Copa América

Campeones en la madrugada

No me quiero dormir, pero no encuentro las palabras. Quiero decir todo y no me sale nada. Quiero irme a los recuerdos pero veo a Messi festejando en Brasil y se me pasa.
11-07-2021 | 1:54 |

EZEQUIEL RE

Quiero que el corazón se tranquilice, pero se fue de farra con mi piel y sentimientos.


No quiero emborracharme como en el 93 (última curda con vuelta olímpica americana) dónde era otra mi edad. Quiero estar sobrio y beber cada centímetro de este loco momento.


Me voy hasta el 86 y el pase bárbaro de Diego para Burruchaga en el tercer gol y campeones del Mundo. Y me vuelvo a De Paul en el Maracaná dejándole la bocha a distancia a Di María. Qué parecidos. Que lindo.


Tengo la cuestión mezclada. Venimos de tantas cosas feas por el Covid y un equipo de fútbol nos vuelve a dar una alegría. Que no tapa situaciones de miseria humana, ni el drama de la pandemia. Pero el fútbol nos une. No caeré en el fanatismo, pero tampoco reinvindicaré a los agoreros que quieren reprimir una de las pocas posibilidades de sentir el tuc tuc del corazón a full, por una alegría y no por una tristeza de las que raudales caen sobre nuestras mejillas.


Repasaba momentos de las últimas horas. Compartí la previa en el grupo de whatsapp con mi familia. Gero, con sus 6 años, me regaló el grito de gol de Angel Di María. Y ya es campeón. Me emocioné con la introducción en Radio Cadena 3 de Matías Bárzola y el propio Matías, que sabe escenificar el sentir del hincha, me volvió a emocionar al final del partido con sus palabras. Habla de vos, de mí, de él. De la pelota, de Giménez (La Mona), del obrero que sueña, de Messi que cree. Te hace apretar el puño, amar a Diego y recordar a tus viejos. Te hace amar al Dibu, a Fideo y a tu camiseta de barrio.


Me hizo llorar el Panchi Solari. Un tipo bárbaro, que jugó en Racing, Talleres, Patronato y otros tantos. Y que como técnico dirigió a Musso y De Paul, en 2011 en la sexta de la Academia. Panchi es parte. Porque hace 10 años creía en esos pibes hoy campeones. Creía cuando sus imágenes de futuros próceres deportivos eran difusas.


Me quedé mirando las fotos de todos en las redes sociales. Y cómo salieron a flote las muestras de orgullo por la celeste y blanca. A veces sentimos que ciertos personajes nos quieren sacar el orgullo y hacernos sentir inferiores. Pero un gol nos devuelve el alma al cuerpo. Aprovechemos entonces, porque recuerden que el fútbol es lo más importante dentro de las cosas menos importantes, tal cuál se dijo. Salud, Educación, Trabajo, también nos tiene que devolver el alma al cuerpo. Defendamos lo nuestro como el Dibu en el arco, De Paul peleando como un guerrero, Messi poniendo su cuota de excelencia, Di María y su revancha. Seamos un poco de ellos en la vida.


Me imagino Rosario. En el 93 un ex Newells hizo los goles del título (Batistuta). En 2021 Di María, ex Central, marcó y campeones.


Me acordaba del 93 justamente. Estaba en el Bar Victoria de la familia Albertini, con Pedro y el Negro Sánchez. Apuramos algunas cervezas y nos abrazamos por el título. “Todos la vuelta vamos a dar”, cantábamos felices en nuestros desprejuiciados 20 años y un poco más.


La casualidad laboral me lleva a estar en Mendoza y antes del partido, en el Hotel me crucé con el plantel de Gimnasia y Esgrima, que en un rato juega con Temperley por la B Nacional. Estaba un paranaense, Renzo Vera y charlamos un rato.


Pensaba en las ilusiones de un equipo de ascenso. Pensaba si eran inconexos sus sueños con los de los jugadores hoy campeones de América. Concluyo que no. La pelota la tiran todos para adelante. Algunos tendrán la posibilidad de saltar más peldaños, otros de ajustarse a sus realidades. Como el obrero, el maestro, el médico, el enfermero, el que trabaja en el campo o maneja en la ruta. Todos empujamos la pelota. Y todos sentimos que somos campeones.


Cuando era pibe, un técnico y gran jugador en su tiempo, Cococho Alvarez (entrerriano, ex Colón) nos reunió en una charla en las inferiores de Ben Hur de Rafaela. Nos miró y nos habló. Decía que en fútbol, la varita mágica podía tocarnos, y que sino nos preparemos porque también nos podía tocar pero en otro aspecto de la vida. No me tocó. Pero fui testigo a quiénes sí. Y sentirse testigo privilegiado es sentir que la magia de la vida está de nuestro lado. Al menos en un roce. Y podemos leerlo de dos formas. Qué lindo que sea en el fútbol deporte que amo. O qué pena que la varita mágica opere solamente en fútbol. Yo me quedo con la primera parte de la frase. Porque hasta mis últimos días de mi vida, seguiré sintiendo un gran amor por el fútbol. Porque operó en mí la adrenalina suficiente para pelearle a la vida. Y me voy a dormir campeón. Porque alguna vez soñé serlo.

Y hoy un equipo unido nos cumplió el sueño. Pero especialmente nos demostró que todos unidos, podríamos cambiar la realidad que tanto nos acongoja y golpea.

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