A los 97 años

Falleció el diamantino Domingo Liotta, creador del primer corazón artificial

El destacado cardiocirujano murió este jueves en Buenos Aires. Sus restos son trasladados a Diamante. Tras una importante trayectoria en el exterior, fue secretario de Estado de Salud Pública en la tercera presidencia de Juan Domingo Perón. Dejó un legado de patentes de invención y numerosas publicaciones científicas.
02-09-2022 | 10:27 |

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Liotta visitó Diamante en 2019.


Mirador Entre Ríos | [email protected]


“Es un tremendo apasionado por lo que hace y había que mostrar en su pueblo quién fue. Nunca perdió el espíritu y las ganas de hacer las cosas. Toda su vida ha sido pelear por la vida y lograr un contacto médico-paciente más humano. Tuvo mucha humildad y nunca se agrandó. Jamás tuvo un caso de mala praxis en los 20 años que estuvo en el Hospital Italiano”, así lo describió Patrick Liotta a su papá en diálogo con Mirador Entre Ríos. Fue durante una entrevista en 2019, cuando en Diamante -ciudad natal- Domingo Liotta fue homenajeado a 50 años de haber creado el primer corazón artificial en Estados Unidos, el 4 de abril de 1969.


Domingo Liotta falleció este jueves a los 97 años, en Buenos Aires, donde residió durante sus últimos años de vida. Sus restos fueron trasladados a Diamante, para su descanso eterno.


“El corazón es increíble ya que no existe una sola estructura que pueda moverse, latir y contraerse durante 90 años. Cuando dormimos el cerebro descansa pero el corazón no. El ser humano es único en muchos sentidos, en su pensamiento, en su filosofía y en su forma de actuar. La angustia lastima más al corazón que el sedentarismo. El hombre angustiado es terriblemente peligroso para su vida misma y en especial para este órgano”, reflexionaba con mucha sapiencia el cardiocirujanoo, en una nota televisiva con el periodista Alejandro Fantino.

El hito que marcó un antes y un después

La mañana del viernes 4 de abril de 1969 no fue una mañana cualquiera. La sala de cirugía del Texas Herat Institute de Houston estaba lista para recibir a Haskell Karp, un minero de 47 años muy afectado por una insuficiencia cardíaca y que había sufrido varios infartos. Estuvo al borde de la muerte en reiteradas oportunidades pero lograron salvarlo. La operación del corazón no tenía marcha atrás y las expectativas eran enormes al punto tal que periodistas de diversos medios se colocaron detrás de la galería vidriada para contemplar el suceso histórico.


Inmediatamente, los doctores Liotta y Denton Cooley se pusieron en campaña. Se colocaron los guantes y barbijos para comenzar la labor en el quirófano. Al principio, no pudieron desfibrilar al paciente, lo que los llevó a darle golpes eléctricos. Las drogas suministradas por el anestesista fueron en vano y los tiempos no daban tregua. Más allá de todo, los nervios se habían quedado en el pasillo.


“De ese momento recuerdo que no teníamos miedo ni estábamos inseguros. Hacía diez años que veníamos investigando y ensayando. Cuando finalmente tuvimos la oportunidad lo hicimos y salió todo como esperábamos. Fue todo un éxito. Considero que fue un antes y un después en la medicina y me siento parte de la historia”, recordó el diamantino que tiene en su haber 12 patentes y más de 500 publicaciones científicas.


Una vez abierto el pecho de Haskell, le mejoraron la arquitectura del ventrículo izquierdo, removiéndole parte de la pared fibrática. En ese momento, Cooley salió de la sala para avisarle a la esposa del enfermo cómo iban a proceder, y a las autoridades del hospital para que fueran solicitando un donante. Al remover el corazón del minero, separaron los ventrículos con una incisión transversal. “Para poder sacarlo seccionamos la aorta y la arteria pulmonar. Era la primera vez, fuera de una autopsia, que se hacía algo así”, continuó Liotta.


Si bien las tareas marchaban a la perfección tuvieron que lidiar con el conector aórtico de salida de la bomba, que no estaba correctamente alineada con la aorta del paciente. Los profesionales de la salud rápidamente resolvieron la cuestión e implantaron el ventrículo derecho a la brevedad para devolver el corazón a su lugar de origen. La emoción no se hizo esperar ni un solo segundo, especialmente en el médico norteamericano, que con lágrimas en los ojos demostró su alegría por el logro del objetivo. Liotta, por su parte, fue más cauteloso, aunque no menos expresivo.


“Yo no canté victoria hasta que visité a Karp en el posoperatorio. Él todavía estaba entubado, no podía hablar. Le dije: ‘Abra los ojos'. Los abrió, y le dije: ‘Apriéteme la mano', lo hizo. ‘¡Mas fuerte!' ¡Y lo hizo! Le sacamos los tubos al otro día”, remarcó el egresado de la Universidad de Córdoba.


El primer corazón artificial estuvo activo en el paciente durante cinco días hasta que fue operado nuevamente pero esta vez con uno real de una mujer donante, proveniente de Massachusetts. Este invento argentino se exhibió en el 2006 en la muestra “Tesoros de la Historia Americana” del Instituto Smithsonian de Washington. La lámpara de Thomas Edison, el sombrero de Abraham Lincoln, el teléfono de Alexander Graham Bell y la primera computadora son algunos de los objetos que también descansan allí.


“El hombre de ciencia es el maquinista de la historia”, dejaría en claro muchos años después el destacado entrerriano. Y agregó: “Ahora es todo mecánica en la ciencia, más que nada por todos los elementos que utilizamos para estudiar a un enfermo”.

Su vida y la medicina, juntas hasta el final

Hijo de padres inmigrantes, provenientes de Misterbianco, un pueblito de la provincia de Catania (Italia), Domingo Liotta nació el 24 de noviembre de 1924 en el seno de una familia humilde y trabajadora, que había elegido desembarcar en Diamante por tres simples razones: el puerto, el tren y el Regimiento 3 de artillería, ya que su padre era militar, llegando a integrar la armada inglesa. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Manuel Alberti y en la Escuela Independencia de la localidad y, como no había secundaria, tuvo que viajar hasta Concepción del Uruguay.


En 1940, sobre uno de los bancos de su casa natal, el joven Liotta le comentó a su madre que tenía ganas de estudiar medicina, más allá de que su hermano quería que estudie farmacia. Tres años más tarde comenzaría la carrera de medicina en Córdoba, de la cual egresa en 1949, con todos los honores.


Su trayectoria en ciencia es destacable. A los 26 años fue Jefe Clínico del celebrado profesor Pablo L. Mirizzi en la Universidad Nacional de Córdoba, quien lo formó en cirugía. Posteriormente viajó a Lyon, al sur de Francia, donde se capacitó intensamente. Allí lleva adelante un trabajo sobre el diagnóstico temprano de cáncer de páncreas y, estando en Europa, comenzó a gestarse la idea de crear un corazón artificial.


Tras su regreso a la provincia de las sierras en 1960, le presentaron a Tomás Tagliani, un señor que hacía microelectrónica. Domingo le comentó el proyecto en mente y a este fabricador le fascinó la propuesta, abocándose de lleno a construir tres prototipos de corazón artificial. La prueba se realizó en perros callejeros y lograron una sobrevida de 13 horas. A finales de la década, el entrerriano voló a Estados Unidos, donde conoció al creador del riñón artificial Willem Kolff y a Denton Cooley, con quien operó años más adelante.


Automáticamente lo contrató la Universidad Baylor de Texas (Houston) y decidió mudarse a Estados Unidos, donde estuvo una década. En 1962 también creó la asistencia mecánica cardíaca. “En 1971 vuelve a la Argentina y se hace cargo del Hospital Durand y del Italiano. Acá no había prácticamente cirugía cardiovascular. Mi papá llegó a operar siete pacientes por día en Estados Unidos. Realmente fue un patriota porque él, tranquilamente, pudo haberse quedado allá. Le ofrecieron irse a Roma pero quería volver”, contaba su hijo Patrick a este medio.


Liotta operó hasta el 2006 con 82 años. Durante sus últimos años, pasadas ya sus 90 primaveras, continuaba dando clases de anatomía y se desempeñó como vice-rector emérito de la Universidad de Morón. Además de médico sanitarista, en 1973 asumió como secretario de Salud Pública y fue el autor de la Ley 20.748, que creó el Sistema Nacional de Salud Pública al tiempo que trabajó como médico personal del ex presidente Juan Domingo Perón.
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