Diego Montejo


Arbolito es una de las bandas argentinas que mejor formula el sentir de un pueblo a través de canciones que hablan del presente con sus propias exploraciones artísticas más o menos directas pero siempre fidedignas y contundentes. Se detiene en la música popular urbana y con sus banderas latinoamericanas en mano manifiesta lo que ve y siente de la calle.

La banda se formó en el '97 cuando el gobierno neoliberal de Carlos Menem cuarteaba la paz social y la convertibilidad estaba llegando a su fin, haciendo estallar una crisis económica en el 2001 con hechos sangrientos que se llevaron la vida de una veintena de compatriotas. También fueron tiempos donde el Correo Argentino pasaba a manos privadas (a la Sociedad Macri Socma), también se remataban los aeropuertos y el patrimonio de YPF.

Veinticuatro años más tarde la agrupación folk rock sigue en la ruta de la canción y, desde allí, se erige como una de las formaciones más comprometidas del panorama actual. Sintiendo y siendo protagonista de las historias que canta. A partir de la fusión de músicas de raíz folklórica y latinoamericana con ritmos de otras latitudes, en Rosario estarán este viernes a las 20 en distrito Siete (Ovidio Lagos 790) donde la banda revisará todos sus discos desde 2007 a esta parte.

Compañeros de la afamada escuela de música popular de Avellaneda, en el sur del conurbano bonaerense, comenzaron su historia con un viaje por Latinoamérica de mochilas, pasando la gorra en toques callejeros donde vieron la mística que se generaba. Eran Agustín Ronconi y Ezequiel Jusid que a la vuelta de esta experiencia iniciática sumaron a Pedro Borgobello, Diego Fariza y Sebastián Demestri para dar paso a esta aventura artística. Tras la pandemia que los mantuvo en sus casas, pero con permanente actividad, esperan un regreso fuerte que ya comenzó con otros toques en otras latitudes del país, en una gira que después de Rosario continuara por el Litoral argentino, sobre estos detalles habló Agustín Ronconi con Mirador Provincial.

-Si hay algo que sostiene la identidad de la banda es su postura firme ante cuestiones sociales o valorando la independencia artística como eje fundamental a lo largo del tiempo.
-Del eje principal no nos corrimos nunca y eso lo valoramos mucho, ya sea como individuos y colectivo artístico donde hay una esencia. Esto es ideológico y muy amplio, por ejemplo como uno ve la vida, su trabajo. Además hoy ya más de la mitad de nuestras vidas en Arbolito lo que lleva a que constantemente haya movimientos internos que se dan pero que pudimos resolver armónicamente y manteniendo nuestra filosofía.

-Igual el desgaste humano de una banda es algo normal después de muchos años juntos.
-Sí, claro que es normal, pero en esto de ser consecuentes uno recorre la discografía de Arbolito y es la historia de lo que nos fue pasando como banda, los cambios, las crisis, las celebraciones, las angustias, están un poco ahí y nos dimos cuenta de eso cuando salió nuestro libro (Por todas las libertades, 2016 Editorial Planeta) que también está un poco lo que nos fue pasando y cómo interactuamos con determinados sucesos y las posiciones que tomamos al respecto.

-¿Dónde quedaron los debates que se generaron en el momento que irrumpieron en la escena folklórica en escenario todavía muy tradicionales como Cosquín y Jesús María?, ¿sirvió de algo la llegada de Arbolito como una forma de dar aire fresco?
-Nos llegaron a decir cuando nos presentaban que éramos una banda que venía de la vereda de enfrente, incluso con temor a lo que podíamos hacer. Nos preguntábamos qué querían decir, si era la vereda de enfrente era en lo ideológico o lo artístico y en ese sentido también cuál era el miedo infundado que nos tenían.

-Hoy esos cruces son naturales, muchos artistas del folklore comparten escenarios con artistas de rock.
-Uno de los logros del grupo es que hayamos podido construir esa estética que convive entre el rock y el folklore. Tiene que ver con que nos cargamos las cajas al hombro, los equipos y salimos a tocar a las plazas y ramblas en vez de ir al Precosquín o a los boliches de rock a meterte como dentro de una lata, donde meten cinco bandas por noche y tenés que pagar para tocar, lo cual es un circuito espantoso y que sólo le sirve al bolichero.

-¿Cómo los recibió la pandemia desde el punto de vista artístico?
-Hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance, como hicieron la mayoría de los artistas: tratar de seguir conectados, haciendo transmisiones en vivo, notas, charlas, además compusimos y grabamos desde nuestras casas sin tocar juntos tres canciones: "Cuarenta días", "Ramona" y "Otra vez" que están editadas en plataformas digitales.

-Pasaron muchos años sin grabar un larga duración, ¿tienen un disco en mente para los próximos meses?
-Tenemos ganas de trabajar material nuevo por los 25 años, rearmar la gira a e México que nos quedó pendiente por la pandemia en abril del 2020. Con respecto a cómo será el disco, lo estamos armando, viendo si van a ser canciones sueltas o directamente un disco. A mí personalmente me gusta la idea de disco por el clima que tiene. Venimos desde 2016 editando de a tres temas y a veces perdés lo que te da el disco con temas que no son tan de escenario donde se pone en juego la experimentación.