Gualeguaychú

Efecto pandemia: el boom de los emprendimientos

Algunos ya existían, pero el hecho de que sus creadores debieran quedarse en sus casas, les permitió realizar capacitaciones y ocuparse con más dedicación a las redes sociales, lo que potenció a los productos. Otros emprendimientos, en cambio, nacieron de la mano del confinamiento y lo hicieron para quedarse. MIRADOR ENTRE RÍOS dialogó con cuatro emprendedores de Gualeguaychú para conocer sus historias.
30-06-2021 | 18:46 |

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Chipachitos, la familia de Sebastián Sosa trabaja en conjunto en este emprendimiento. Foto: Rodrigo Atanes




Sabina Melchiori
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Bolsitas de semillas térmicas terapéuticas: este emprendimiento nació en el año 2012, luego de que a uno de los hijos de María Almeida, una docente de Nivel Inicial, se le pinchara la bolsa de agua caliente en la cama. Tras el accidente, una de las abuelas del niño le mostró a María una bolsita de semillas que a ella le habían regalado para aliviar las contracturas. “Tomé la idea y la modifiqué a mi estilo”, contó María a MIRADOR ENTRE RÍOS, quien con el pasar del tiempo, además del uso para aliviar dolores musculares, calentar la cama o la cuna, fue descubriendo otros beneficios de este producto.

Lo que María Almeida destaca de su emprendimiento es que la permite “crear, coser, incrementando diferentes estilos, rellenos, elegir diferentes estampados para todo tipo de público (mujeres, varones, niños, unisex), aplicable a distintas dolencias o beneficios”. Además, es algo que puede hacer desde su casa, en los tiempos libres que dispone.

“A esta altura lo consideramos un emprendimiento familiar. Todos colaboramos, ya sea en la limpieza de semillas, en cortar las lavandas, o en la costura… mi marido aprendió a coser a máquina para darme una mano en épocas de mayor venta. También en la promoción y utilización. Es lo que más nos gusta”.

El primer nombre que tuvo el emprendimiento fue “bolsita de semillas”, pero después resolvió agregarle “térmicas”, ya que pueden usarse frías o calientes, y finalmente “terapéuticas”, pues alivian y descongestionan.

Al momento de hablar de las dificultades en el rubro, esta madre emprendedora observa que “muchas veces no se valora la producción casera” y, por otro lado “los costos de los elementos aumentan seguido y no puedo aplicarlo al producto como corresponde porque sino no se vende”. Y en cuanto a los beneficios, observa el gran alcance que tienen las redes sociales y las recomendaciones de boca en boca: “Me han encargado stock para distintos lugares del país”.

Finalmente, María señaló que “este tiempo de pandemia me permitió tener mayor tiempo para la producción y abocarme a la venta a través de las redes sociales. La gente puede acceder a mi producto cualquier día, y el servicio de cadetería también fue de gran ayuda. Creo que ha sido beneficioso”, valoró.

Innovación

Para el alma, velas, sahumos y armonía: su emprendimiento de velas artesanales nació el mismo año que su hija Alma, de allí su nombre. Pero además, porque son productos relacionados a la energía y la armonía. “Soy reikista y lo llevo a todos lados. He buscado siempre que los productos de la marca acompañen a las personas a sentirse en plena conexión con ellos mismos y su alrededor, con lo espiritual y el alma”.

María José comenzó haciendo solo velas de parafina como proceso creativo, para decorar y armonizar su casa o para regalar. “En aquel momento no pensé en un emprendimiento como tal, pero amigas y compañeras de trabajo, sobre todo, me fueron pidiendo velas para hacer algún que otro regalo, y me animé a más. Al poco tiempo invité a dos amigas, que también recién empezaban como yo, a hacer una venta en casa. Ese mismo año hablé con una amiga que tiene una tienda para llevar mis velas, tuve buenas ventas y me di cuenta que mis productos gustaban. En 2016 me uní a un grupo de mujeres artesanas y comencé a expandirme haciendo velas de soja, algo muy nuevo para el momento; ahora son muy conocidas pero en su momento, me acuerdo, que costó mucho que se comprendiera el producto”.

En 2020, año de la pandemia, se comunicaron con María José desde la Catedral de Gualeguaychú para que reciclara unas velas, y a raíz de esto, se hizo conocida en otros círculos: “Me llamaron pidiéndome velas para que, en esta situación de pandemia, los ayude a potenciar sus meditaciones o me consultaban para que les enseñe qué hierbas usaba para sahumar, limpiar y armonizar la casa. Muchos me pedían que les prepare un ‘puñadito de esas hierbas tuyas que usas en tu casa’. Ahí surgieron las mezclas de hierbas y resinas para sahumar”.

“Un emprendimiento lleva mucho tiempo, hay que pensar en la venta, en la publicidad, pensar el packaging (en mi caso quería un packaging amigable con el medio ambiente), hablar con proveedores, estar en la búsqueda permanente y equilibrada de materiales de primera calidad y precio para que el producto final conserve un precio adecuado, conseguir un comisionista confiable y responsable. Es todo prueba y error, es un arriesgar constante”, detalló María José a MIRADOR ENTRE RÍOS, y agregó: “El producto es parte del creador y el creador está seguro de lo que hace, el punto es llevarlo a la venta, lograr que se vea todo lo que hay detrás sea valorado; sobre todo si es un producto artesanal, mostrar todo el proceso creativo (desde que es una idea hasta su forma final) y que se valore es toda una estrategia y lleva tiempo. En un emprendimiento sos la que crea, pero también la diseñadora, la logística, la contadora, la de recursos humanos y la community manager”.

Finalmente, esta emprendedora cuenta que sigue buscando las maneras y formas de aplicar sus pasiones: el Reiki, la fabricación de velas, las hierbas y la docencia: “Me gusta mucho enseñar mis productos, qué hay detrás de sahumar, de prender una vela, de conectarse con uno mismo”.

Reconvertirse

Chaná, tablas artesanales: este emprendimiento de tablas de madera, que lleva adelante Tomás Almeida, nació a mediados del 2020 después de que Tomás lograra armarse desde cero un mueble que necesitaba para su casa: “Me entusiasmó y empecé a armar lámparas, maceteros y otras cosas. Luego, al ver que la cuarentena se alargaba y mi trabajo como guía de turismo aventura iba a ser de los últimos en volver, decidí comprarme herramientas y empezar a tomármelo como un trabajo. Decidí hacer solo tablas de picar porque para hacer otros trabajos necesitaría más y otros tipos de herramientas”. Tomás eligió éste emprendimiento y no otro porque descubrió que tenía la habilidad “al menos para arrancar y seguir aprendiendo” pero, además, porque lo disfruta.

“Al nombre lo elegí sin darle muchas vueltas. Quería poner algo que represente nuestra zona, ya que parte de la idea inicial también era tratar de usar madera nativa, y me decidí en ponerle el nombre de los primeros pobladores del sur entrerriano”, contó este joven emprendedor a MIRADOR ENTRE RÍOS, quien también reconoció que su dificultad pasa por la venta: “Me cuesta mucho vender los productos por no saber manejar bien las redes, que es casi mi único modo de venta, o por tampoco saber ofrecerlo”.

Y respecto de los beneficios de su emprendimiento, destaca “haber aprendido mucho sobre algo que siempre me gustó, pero que nunca había tenido la necesidad o el tiempo de hacerlo. Y aunque cuando pueda volver a mi trabajo anterior no creo poder seguir por completo con el microemprendimiento, estoy más tranquilo al tener esta ayuda extra en momentos que lo necesite”.

“La pandemia fue la que hizo que naciera Chaná, de otra forma no lo habría ni intentado”, concluye Tomás.

Trabajo en casa

Chipachitos, elaboración de chipa: este emprendimiento de Sebastián Sosa y su familia nació el 14 de marzo del 2019 con la idea inicial de hacer, además de chipa —como dicen en Paraguay, o chipá, como dicen en Corrientes—, otros productos de pastelería; también pensaron en armar un local de venta de productos sueltos, pero como esa idea requería la inversión de más capital y más tiempo, apostaron a la panificación.

“Empecé haciendo bolas de fraile, pastafrolas y chipacitos, a la gente le cayó bien y lo que más pegó fueron los chipacitos. Mi mujer me incentivó y al ver que la gente respondió empezamos a ponerle más énfasis”, contó Sebastián a MIRADOR ENTRE RÍOS. También contó que es chef, que su papá es confitero y cocinero; que se crió dentro de una panadería.

“El nombre surgió porque cuando era más chico, a mi hijo no le salía decir chipacito sino chipachito, nos daba gracia, le pedíamos que lo repitiera y cuando tuvimos que ponerle nombre al emprendimiento, elegimos ese”, recordó Sebastián, quien respecto de las dificultades de llevar adelante este tipo de emprendimientos, mencionó a la crisis del país, lo cual “hace que todo cueste más, se nota cuando la gente está cuidando la plata y prefiere no gastar. Otra dificultad es que lo hacemos en casa, es familiar, y tuvimos que adecuar parte de la casa para el emprendimiento y ahí es donde te das cuenta que dejás de tener una casa donde estar tranquilo para tener un negocio”.

Finalmente, en cuanto a los beneficios, destacó la otra cara de trabajar en su casa “viendo a mis hijos, y la relación con la gente, hablar y estar en contacto con personas. No somos de acá, mi mujer es de Formosa, yo nací en Uruguay pero me crié en Paso de los Libres y relacionarnos con la gente de acá y que les guste nuestro producto, nos hace bien”.

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