Cristian Oliva


El pasado 4 de octubre quedará grabado a fuego en la memoria y retina de muchos cinéfilos oriundos de la ciudad santafecina de Gálvez. Se trató del día en que las promesas dieron lugar a los hechos y de manera efectiva comenzó el rodaje de “La Reina Desnuda”, cinta cuya filmación anticipábamos desde este mismo medio en el pasado mes de marzo.

A lo largo de casi un mes, la ciudad se vio revolucionada al transformarse por primera vez en el epicentro principal de la filmación de un largometraje que en breve entrará en su etapa de edición. Es el trabajo número 22 en la carrera del reconocido cineasta José Celestino Campusano (que oficia también como guionista) y pudo concretarse gracias al apoyo del INCAA y la producción conjunta de “Cinebruto” y “Estudio Chroma”.

“La Reina Desnuda” es un drama que tiene una fuerte carga social basada en hechos verídicos, con anécdotas aportadas por testigos presenciales o personas que han tenido una vinculación muy directa con esas vivencias. “Aborda lo que es el periplo de vida de jóvenes, que si bien no tienen mayores problemas económicos, sí experimentan fuertes dificultades de inserción en su contexto”, refería el director en plena etapa de preproducción.

Trabajos anteriores como “Vil romance”, “Vikingo”, “Fango”, “El perro Molina” y “Bajo mi piel Morena” denotan la predilección del autor por compartir su instancia de trabajo con gente del lugar, potenciando de esa manera el ámbito artístico local. La ciudad se vio revolucionada no solo por el movimiento técnico habitual que conllevan este tipo de producciones (la presencia en distintas locaciones y la realización de diversos castings por citar algunos ejemplos), sino por cierto impulso económico. Manufacturas como las de Campusano permiten que los subsidios retroalimenten el mercado del lugar, sea a través del pago de sueldos a artistas (desgraciadamente una práctica inusual para muchos de ellos) así como con la contratación de servicios como los de catering, traslados y alquiler de espacios particulares.

“Nos encanta hacerlo así, le concedemos los roles a la propia comunidad. Que la misma faculté no solo los contenidos, sino factores de producción y de interpretación. Que eso se note es clave”, nos decía Campusano. Y ahora, cuando las luces lentamente comienzan a apagarse consideramos que es el momento ideal para que el galvense por adopción Adrián Culasso, director general del festival nacional de cortometrajes “Pizza, birra y cortos”; y uno de los principales responsables de que la cinta haya recaído en la ciudad, detalle en primera persona sus sentimientos frente a esta experiencia única.

-¿En qué lugares se filmó? ¿Cuáles de las locaciones disfrutaste más?
-El rodaje se grabó íntegramente en la ciudad de Gálvez. Frente a la necesidad de disponer de un lugar que contara con una casa abandonada, una cosechadora y una casa de campo, nos trasladamos oportunamente a una localidad cercana, como es Pueblo Irigoyen.

Cada una de las locaciones tenía su particularidad, siempre dispuestas al servicio de la historia. Lo que fui descubriendo durante la totalidad del proceso es como cada lugar de algún modo se resignificaba tras este recorrido. Muchos de esos espacios los transitamos diariamente, y a partir de este nuevo paso y por supuesto atravesados por la mirada de José Campusano, tomaban otra dimensión (barrios, lugares públicos, etc.).

-¿Qué nos podés contar acerca del proceso de rodaje?
-Previo a comenzar mantuve infinitas charlas con el director, y en todas ellas me remarcaba la importancia de disfrutar el proceso, ya que aunque uno no quiera, todo pasa demasiado rápido. José estuvo un mes y medio en la ciudad (sin contar las visitas previas, que fueron como cuatro o cinco) y la verdad que tenía mucha razón. Me alegró mucho ver a mis amigos, personas conocidas, y gente que nunca tuvo una experiencia con el audiovisual, vincularse, comprometerse y sumarse. Cuesta resumir todo lo que genera un hecho de estas características, la ciudad movilizada y el aliento a todo el equipo expresan un poco eso. Lamentablemente muchas personas se anotaron tarde al casting y quedaron sin posibilidad de participar, ya que los papeles fueron cubiertos rápidamente. Mis primeras tres semanas fueron muy intensas (preproducción) ya que fui el encargado de conseguir y cerrar las locaciones. Cada visita a los espacios seleccionados junto al equipo técnico, eran desde lo personal, una prueba ya que trataba de no decepcionar al director en sus pedidos. Durante este proceso, José destacaba la potencia que debía tener cada locación. Me decía “la película viene muy bien, no podemos caer o ser menos con las locaciones”.

-¿Cómo fue la recepción de los vecinos?
-Los vecinos tuvieron una actitud muy receptiva, se mostraron siempre muy entusiasmados por vivir algo así. Me llegaban mensajes al WhatsApp expresando su alegría y agradeciéndome haberles cumplido esta especie de “sueño”, mensajes muy fuertes desde lo emocional, sinceros, de buena vibra. Desde lo material, muchos de ellos nos abrieron la intimidad de su hogar, aportando desde su lugar. No es fácil, imagínate que un día tenés en tu casa 25 técnicos aproximadamente, a los que debés sumar actores y extras, haciendo un total de 40 o 50 personas. Era una sensación “rara”, pero con mucha energía. Acompañaban el sentir de todos los implicados, ponernos al servicio de la película con el afán de poder concretarla.

-¿Qué te dejó el paso de “La Reina desnuda” por Gálvez? ¿Sentís un cambio en la ciudad o en los modos de entender el cine?
-Si bien todavía es demasiado pronto para tomar verdadera dimensión de todo lo acontecido y dar una clara definición, lo cierto es que me dejó como lección de que nada es imposible. Hay que empujar, ser consistente. En mi caso siempre traté de ser coherente con mis pensamientos y acciones. La película no se concreta por una casualidad del destino; fueron más de catorce años organizando un festival en la ciudad, más de diez años trabajando en una sala de cine y generando diversos contenidos audiovisuales.

“La Reina desnuda” es también consecuencia de eso. Un premio, una experiencia única, con la que aprendés verdaderamente el oficio del cine. José Celestino Campusano como cabeza de equipo, nos guió a técnicos y actores. Fue un gran placer haber conocido e interactuado con un gran equipo humano, que dio los mejor.

Y no termina acá, hay un largo recorrido, luego vendrán los festivales nacionales e internacionales. Y terminaré el año con otro proyecto cultural también muy ambicioso del que aún no puedo decir demasiado.