró Caravario.

Compras del día a día

Finalmente, Walter Silva, propietario de una distribuidora de productos lácteos y embutidos fue consultado por MIRADOR ENTRE RÍOS acerca del aumento en la leche, pero aclaró que “lo que más aumentaron fueron los derivados, no tanto la leche fluida y yogures, pero sí por ejemplo los quesos”. Este último producto dijo que aumentó notoriamente en los últimos meses, más de un 15%. “La leche fluida habrá aumentado un tres o cuatro por ciento, que para nuestra realidad no es mucho”.

Si bien no son el fuerte de su empresa, también vende comestibles en general y sobre éstos explicó que también tuvieron aumento de manera casi continua, “de a poquito, pero en cada compra es un poco más”.

Más allá de que no sean aumentos tan bruscos como los cárnicos, este aumento hizo que se note en la manera en que venden, más allá del volumen, “la gente antes compraba más en distribuidora para abaratar costos, ahora no es que no quieran comprar más barato sino que sencillamente no tienen la plata suficiente para comprar pack cerrado, se compra el día a día. Porque además para la distribuidora que están generalmente más lejos del centro, tienen que tener en qué movilizarse, así que no es algo muy sencillo”.

Finalmente explicó que se encuentran en el momento más halagüeño para las ventas, “porque nuestro fuerte que es los quesos y fiambres en esta época se vende bastante, veremos cómo sigue en los meses siguientes, porque no hay miras de que bajen los precios”, estimó el empresario.

Cadena productiva

Si hablamos de actividad económica alimenticia de Chajarí no se puede dejar de mencionar a los cítricos. Se consultó por esta razón a un pequeño productor de la zona de Colonia Freitas, Ariel Panozzo Zénere, quien explicó por qué la cadena productiva hace que el mismo cajón de naranjas que para ellos tiene un costo, el consumidor en la verdulería lo termine pagando generalmente el doble.

En cuanto a los precios que se manejan de los cítricos dulces dijo que en los últimos dos meses se registró un aumento del 120% aproximadamente de naranja de variedad valencia. “Es porque son las últimas, y como pasa con todo, a menos oferta, crece el precio”, explicó el productor que vende al mercado de frutas de Córdoba. Situación similar ocurre con quienes venden a Buenos Aires.

A finales de febrero comienza la mandarina okitsu, “más o menos al mismo precio, se estima que comenzará entre 18 y 20 mil pesos cada bin”. Cada bin contiene 360 kilos de fruta aproximadamente, correspondiendo a entre 18 a 20 cajones de 20 kilos cada uno. El precio es 1.200 a 1.300 pesos cada cajón para el galponero.

De cómo se consigue ese valor explicó que “los 20 mil pesos que sale el bin hay que dividirlo entre los 18 cajones que más o menos se consiguen por bin, te da más o menos 1.100 pesos de costo, pero a eso hay que ganarle 200 pesos por cajón. Si hay que ponerle gastos de cosechadores y de flete de la quinta al galón, es más. Pero el consumidor está pagando también el gasto de flete del galpón al mercado, unos 70 por cajón y la comisión del puestero en el mercado que es unos 150 pesos por cajón. Con ese valor lo recibe el verdulero y él le agrega su ganancia, que es según la zona, pero entre el 70 u 80%, entonces un cajoncito que salió de la quinta a mil o mil doscientos, al consumidor llega al doble, 2.000 o 2.400 pesos” finalizó.