Ahora es cuando

Un taller que alfabetiza a vecinos en la Sexta, abre el cupo y suma voluntarios

Este año reabre la inscripción de los talleres en Oveja Negra, donde cualquier persona puede acceder a la alfabetización allí de manera gratuita, escribiendo a la cuenta de Instagram oficial.

22-01-2024 | 7:01 |

La premisa en Oveja Negra es un concepto de la pedagoga Rosa María Torres : “Nadie aprende sin afectividad”. Es por eso que, en lugar de los contenidos, en este taller se prioriza la construcción de un espacio social seguro y afectivo para los y las alumnas.
Foto:Gentileza

El taller de Alfabetización llamado Ahora es cuándo, que ofrece el espacio cultural Oveja Negra en el barrio República de la Sexta del sur rosarino cumple este año su sexta edición en continuado. Allí asisten adultos del barrio, aunque puede sumarse cualquier persona mayor de edad que busque aprender (o volver a aprender) a leer y escribir, ya que es en un sistema “multigrado”. También suman docentes voluntarios para sus clases, que se dictan de forma presencial una vez a la semana en su espacio de Riobamba 65 bis.

En este caso, Mirador buscó conocer de cerca las historias de sus alumnas más antiguas, que son un ejemplo en la superación personal: Mónica, una abuela que dejó la escuela en séptimo grado y fue la promotora de este taller de alfabetización; y su nuera María, quien nunca fue a la escuela y que tras pasar por este espacio, se inscribió en un colegio para adultos.

“Quien haya abandonado la escuela, aunque sea de otro barrio de la ciudad, puede venir a aprender también. Las clases son los martes a las 15, sin importar el nivel que tengan”, precisó una de sus docentes, y creadora del taller, Jésica Gindin.

En el centro Oveja Negra se realizan toda clase de talleres para chicos y adultos: ayuda escolar, ajedrez, dibujo, relatos, guitarra, tejidos, serigrafía, costura, peluquería y otros oficios con salida laboral. Entre ellos se encuentra el curso de alfabetización, que comenzó a dictarse en 2019, continuó aun durante el encierro de la pandemia y sigue por estos días. Un nexo clave de las personas que dejaron sus estudios en algún momento de sus vidas con la escolaridad formal.
En este caso, dialogamos con María Alejandra Mansilla, de 33 años, y Mónica Avellaneda, de 64, las dos más veteranas. Ambos ejemplos de que nunca es tarde aprender a leer y escribir, y que eso conlleva mejoras en la vida personal. María por ejemplo, tras varios años de aprender, ahora asiste a la escuela nocturna para adultos de la Capilla Madre de la Esperanza, a la vuelta del local.

Moni fue quien tuvo la idea de sumar el taller de alfabetización a las propuestas de Oveja Negra y, desde entonces, los docentes voluntarios los guían en el proceso de aprender a leer y escribir, sumar y restar, herramientas fundamentales para la vida. Este año, por ejemplo, se capacitarán en la confección de currículums para mejorar su situación laboral y adquirir autonomía económica.

Después de cinco años de asistencia al taller llamado "Ahora es cuándo", ambas mujeres (que son suegra y nuera), buscan cumplir sus objetivos, entre ellos, conseguir un buen trabajo.

Moni que es madre de ocho hijos y abuela de 17 nietos. Y ella ahora puede ayudarlos en la tarea escolar. Sus padres la llevaron a la escuela solo hasta séptimo grado, una realidad que ella pudo cambiar para su descendencia.

La mayoría de los asistentes al taller Ahora es cuando no concluyó el nivel primario por diversos motivos ligados a la precariedad en la que vivían de pequeños. Pero la situación de María era diferente, ya que nunca había asistido a la escuela. Era muy retraída, hasta que, en 2019, a partir de la alfabetización, además de a leer y escribir, aprendió a socializar por primera vez. Llegó con timidez, miedo y mucha resistencia –admitió que tenías ganas de huir del taller– porque antes no había estado en ninguna otra institución ni organización social.

Rodeadas de nietos, y cobijadas por una frondosa biblioteca amurada en la pared, las alumnas compartieron sus vivencias, junto a su docente Jésica. Con una prolija letra mayúscula, Moni escribió la fecha del día en el pizarrón con un fibrón, mientras contaba: “Yo una vez salí a pasear y me perdí. Terminé en el parque Independencia, que encima es enorme, atrás de la cancha de Newell's. Estaba sola, no sabía qué colectivo me dejaba en Ituzaingo y Berutti ni dónde tomarlo. Me perdí porque no sabía leer los carteles, y dije esto no puede ser. Desde que aprendí a leer y escribir, ahora conozco las avenidas de toda la ciudad y ayudo al resto cuando me preguntan qué colectivo tomar”.

La actitud decidida de Moni se contrapone con su figura menuda y su fragilidad, y según dicen en el centro Oveja Negra, todo el barrio la conoce: “El domingo me puse a bailar cumbia con los pibes en el medio de la calle. Yo soy de La Sexta. A mis hijos los tuve acá, y acá me voy a morir”.

Recordó sobre sus comienzos en la lecto comprensión: “Cuando empecé, enseguida arranqué a leer. Quería hacerlo porque entendí que había muchas cosas que no sabía. De chiquita fui a la escuela, pero mi papá no nos mandaba. Llegué hasta séptimo grado. Después dejé, pero me quedó pendiente”.

María por su parte, recordó cómo se sumó al taller de alfabetización: “Yo no sabía leer ni escribir. Moni me dijo, «vamos a la Oveja, te van a enseñar». Yo era tímida, y no hablaba con nadie, ni dejaba que nadie me tocara”. Y Jesica, su docente, recordó: “Llegó con los ojos tapados por el flequillo y no le veíamos los ojos. No se reía, no participaba”.

Entonces contó su historia: “Fui al jardín del colegio Madre Cabrini. A los 11 años viví en un hogar de mujeres en Luján, donde me llevaron cuando murieron mis padres. Y Alejandra, una vecina de acá de La Sexta, me adoptó. Ella es mi mamá ahora. Vengo al taller de alfabetización desde 2019 y también voy a la escuela en la capilla”.

Para ella “es importante seguir aprendiendo muchas cosas para poder tener un buen trabajo”, y en este sentido destacó: “Estoy armando mi currículum desde fines del año pasado con ayuda de los profesores. Fui bachera y moza en Córdoba, en el sur, en Mar del Plata y Chapadmalal, así que quiero volver a trabajar en gastronomía”.

El manual de aprendizaje que utilizan

Cuando Moni le acercó su inquietud, Jésica se puso a investigar qué materiales utilizar para construir el taller, y si bien encontró contenidos y manuales de varios países latinoamericanos, se quedó con uno del Ministerio de Educación de la Nación, creado en 2004. “Nunca se volvió a imprimir este tipo de manuales en el país”, destacó la docente. Se trata del "Libro para el alfabetizador", publicado por el Programa Nacional de Alfabetización y Educación Básica para jóvenes y adultos.

El manual considera que cualquier persona puede llevar adelante la tarea de alfabetizar, y según precisó Jésica, “el contenido es sobre las costumbres e idiosincrasia argentinas, como la bandera, las costumbres del mate y el asado, la ilustración es del rosarino Roberto Fontanarrosa”.

En torno a la pedagogía que utiliza, la docente destacó que “se empieza a trabajar con las vocales, con la palabra 'Educación' que tiene todas las vocales. Trabajamos con juegos, cartas para trabajar armado de frases y relacionar imágenes con palabras”.

Cuando Moni pidió hacer el taller, los materiales disponibles a los que podían acceder eran muy pocos: “Observé procesos de alfabetización y cuáles herramientas usaron en Nicaragua, Ecuador, Cuba. Retomé algo del programa cubano “Yo sí puedo”, pero este quedó muy viejo porque se trabajaba con televisores. Entonces, avanzamos con este manual nacional, ya que los materiales que trabajamos se relacionan con el entorno de su barrio, la cultura y las costumbres, los derechos”.

Aprender, es con afectividad

La premisa en Oveja Negra es un concepto de la pedagoga Rosa María Torres : “Nadie aprende sin afectividad”. Es por eso que, en lugar de los contenidos, en este taller se prioriza la construcción de un espacio social seguro y afectivo para los y las alumnas.

“El centro cultural es referencia en el barrio, y trabajamos con otras organizaciones. Es un lugar seguro, de encuentro donde nos escuchamos. Y no hay que perder la perspectiva de que los espacios de alfabetización son un nexo para que las personas después se inserten en las escuelas formales, como es el caso de María. Si se desarticulan estos espacios, la gente deja de poder insertarse en la sociedad”, estableció la docente del taller.

En ese sentido, aseguró que podría peligrar la continuidad de la iniciativa, ya que “para poder pagar el alquiler recibimos un subsidio del Estado, y si se corta, no podremos sostenerlo”.


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