Maximiliano Tineo

La fotografía es un acto de espera

Nacido en Rosario (1988), afincado en París. Estudió en la Escuela de Fotografía del ISET 18. Tomó cursos de Taller en Imagen y obra con el reconocido fotógrafo rosarino Norberto Puzzolo. En el año 2014 expuso una muestra fotográfica titulada “Nous avons acheté une Yuca” (Nosotros compramos una Yuca) en la Maison d’Arts Plastiques de Rhone-Alpes (Lyon, Francia). En 2016 presentó: “Todo pende de un hilo” en el primer Funzilla Fest, Roma, Italia. Y “Llegar al puerto y esperar que la ciudad despierte”, bajo su título en francés (Arriver au port et attendre que la ville s’eveille) se encuentra disponible actualmente en librerías de Burdeos, París, Bruselas y Rosario.
03-08-2021 | 15:41 |

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Foto: Gentileza: Maximiliano Tineo.


Álvaro Javier Marrocco


En una de sus redes sociales dice: “Vivo en un piso parisino muy pequeño. No soy un guía de la ciudad, y no estoy buscando serlo, no iré a los monumentos y lugares turísticos, pero puedo mostrarte buenos bares, cafés y cervecerías”.

Maximiliano es un nómade, viaja con su cámara por distintos países y culturas en busca de historias, al fin y al cabo la fotografía es un registro social e histórico. En relación a sus itinerantes viajes comenta: “Creo que tuve la enorme suerte de que mi acto fuera y sea una decisión tomada, una elección de vida. Y con esto quiero decir que no fui obligado a huir por una guerra ni por conflictos políticos o económicos como muchísima gente ha tenido y tiene que hacer. Fue un acto deseado, empujado por querer entender qué había más allá, impulsado por la sed de conocer. Lo que sí creo es que el sentimiento de soledad juega un papel muy grande en mis imágenes, pero eso no es inherente al exilio”.

Parte de esa itinerancia es inherente a su proyecto a futuro, dice: “No planeo, sigo haciendo fotos con el celular. Y de a ratos trato de volver a entenderme con la cámara, pero sin calcular demasiado, seguramente volveré a hacer un fanzine y creo que en algún momento me gustaría volver a exponer”.

Venir y regresar son lo mismo
Sus primeras experiencias con la fotografía no tienen un instante 0 siendo la fotografía un medio en el cual, desde hace unas décadas a esta parte, está sumergido desde el nacimiento: primero como sujeto fotografiado, luego como lector y más tarde como aquel que ejecuta el acto. Agrega: “Un libro turquesa que mis viejos atesoraban con las fotos de mis primeros meses, la cámara compacta de plástico negra que desempolvaban solamente para algún que otro cumpleaños, un tío que usaba flashes descartables, los rollos que se acumulaban en los cajones de casa y que nunca se revelaban, la magia de la polaroid, la llegada de lo digital, y aquella vez que le pedí prestada la cámara a un amigo, le hice una foto a una mosca y sentí que me prendía fuego”.

Referentes
“Han ido cambiando mucho con el tiempo, pero puedo nombrar al Alberto García Alix de los ’80 por la forma en que retrataba ese universo pegajoso donde se movía, una cierta época de Eduardo Gil con la serie ‘Aporias’. Stephen Shore, William Eggleston y Martin Parr, los tres por sus retratos de lo banal. Y un poco más contemporáneo lo tengo a Juan Brenner, con sus retratos sociales en trabajos como ‘Tonatiuh’ o ‘The Ravin, the Virgin & the Spring’”.

-Participaste en el libro colectivo fotográfico Rosario, esta ciudad editado por la EMR 2010. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Fue una experiencia muy importante, gratificante, tener una imagen que sea seleccionada y publicada me hizo sentir que se le daba un “visto bueno” de alguna u otra manera a lo que estaba haciendo en ese momento. Fue un gran impulso anímico sin dudas.

-En abril del 2011 realizaste una exposición fotográfica en el CAR (Centro Audiovisual Rosario) ¿En qué constaba esa muestra fotográfica? Que concepto quisiste mostrar?
-El título de esa muestra fue “Impresión Exterior”, otro gran impulso. Fue una serie de imágenes que se dividían entre cortezas de arboles y partes del cuerpo humano. Todo en plano detalle, apuntaba a dar cuenta de la experiencia, de lo vivido, a través de la huella y la evidencia, de la cicatriz y la memoria en la superficie del sujeto.

-En marzo del año 2014 expusiste una colección de fotografías titulada Un exilio voluntario en Zona Roja, Rosario.
-Un exilio voluntario fue una suerte de diario de viaje, el testimonio de un acto, un registro, la traza que dejó a su paso un alud de sed de fronteras, de querer ver horizontes lejanos, de soñar escuchar lenguas nunca imaginadas, de mil minaretes emergiendo entre montañas, de la soledad acompañada... de un punto de no-retorno: una serie de fotografías en blanco y negro tomadas durante casi dos años que puso juntas las imágenes hechas en una experiencia que me llevó desde España a la frontera turco-siria haciendo dedo, un tiempo parado en Lyon y un breve episodio en Senegal.

Un exilio voluntario formó parte de un libro autoeditado en 100 ejemplares encuadernados a mano titulado “Pianos en Arabia”, donde también se presentaba otro trabajo hecho en paralelo en el mismo período que lleva el nombre de “Nosotros compramos una Yuca”.

En el catalogo de la muestra Un exilio voluntario dice: “El hombre de la sonrisa angelical abrió, con la mano donde le faltaban los dedos, la puerta que separaba los dos mundos: “Cuántos sois ?” preguntó. “Horno”, susurró alguien. “¿Cuatro?” repite en francés isleño, haciéndoles un gesto para que entren. En un rincón de la pequeña sala, un morabito habla sin hablar y cuestiona a los presentes blandiendo su pistola. Nadie sabe qué responder. Nadie conoce la cuestión ” Fotografías tomadas durante un viaje de autostop Bacerlona (Esp) - Mersin (Tur) - Lyon (Fr) 2012 – 2013.

-En el año 2017 presentaste en el CEC la muestra fotográfica Todo pende de un hilo.

-Todo pende de un hilo es la radiografía de una de un período de extremos, París 2014-2016, de absoluta fragilidad y de absoluta tensión, de noches y días que se encadenaban y que al final se terminaban transformando en lo mismo, de olor a whisky impregnado en madera enmohecida, donde todo y todos teníamos una fecha de caducidad. Quizás fue el período donde más sentí la fotografía a flor de piel, quizás porque tenía el real sentimiento de que todo eso que se estaba viviendo se iba a terminar por caer. En febrero de 2016, me fui de París, dejé mi cámara y no pude volver a hacer fotos hasta 2019. También editado en forma de fanzine, usando una técnica japonesa de encuadernado a mano para cuadernillos de haikus, fue presentado en el primer Funzilla Fest (Roma, Italia, 2016.)

En el catálogo de la muestra Todo pende de un hilo dice: “Un gato perdido, un cuadro encontrado en la basura, esta botella que no se puede abrir, otra barra, unas voces. Todos somos frágiles. La luz que se filtra por la ventana llega al jardín: está despierto y está oscuro, muy oscuro; la lucidez se nos escapa como las últimas gotas de bourbon en el fondo de un vaso. Se mece y abre la puerta, dos esqueletos nos miran, silenciosos, escondidos en el microondas. Todo es provisional, nos decimos. Regularmente escuchamos las mismas canciones, lo mismo y lo mismo otra vez, siempre comemos lo mismo”.

-En tu libro de fotografías llamado Llegar al puerto y esperar que la ciudad despierte (2021) hacés un recorrido fotográfico conceptual sobre objetos o lugares (no hay humanos). ¿Es parte de la búsqueda estética? ¿Qué quisiste expresar en el libro de fotografías?

-Llegar al puerto y esperar que la ciudad despierte es un trabajo que reúne imágenes tomadas entre 2019 y 2021, todas hechas con el celular, una colección cargada de banalidad e ironía, de objetos, escenas y espacios comunes, de decadencia, con un carácter despojado de toda técnica, sin edición ni reencuadres: lo más crudo que pude.

Creo que el humano, si bien no está de forma directa, está presente a través del vestigio y la evidencia. Son imágenes que durante ese período iba subiendo en forma de storys en mi Instagram (que en ese momento no tenía feed) y que de este modo solo podían ser vistas durante 24 horas, un poco indagando sobre la voracidad y velocidad con la que consumimos imágenes actualmente. Pienso que la edición final en formato papel es también un acto poético más allá de un ensayo fotográfico.

En la solapa del libro Llegar al puerto y esperar que la ciudad despierte se puede leer: “Un intervalo, cayendo en letargo, deconstrucción, desesperación en el acto, una vigilia impuesta, la frontera inmaterial es tan alta y tan ancha como la distancia, hemos acordado no dejar el barco, angustia-angustia, contemplar la decoración en el teatro mientras los trajes todavía están esparcidos por el suelo. Una situación que nos impulsa a retomar la concepción de medidas, de cómo funcionan los engranajes del tiempo, de cuánto peso y cómo suenan las palabras cuando golpean algo, de querer desalojar, desvestir negación. Llegar a Satori puede llevar años para golpear la superficie del agua con locura y no ahogarse. El mapa, el territorio y la extensión del campo de la lucha libre. Un libro de Houellebecq en tu mesa, los platos que llevan meses tirados y la alegría inconmensurable de vivir. Nadie tiene respuestas sobre cómo sortear un bloqueo, y mucho menos sobre cómo reinventar un nacimiento”.



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