Psicoanálisis

Hacia un análisis horizontal: La autorización de uno mismo y de algunos otros

Sale a la venta el libro Fin del análisis. Autorización del analista, el trabajo colectivo de 13 prestigiosos analistas de distintas ciudades que invita a pensar entre otras cosas el fin del análisis y la función del analista.
10-10-2021 | 10:46 |

Foto:Gentileza.
Ariel Gustavo Pennisi


Fin del análisis. Autorización del analista es el producto académico de las Jornadas de Trabajo organizada por Lazos Institución Psicoanalítica el 14 de diciembre de 2019, en la ciudad de La Plata. El mismo reúne bajo el prestigioso sello editorial Letra Viva 13 trabajos de psicoanalistas de distintas ciudades de Argentina y Uruguay que invitan a pensar de forma horizontal la función del analista y el fin del análisis. Fue presentado en Rosario y desde Mirador Provincial tuvimos la oportunidad de pensar la trama del libro junto a Liliana Donzis (Escuela Freudiana de Buenos Aires), Enrique Tenenbaum (Trilce / Buenos Aires, Institución del Psicoanálisis) y Alfredo Ygel (Grupo de Psicoanálisis de Tucumán) teniendo como eje central de la conversación la causa que lleva a que una persona comience análisis y cuando se considera que la experiencia analítica llega a su fin.

Alfredo Ygel (Grupo de Psicoanálisis de Tucumán)
-¿Qué hace que alguien consulte a un psicoanalista y comience un análisis?

-Lo que lleva a un sujeto a un análisis es un sufrimiento, un padecimiento, derivado de un síntoma. Este síntoma es algo que se le manifiesta en su cuerpo a través de una conversión histérica como desmayos o cefaleas, trastornos en la alimentación o una afección psicosomática. También pueden manifestarse síntomas en la esfera de sus pensamientos al modo de las rumiaciones obsesivas o ideaciones compulsivas, o en el terreno de las relaciones con los otros como fobias sociales, patologías del acto, actos compulsivos, o en distintas variaciones sintomáticas que implican un sufrimiento. Alguien porta un padecimiento que lo lleva a una interrogación, que le produce una pregunta. El sujeto dice: “No sé lo que me pasa”, o se pregunta ¿Por qué me pasa lo que me pasa? La significación que hasta ahí había atribuido a sus padecimientos ya no le alcanzan para dar un sentido a su síntoma, para encontrar algo de la causa del mismo. Busca entonces un saber que lo lleve a desentrañar la significación que eso tiene y encontrar alivio a eso que lo mantiene atrapado. La entrada de un sujeto en análisis es entonces un síntoma que lo conduce a consultar a un psicoanalista a quien le atribuye un saber acerca de la causa de ese padecimiento. Este es el punto de partida para emprender el recorrido de un análisis acompañado por un analista. Esa travesía lo va a llevar a transitar, vía la regla fundamental de la asociación libre, por los senderos de sus significaciones, por las marcas de su historia, por las formaciones fantasmáticas coaguladas, la suma de sus prejuicios, para ir a desentrañar el sentido que para él tienen sus síntomas. Luego de este tiempo de trabajo un sujeto va abriendo y extrayendo, como las capas de la cebolla, los contenidos que en forma inconsciente lo determinan para arribar a aquello que lo mantiene retenido a los núcleos de goce que parasitan su vida.

El tiempo del análisis lleva a que el sujeto pase de esa atribución de saber depositado al analista a ubicar la verdad que en él habita. Podrá así tomar las riendas de su vida allí donde ubica los significantes que determinan sus elecciones, los motivos que lo llevan a sus repeticiones, a sus fracasos o a su malvivir. Lo que va a descubrir un sujeto en su análisis es eso que él no sabe, ese saber no sabido que determina su vida. Es este el gran descubrimiento freudiano: la dimensión Inconsciente de nuestros pensamientos y actos. Lo que se propone un análisis es que un sujeto descubra ese saber que porta y que se le aparece en su opacidad a través de sus síntomas. Y es a partir de ello que podrá liberarse de los goces parasitarios que lo mantienen atrapado en su sufrimiento para poder alcanzar una vida un poco más feliz.

-¿Cuándo se produce un final de análisis?
-Afirmamos que hay fin de análisis. Qué un análisis llegue a su fin significa en un sentido práctico que se produce la separación entre analizante y analista. El sujeto en su análisis ha descubierto eso desconocido que lo habita y causa su sufrimiento para poder hacer algo con su vida. Se arriba a un fin de análisis cuando se produce la salida, el desenlace. El analizante ya no espera una interpretación del lado del analista, no necesita concurrir a sus sesiones para descubrir las determinaciones que lo conducen en su vida. Un fin de análisis no constituye el puerto de llegada a un paraíso, ni la eliminación de todos los síntomas, ni la evitación de todas las contingencias que la vida depara. Lo real irrumpe de distintas formas confrontando al sujeto con los encuentros y desencuentros, con los avatares referidos al amor, el deseo, y el goce, con los placeres de la vida, con el dolor de existir. Lo que alguien al final del recorrido si dispone es la posibilidad de acceder a un saber y un hacer con eso que el vivir lo confronta. Lo real de la vida nos enfrenta intempestivamente con los avatares de la existencia: muerte de un ser querido, enfermedades, afecciones, pandemias, guerras. Asimismo aparecen problemas con el semejante en el lazo social, amores y desamores, traiciones, situaciones de violencia. Son las puntas de lo real que entorpecen el vivir de los seres humanos. Pero también el tránsito por la vida nos ofrece sus goces allí donde disfrutamos del buen contacto con el otro, los encuentros en el amor, la amistad, los placeres eróticos, el disfrute del arte, la belleza de la naturaleza. “Hacer con eso” es hacer algo con el sufrimiento, es alcanzar, aún en forma evanescente, algo de los pequeños goces de la vida, para alcanzar el sesgo de una vida un poco más feliz. Lo que un analizante al final de la apasionante aventura de un análisis puede lograr es no desear lo imposible para poder realizar, ahora sí, lo posible.

Liliana Donzis (Escuela Freudiana de Buenos Aires)
Freud en una entrevista que le hicieron cuando cumplía 70 años le dice al entrevistador, que era un psicoanalista y periodista de EE.UU., ante la pregunta si sirve el análisis del inconsciente y para qué, que un psicoanálisis hace la vida más simple.

El entrevistador vuelve a preguntar “¿más simple con todos los vericuetos y las dificultades que implica un análisis?” Freud responde “sí, vale la pena atravesar un análisis con todos sus rincones, sus vueltas, porque la vida es mejor”.

Yo coincido con Freud, Lacan de alguna manera vuelve a decir lo mismo, pero de otra manera: “un análisis permite al sujeto encontrar su verdad, su deseo y poder enlazar estos tres, amor, deseo y goce”. Tal vez eso sea la vida más simple, poder enlazar estos tres vectores. Por otra parte, el espacio de la experiencia analítica es aquello en que en un tiempo tan difícil como el actual, es uno de los pocos lugares donde el sujeto puede encontrarse con su verdad y esto es terriblemente imprescindible en la vida ajetreada, en los tiempos ajetreados que llevamos cada uno de nosotros.

El psicoanálisis permite reubicar la angustia y transformarla en otro tipo de afecto. La angustia no nos engaña, pone de manifiesto que allí está pasando algo. El psicoanálisis revela esto y permite transformaciones de los goces parasitarios, de las situaciones difíciles. Se empieza un análisis con la perspectiva de una transformación del goce. Por lo tanto, un análisis comienza en el mismo momento en que ese sujeto desea hacer ese pasaje por su verdad.

Además, el análisis puede finalizar de muchas maneras. Comienza para enlazar amor, deseo y goce, encontrándose el sujeto con su verdad para transformar los goces mortíferos. En la medida que eso se encauza, un sujeto puede decir que el análisis le da el alcance que quiere darle, asimismo puede alcanzar más allá de la cura sintomática. Que la desesperación y la angustia no lo invadan, que pueda amar y trabajar como decía Freud.

El alcance de un análisis puede ser variable, puede ser aminorar los síntomas, sentirse uno mismo mejor, encontrar la verdad, tomar una decisión. También un análisis puede llegar más allá de la toma de decisión, más allá de una cura sintomática o alcance eventual. Puede avanzar hacia la verdad del sujeto, hacia el cauce de su deseo. Puede un sujeto tener el deseo de poner en análisis las situaciones de su vida cotidiana. Ahora bien, hay que diferenciar el alcance que alguien quiere darle de la interrupción de un análisis. La interrupción ocurre cuando alguien interrumpe el análisis sin trabajar el por qué y de qué manera.

También puede terminar de otro modo, trabajando entre analizante y analista ese momento de hasta donde se llegó y ambos deciden seguir trabajando juntos. Osea, hay muchos matices respecto a la interrupción de un análisis y es bueno no plantearse cuestiones dogmáticas.

Un análisis no es ni corto ni largo, lleva el tiempo que tiene que llevar, el tiempo del sujeto que es muy variable. El inconsciente es inagotable, ya que aunque un análisis termine, el inconsciente sigue y se pueden descubrir nuevas vicisitudes, nuevas emociones, posibilidades personales.

El comienzo es como el juego del ajedrez nos decía Freud, conocemos que hay ciertas jugadas de inicio, hay muchas jugadas intermedias siendo algunas estudiadas y otras no aunque muy creativas. Pero hay jugadas finales que pueden ser desde un jaque mate hasta interrupciones del juego. Jugar de distinto modo, postergarlo para retornar otro día. Es una metáfora que sigue siendo valiosa, lo más interesante del juego, lo más creativo son las jugadas intermedias, esas jugadas van a permitir situar mejor el alcance final. Que un psicoanálisis sirva y sirva muchísimo también para poder convivir con nuestros contemporáneos.

Enrique Tenenbaum (Trilce / Buenos Aires, Institución del Psicoanálisis)
Son dos preguntas que están íntimamente enlazadas, ya que según se considere, el comienzo de un proceso de análisis dependerá con qué criterios se abordará su fin. A menos que se recurra a fórmulas muy generales, posiblemente no haya dos psicoanalistas que contesten de la misma manera. Y no porque no hubiera consenso entre ellos, sino que cada análisis es único y, a mi entender, no caben las generalizaciones que engloben a todos y cada uno de los comienzos de análisis. Es por eso que, ante cada consulta, el analista debe poner en suspenso sus conocimientos y su experiencia para dar lugar a lo singular de cada pedido de tratamiento.

Sin embargo, podemos aseverar que en la primera pregunta que se me formula hay ya un principio de respuesta. En efecto, para que el llamado paciente pueda comenzar un proceso de análisis, algo en su posición de padeciente debe ser conmovido. El análisis se trata de una tarea activa por parte de quien se analiza, por eso lo llamamos analizante y ya no paciente.

Ese pasaje puede plantearse de muchas maneras, pero cualquiera sea esa manera supone que el que habla se implique en las situaciones que lo aquejan, como también que se apropie de sus sueños, y de su decir mismo, aun cuando no se reconozca como autor de ciertos pensamientos que “le pasan por la cabeza”, o no le resultan confortables. Planteado en términos más estrictos: un análisis comienza cuando se pone en juego, para el que habla, la hipótesis de existencia del inconsciente.

El fin de un análisis también depende de cada situación en particular, aunque hay al menos tres modos de plantearlo, cada uno de ellos con sus términos que no es el caso reproducirlos aquí. Hay análisis que llegan a un final cuando los síntomas han desparecido o mermado de tal manera que la vida se hace más amable, y el analizante considera que ya puede desprenderse tanto del proceso que ha emprendido como del analista que lo condujo. Este es un final que prioriza lo terapéutico que hay en todo análisis. Pero hay análisis que continúan más allá de lo terapéutico, como una experiencia subjetiva que le permite al sujeto ubicarse, frente a las miserias del mundo, de una manera no neurótica.

En cuanto a quienes se proponen practicar el oficio, devenir analistas, se exige algo más: se exige llegar hasta el fin mismo del cual, paradójicamente, sólo puede dar cuenta quien haya atravesado ese pasaje. No hay un saber establecido sobre eso ni hay dos finales de análisis iguales, por lo que se espera de aquellos un testimonio, o bien un trabajo -que llamamos de escuela- que haga avanzar el tratamiento de las cuestiones cruciales del psicoanálisis, siendo el fin del análisis una de ellas. Es de lo que intenta dar cuenta el libro que presentamos en estos días.



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